Angus ‘Mac’ MacGyver, el singular héroe televisivo de los ochenta, salía de cualquier apuro gracias a sus chapuzas científicas, sin disparar nunca un arma
VALENCIA.- Fue un sábado de diciembre en 1987 cuando TVE renovó su programación de tarde, y MacGyver apareció por primera vez en nuestras pantallas. El equipo A se despedía después de cinco temporadas, con una gran aceptación entre los más jóvenes, aunque con malas críticas por su ‘violencia gratuita’. No sólo en España se tenía esa sensación. Los anunciantes estadounidenses ansiaban patrocinar producciones televisivas protagonizadas por héroes de acción, pero que a la vez fueran atractivas para toda la familia. Desde los años setenta había crecido la preocupación acerca de la violencia en televisión.
Series como Starsky y Hutch se habían visto obligadas a reducir el peso de estas escenas y sustituirlas por tramas románticas, para mermar la presión publicitaria. Una decisión que, por el contrario, provocó su caída en popularidad, y posteriormente su cancelación. El reto no era en absoluto sencillo. La NBC había dado con una fórmula idónea con El coche fantástico, al trasladar la acción a un objeto inanimado. El resto de canales estaban a la caza del recambio perfecto.
Con esa premisa, la cadena estadounidense ABC sacó a la luz en 1985 MacGyver, la serie de aventuras creada por Lee David Zlotoff sobre un agente secreto que jamás utilizaba un arma y se inventaba artilugios que parecían sacados de Bricomanía para resolver los casos. MacGyver recurría únicamente a su ingenio. Fue uno de los pocos héroes en aquellos años que abandonó el gatillo fácil, como Sherlock Holmes. Pese a la simpleza de la historia, la de un hombre que persigue a los malos y salva a los buenos sin meter ni un tiro, la serie caló entre el público.
Recordarán el chiste «tienes más peligro que MacGyver en una ferretería». Su herramienta preferida era una navaja suiza, que solía combinar con un clip, un chicle (la más potente arma de destrucción masiva), cinta adhesiva y unos cuantos productos sacados del Quimicefa. El tipo sabía de física, química e ingeniería, pero en vez de trabajar para la NASA, una farmacéutica, o alguna universidad de prestigio, se dedicó a salvar a unos cuantos norteamericanos en apuros, por encargo de la Fundación Phoenix.
Los apaños de MacGyver sonaban a disparate pero, aunque no lo crean, existía un trabajo de documentación previo, asesorados por el Instituto Tecnológico de California. Para asegurarse de que el público infantil no provocase algún destrozo en casa, se eliminaba de cada experimento uno de los ingredientes de la fórmula real, el que justamente evitase la reacción. Con la popularidad de la serie, recibieron miles de cartas de sus seguidores, donde proponían nuevos experimentos locos. La imaginación de toda una generación se había puesto en movimiento.
El resultado fue como la seda. La serie se mantuvo siete años en antena y se vendió a multitud de países. Tres décadas después, el Diccionario Oxford de Inglés incluyó la palabra MacGyversim en su edición del 2015. El término se refiere a aquella solución ingeniosa e improvisada para reparar algo, usando cualquier objeto que se tenga a mano.
Si fuésemos más exactos, al significado de MacGyverism habría que incluirle más matices. Como el de la resolución no violenta de conflictos. MacGyver era un pacifista. Apenas en dos ocasiones sujetó un arma, y fue para usarla de herramienta. Por esa razón recibió un drástico rechazo por parte de la Asociación Nacional del Rifle. Se le incluyó en la lista negra, y el polémico lobby pidió reiteradamente boicotear la serie.
No hay que olvidar que se vivía en plena era Reagan, etapa política que contrasta paradójicamente con el perfil de MacGyver. Un tipo que demostraba cada semana que se podía elegir entre la opción del conocimiento, antes que la de la violencia, y que se podía salir indemne.
El actor que lo interpretaba, Richard Dean Anderson, no era ningún musculitos ciclado, sino más bien un tipo dulce con cara de buena persona. El Emilio Aragón versión yanqui. Los creadores de la serie cuentan que se sintieron atraídos por su perfil cuando, en pleno casting, tuvo que sacar las gafas de una bolsa para poder leer el guión. El problema de vista les gustó. Era el idóneo para encarnar al pitagorín de la goma de mascar más famoso de la historia de la televisión, que además gustase a madres, mujeres y niños, y que fuera a la última con aquellas mechas rubias.
El tipo era un crack en el ámbito de las ciencias, pero en humanidades iba bastante justito, en especial en historia y antropología. Durante la primera temporada MacGyver visitó el País Vasco, donde «unos montañeros vascos desde tiempos inmemoriales han estado luchando contra Francia y España», y, según decía, «de vez en cuando algún turista norteamericano es capturado como rehén». La producción decidió que, para que aquella tropa pareciera vasca, debían ir todos con txapela, chaleco y una cuerda como cinturón. La figuración estaba compuesta por actores de origen latinoamericano, de manera que aquello parecía más un rodaje sobre mejicanos, que sobre la banda terrorista ETA. Sólo el paisaje montañoso tenía similitudes con Euskadi.
Aquel disparate no acababa ahí. MacGyver rescataba a una mujer norteamericana secuestrada, y ésta, al verle, le preguntaba: «¿Tiene idea de por qué me secuestraron? Mi especialidad es la geología» Entonces MacGyver le respondía: «Sospecho que para esta gente debe de haber poca diferencia entre un físico y un geólogo». Unas secuencias después, durante su huida, mientras los vascos les perseguían por un río, se escuchaba de fondo unos irrintzis, los gritos en señal de alegría que lanzaban los pastores euskaldunes en las montañas. Seguramente estaban celebrando que MacGyver abandonaba para siempre el país.