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ENTREVISTA A LA NUEVA DIRECTORA EJECTUVIVA

María M. Iturriaga: “Berklee estuvo atento a la inestabilidad en Valencia pero decidió quedarse”

El campus en Valencia de Berklee encarrila el final de su cuarta promoción de alumnos con una tasa de empleabilidad disparada y un centro académico convertido en polo de atracción de talento para la ciudad

11/04/2016 - 

VALENCIA. El dato es preclaro: el 91% de los alumnos que han estudiado en el campus valenciano de Berklee College of Music trabaja en la industria de la música. Desde que abriera sus puertas en 2012, 1000 personas de más de 40 nacionalidades se han convertido en casos de éxito a partir de sus cuatro másteres. Sin embargo, para entender semejante realidad en positivo cabe analizar el detalle: entre esos hitos con nombre y apellidos, dos de los más destacados trabajan en multinacionales como Spotify o The Orchard (gigante editorial de la música y el audiovisual online).

Es el fruto de un enfoque académico que parte con la premisa de entender la industria de la música como “global”, “muy competitiva” y, sobre todo, más allá la dualidad laboral enfocada por el academicismo desde hace siglos: ser solista o ser docente. Lo destaca la nueva directora ejecutiva de Berklee en Valencia, María Martínez Iturriaga, ligada al proyecto desde que se activara en 2008. La línea ascendente de esta licenciada en Administración y Dirección de Empresas (Universidad Autónoma de Madrid) y grado superior de Piano (Real Conservatorio Superior de Música de Madrid) se disparó tras su periplo estadounidense, donde trabajó para AEA Consulting, la Brooklyn Academy of Music, el New York City Center y como agente musical en proyectos internacionales.

Máster en Administración de Artes Escénicas (New York University) y miembro de la Abram Wilson Foundation Advisory Board, Iturriaga ha acabado por coliderar el ambicioso proyecto valenciano de Berklee. Una academia de elite para el mundo, gran desconocida para buena parte de los vecinos de la ciudad, y que asienta su base en unos locales anexos al Palau de les Arts (donde invirtió más de seis millones de euros en equipamiento). Con su nombramiento como excusa, nos aproximamos a partir de su testimonio al tangible crescendo que la institución non for profit ha ido protagonizando en la ciudad, vinculándose –ahora ya sí- como principal influyente en su actividad cultural y social.

-Desde su puesta en marcha y además de los intensivos de verano, Berklee Valencia ha sumado un máster (los cuatro: en Industria Global de la Música y el Espectáculo; en Composición Musical para Cine, Televisión y Videojuegos; en Innovación en Tecnología Musical; en Enseñanzas Artísticas en Interpretación de Jazz y Música Moderna en Estudio) y ha multiplicado sus acuerdos con otras universidades para la acogida de alumnos. ¿Entre los objetivos de la empresa está seguir ampliando la oferta de titulaciones?
-No hay un objetivo cuantitativo con respecto a las titulaciones. La idea es consolidar los cuatro másteres y el resto de programas y mantener la búsqueda de la formación de más alta calidad, especialmente en las áreas que ahora ofertamos porque son las que han convertido a Berklee en pionera desde los años 70.

Foto: EVA MÁÑEZ -¿Tampoco hay unos objetivos cuantitativos en el número de crecimiento de estudiantes en el campus?
-Precisamente estamos en un momento de análisis en torno a si tenemos más capacidad, pero no va a ser relevante el sentido cuantitativo. No hemos dejado de crecer paulatinamente, pero sin perder el objetivo de la calidad. No obstante, al ser una entidad sin ánimo de lucro, en un sentido empresarial los objetivos siempre son quedarnos en un punto muerto económico. Todo lo que excede, se destina a becas. De hecho, el campus de Valencia todavía no ha llegado a ese punto y se han destinado desde su apertura 3.320.000 dólares en becas para fomentar la diversidad del alumnado, que es una de las bases de trabajo de Berklle College of Music.

-¿Qué valoraciones se manejan en Boston de los primeros años del proyecto en Valencia?
-Inmejorables. En cuatro cursos ya han pasado más de 1000 alumnos de casi 50 nacionalidades y a través de nuestros departamentos hacemos análisis de cómo han continuado sus carreras tras su paso por Berklee: el 91% está trabajando en la industria de la música. Como destino, por esos mismos datos que recabamos, sabemos que no nos hemos equivocado. Valencia está siendo una sede clave para atraer talento, tanto de alumnado como de profesorado, que además ha empezado también a quedarse en la ciudad.

Berklee ha destinado 3,3 millones de dólares durante sus primeros cuatro años en becas a alumnos del campus en Valencia

-Cuando en 2008 se inició el proyecto de Berklee en Valencia, el campus se iba a instalar en la Torre de la Música, un edificio de 100 metros de altura para 1000 alumnos por curso. La megalomanía que descartó la crisis sirve como ejemplo para entender el cambio social, económico y político que ha vivido la ciudad. ¿Cómo se ha interpretado desde Boston?
-A lo largo de las últimas décadas, Berklee ha tenido ofertas muy importantes de otros países para abrir un segundo campus. Por ejemplo, de Japón o de India. Sin embargo, cuando surgió la opción de Valencia, se hicieron una serie de estudios y sus conclusiones siguen prácticamente intactas. Nos dimos cuenta de que Valencia es una ciudad que es un destino top para los estudiantes, llena de vida, accesible y muy segura, algo esencial para que los padres de muchos alumnos estén tranquilos al enviar a su hijo al extranjero. Pero también es un centro cultural en un país como España, y como ciudad tiene una riqueza histórica y cultural que es muy importante para nuestros alumnos. Si son creadores y son artistas, necesitan formarse en un lugar capaz de inspirarles. Todo eso permanece intacto, igual que la función que ejerce como nexo de conexión con Europa y Latinoamérica.

-Garantizadas esas bases del proyecto, ¿cómo han percibido los cambios sociales, económicos y políticos en la ciudad?
-Todos esos cambios no nos han dejado indiferentes y por supuesto que se analizó durante el proyecto si era o no un destino muy estable. Boston estuvo atento a la inestabilidad, pero decidió quedarse. Recuerdo que hubo un momento en el que el presidente dijo que teníamos un compromiso y que nos íbamos a quedar, que habíamos hecho una promesa y que se lo debíamos a los valencianos. En ese momento, hace años, todo el mundo se alineó [recordemos que fue el propio director del centro, Guillermo Cisneros, el que descartó la Torre de la Música como sede antes de la apertura del primer curso].

- O sea, que el proyecto ha tenido algún punto de inflexión al respecto.
-Es lógico. Tenemos que estar atentos al entorno y a cualquier cosa que pueda afectar a la viabilidad del proyecto. No ha sido fácil y cabe destacar que esta era la primera vez para Berklee de muchas cosas en décadas. El éxito y lo importante, pese a las dificultades que puede tener un proyecto así para cualquier organización, es aguantar y aguantar, creer en el proyecto. Ocho años después, desde el momento que empecé yo también, han pasado más de 1000 chavales.

Foto: EVA MÁÑEZ

"El entramado social y musical de las bandas de música deja alucinados a los alumnos de Berklee"

-Y el campus se ha ido dejando notar en la ciudad, especialmente durante los dos últimos cursos a través de salas de jazz, festivales, otros conciertos… ¿Se fomenta activamente desde Berklee?
-Es uno de nuestros objetivos. La música es una manera muy rápida de crear vínculos y es fascinante cómo los alumnos se mueven por la ciudad. Ahora ya hay una serie de locales, festivales e industria con la que nos hemos ido familiarizando, pero tenía que surgir de manera natural. Por supuesto que el campus ha de servir para el enriquecimiento de esa industria y se nota más movimiento porque hay más alumnos, más conciertos… [en las paredes del campus hay decenas de carteles de conciertos con participación de esos alumnos en actuaciones de música africana, electrónica, experimental o sinfónica. Iturriaga los repasa durante la visita, casi como una agenda propia]. Es un objetivo dentro de nuestras prioridades estratégicas.

-¿Cuáles son esas prioridades?
-Conectar el proyecto con la ciudadanía, con la industria y con el mundo educativo de conservatorios, escuelas y sociedades musicales, razón primordial por la que escogimos Valencia. Tambén, aportar y fomentar el posicionamiento de Berklee Valencia como proyecto de interés internacional en el ámbito de la formación musical sobre todo vinculado a la innovación. Y, por último, seguir apostando por el talento y fomentando el acceso a formación a través de becas propias o en colaboración con otras entidades.

-Una de esas becas está ligada a la Federación de Asociaciones Musicales de la Comunitat Valenciana. ¿Cómo es su relación?
-Muy buena. Nos vemos a menudo para poder hacer proyectos conjuntos, como los que hemos hecho con las dos bandas de Buñol y la de su conservatorio, con la del Poblet de Quart o la del Puerto. En ese sentido, puedo decir que para los alumnos del campus de Berklee [de los másteres, solo 17 han sido españoles; siete valencianos] el entramado social y musical de las bandas de música es algo que les deja alucinados.

-Por el lado de la formación a partir de conservatorios y sociedades musicales, existe una realidad en cuanto al enfoque de las salidas laborales, en las que el futuro como gran solista o como profesor parecen los dos escenarios primordiales. Además, es extraño encontrar aristas hacia la vanguardia incluso en la formación superior, algo mucho más habitual en las artes plásticas y visuales. ¿Percibís desde Berklee ese marchamo? ¿A partir de vuestra relación, fomentáis precisamente esa apertura hacia la innovación y una industria de posibilidades más amplias?
-La tradición del mundo de las bandas es muy importante; tiene mucho valor. No obstante, desde la federación me consta que sí se fomenta, o al menos últimamente, una apertura hacia la innovación. Ellos conforman un movimiento que es social, es educativo y es musical o cultural. En esos tres pilares están desarrollando unas líneas estratégicas para ver hacia dónde va el mundo de las bandas. Nosotros nos hemos ofrecido para poder ayudar y convertirnos en aliados, ya que Berklee ha sido pionera durante muchos años en el mundo de la música y las artes. Pero he de decir que ese conocimiento es compartido, porque nosotros también tratamos de conocer cómo han evolucionado y cómo se han gestionado.

Foto: EVA MÁÑEZ

-Pero en el sentido de los estadios laborales, es muy evidente, desde la propia nomenclatura de las titulaciones, cómo vosotros formáis a profesionales para una industria musical diversa. No sé si percibís ese choque en torno al conocimiento de posibilidades.
-Por un lado, es cierto que la música aporta mucho valor desde el propio estudio, desde la práctica, y es importantísimo. La gente que quiere profesionalizarse, por otro lado, tiene un abanico de posibilidades enorme. Pero sé cómo se enfoca desde la formación más tradicional porque, entre otras cosas, hice la carrera de piano en España. Se nos forma para ser solistas u opositar. Son salidas profesionales importantísimas, sobre todo porque hacen falta buenos profesores. Sin embargo, la industria va mucho más allá. La misión de Berklee es formar a músicos para la industria de ahora, pero sobre todo para la del futuro. Y es eencial el conocimiento, porque si la música tiene muchísimas especializaciones, no podemos reducir todo a formar parte de una orquesta o de un conervatorio. De hecho, nosotros no formamos únicamente para que el alumno sepa componer la música o interpretarla, sino a orquestarla, a grabarla, a producirla, a gestionar un festival, a contratar a músicos, a ser manager, a conocer la música electrónica, a hacer música sintetizada, a crear los propios sintetizadores, a entender cómo se integra con las artes visuales, el cine, los videojuegos… si tu como músico no sabes que existen todos esos campos de especialización, nunca vas a poder acceder a ellos.

-Y, en ese sentido, ¿qué aportan a los músicos de la ciudad?
-Informamos a los conservatorios y hemos hecho varios encuentros sobre empleabilidad y salidas profesionales. Para ganarse la vida en esta industria, que es global y muy competitiva, el músico tiene que saber hacer muchas cosas. Al menos, conocerlas y entenderse en ese sentido amplio. Hay que ser bueno en todo lo que puedas y especializarte en algo de ello. Nuestros másteres, de hecho, son muy especializados, pero la información con respecto a otros procesos es constante. Está muy bien que yo sea un gran intérprete del piano, pero es imprescindible que sepa cómo se graba, cómo se produce, cómo se distribuye, qué son los derechos de autor… En definitiva, como decía Paquito de Rivera, menos de la mafia, cuanto más sepas, mejor [ríe].

Estados Unidos aporta el mayor número de alumnos, seguido de China e India

-La situación económica de la industria no es ajena a los objetivos de la institución que, por otro lado, es non for profit [tanto organizativa como fiudiciariamente, hay distancia entre esa etiqueta corporativa y las entidades sin ánimo de lucro españolas]. ¿Hay una analogía entre el espíritu non for profit de Berklee y el inicio de la carrera de los músicos? A veces, parece como que si el sistema comercial invitase a partir de cero en las aspiraciones económicas de los profesionales.
-Nosotros lo tenemos claro: si no respetamos y valoramos económicamente el trabajo que hacemos, estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado. Pero es una lucha constante. La gente ha de ser consciente de que el músico tiene que cobrar y somos conscientes también de que en las salas cobra el que pone las luces, el técnico, el de la barra… pero el músico… y si no hay músico, no hay música. El trabajo se tiene que reconocer, valorar y cobrar. Es cierto, por otro lado, que la música es una disciplina que genera muchas satisfacciones, que se hace con la pasión con la que te sumerges 12 o 14 horas en un proyecto y ni comes porque estás imbuido en lo que estás haciendo, pero una cosa no sirve para confundir la otra.

Foto: EVA MÁÑEZ

-Lo que queda claro a partir de la experiencia de Berklee en Boston y ahora en Valencia es que la movilidad laboral es un agente importante.
-La música es una industria global y formamos a los alumnos para que tengan esa visión. Se dan varios casos: alumnos que vuelven a sus países a trabajar, gente que se queda en España, en Valencia, y gente que se va a otro país a partir de experiencias que han surgido en Berklee. Ese sabemos que es otro de los valores añadidos, el networking.

-¿De dónde llega la mayor parte de los alumnos de Berklee?
-La mitad llega desde Estados Unidos [cabe apuntar que los másteres completan en muchos casos la formación de los profesionales de Berklee en Boston], y los siguientes dos países que más alumnos aportan son China e India. No obstante, en los cursos intensivos de verano la mayor parte del alumnado es europeo y dentro de Europa, España es el principal país en número de alumnos en esos cursos.

-Si Valencia estaba llamada a ser un enclave para que Berklee se conectara a la industria de la música europea pero también como puerta de acceso natural a alumnos de Latinoamérica, ¿podemos decir que ha calado mejor la primera de estas opciones durante estos primeros cursos?
-Bueno, era una conclusión que Valencia iba a ser un vínculo a España como centro cultural y a Latinoamérica. No obstante, Latinoamérica mira mucho hacia Estados Unidos y muchos de sus alumnos van a Boston. El 15% de los que han pasado por aquí son latinoamericanos y si que es cierto que a Boston le interesaba mucho conectar con la industria de la música europea. Es muy distinta y abre unos campos muy interesantes para sus alumnos. De hecho, nosotros hacemos grabaciones todos los años, de final de máster, en Londres. El año pasado las hicimos en Abbey Road y este año vamos a AIR Studios. Y además de eso estamos presentes en festivales de música europeos importantes como Sónar, The Great Escape…

-No obstante, en cuanto a oferta de títulos, intentáis no competir con Boston.
-Exacto. Trabajamos de forma coordinada para expandir y ampliar posibilidades de los alumnos en el mundo.

Foto: EVA MÁÑEZ

-De vuelta a la ciudad de Valencia, otra de las marcas de la casa es vuestro fomento de becas captando. ¿Con cuántas trabajan actualmente?
-Son muchas y serán más en pocos años. Fundación Conexus, Fundación Endesa, Fundación Caja Canarias, la buena relación con Cacsa [acaba de iniciarse la programación todos los viernes de primavera de los ‘Conciertos en el lago’, de acceso gratuito; también se celebra el TEDx Berklee Valencia en el Oceanogràfic], somos un centro adscrito a la Universitat Politècnica de València, hacemos conciertos con SGAE, también nos hemos comprometido con asociaciones como la Música para el Autismo (Mua), Fuvane (niños con parálisis cerebral), la Fundación InnDEA del Ayuntamient de Valencia…

-Con el trato a partir de todas ellas y de los alumnos, tras ocho años en el proyecto, ¿cómo se siente una madrileña formada en Estados Unidos viviendo en Valencia?
-Estudié en Estados Unidos, precisamente, para familirizarme con la forma en la que operaban las non for profits. Mi perfil encajaba en el desarrollo del proyecto y desde hace ocho años me siento parte de Valencia. Vivo aquí y hablo maravillas de la ciudad. A menudo cuando me preguntan lejos de aquí dónde vivo, me pongo a hablar de ella… y no paro. Se esta creando una energía muy interesante, porque es asequible, porque es rica culturalmente, porque está conectada en apenas horas con toda Europa, porque Berklee está aquí… Esa energía va a dar muchos frutos y estoy totalmente convencida de que Valencia va a dar que hablar en apenas unos años.

Actualmente, en Berklee Valencia trabajan 40 empleados full time, entre los que se encuentra el equipo gestor, administrativo y docente, además de 39 profesores habituales que dan algunas de las asignaturas llegados desde Estados Unidos, Reino Unido, Francia y otras ciudades de España.

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