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los desencantados de la segunda transición

Ni de izquierdas, ni de derechas, ni de Ciudadanos

Se sumaron al Movimiento Ciudadano de Rivera porque creían que otra forma de hacer política era posible. Pero lo que vieron no les gustó. Estos son algunos de sus testimonios

| 13/03/2017 | 3 min, 2 seg

La Asamblea General de Ciudadanos de febrero debía servir para consolidar el liderazgo de Albert Rivera tras las batallas electorales de los últimos meses. El resultado, un 87,2% de votos favorables a la continuidad del líder mesiánico, invita a pensar en un presidente notablemente refrendado, absuelto de sus posibles errores en las negociaciones postelectorales y libre de cadenas orgánicas internas que le impidan blandir el cetro de mando. Sin embargo, algo se rompió en el cónclave naranja. La eliminación de la pata socialdemócrata del ideario y las mayores restricciones en la participación de la militancia despertaron definitivamente a muchos afiliados del sueño idílico que vivían con la marca Cs. Ahora, en los ojos de algunos ‘ciudadanos’, muchos de ellos profesionales altamente cualificados que se sumaron ilusionados al movimiento de Rivera, se observa la sombra de la decepción. Una mirada, en ocasiones una voz trémula, que se aleja de la furia para asemejarse más al dolor emocional de una ruptura amorosa adolescente: «Lo que más me molesta de todo, es que yo me lo creí», resume una exmilitante.

Plaza ha reunido a varios concejales y afiliados que decidieron dejar el partido por diferentes circunstancias que terminan por confluir en conceptos orgánicos tan viejos como los partidos tradicionales: el control asfixiante de la dirección, la necesidad de seguir la línea marcada, la falta de democracia interna o la ambigüedad política en demasiadas cuestiones. Con todo ello, nace en Ciudadanos una generación de desencantados a la que hay que sumar la surgida en Podemos; ambas primeras víctimas de la nueva política.

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Mari Carmen Ibor (Catarroja), Yolanda Santos (Aldaia), Chimo Ribera (Rocafort), José Salvador Murgui (Casinos) y José Enrique Aguar (Benetússer), son algunos concejales que decidieron poner punto final a su aventura en Ciudadanos pero mantener sus actas de concejales «para seguir trabajando por nuestros pueblos».«Nosotros no hemos cambiado, el partido es el que ha cambiado: se ha escorado a la derecha y tiene menos democracia interna», defiende Aguar para justificar los motivos por los que mantiene el acta como regidor y diputado provincial. Fue uno de los primeros en salir de la formación naranja: en torno a él, se aglutina un colectivo de damnificados que amenaza con llegar hasta la creación de una nueva plataforma política.

Las historias de todos ellos tienen un denominador común. Un desencuentro con la dirección del partido o con alguien —el portavoz local generalmente— próximo a la cúpula, que va agrandándose hasta provocar, así lo afirman, situaciones de mobbing político. 

«La portavoz local transmitió una queja al partido y, ellos, en lugar de investigarlo, lo denunciaron a la Fiscalía. Fui expulsada y poco importó que luego todo fuera archivado, de hecho me adeudan las costas, nunca se me pidió perdón ni se me readmitió. Catarroja no es muy grande y yo tengo un negocio de cara al público: un proceso como ese hace mucho daño a tu reputación», explica Mari Carmen Ibor, diseñadora gráfica que figuró como cabeza de lista a las elecciones locales.

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