Un grupo de músicas valencianas deciden no tocar en ningún acto relacionado con la conmemoración del Día de la Mujer
VALÈNCIA. La cultura es lo que hacemos de ella, lo cantaban Sleater-Kinney en la ácida ‘#1 Must Have’. Ese es el axioma invisible del que tiran un grupo de músicas que, en Valencia, se niegan a formar parte de un sistema que las viste de exotismo un día y las ignora de forma sistemática los 364 restantes. No quieren más medallas a su costa. “Desde hace varios años, para mí el 8 de marzo ha tomado realmente sentido, y todo por una decisión que tomé junto con mis hermanas y varias mujeres del ámbito musical: no hacer ningún bolo, hacer huelga”. Con sus hermanas, Vanessa Giner forma Carraixet, un grupo de herencia familiar con casi medio siglo de vida y resistencia folk valenciana. No es el único legado de sangre. “Mi madre, Carme Roig, como otras hijas del franquismo y la dictadura, no pudo ser música, ni tocar la trompeta, que era lo que deseaba. A ella en clase de solfeo la mandaban a fregar”.
Su madre abandonó, pero ellas no -a pesar de que lo pasaron “realmente mal en el conservatorio y después con los propios compañeros de profesión”-, y emplean ese compromiso para renegar de lo que hoy consideran que es el Día de la Mujer en la música. No de lo que fue. “Antes el 8 de marzo, para mí, era un día de reivindicación, por supuesto, pero sobre todo de mucho trabajo: me contrataban muchos ayuntamientos e instituciones privadas para hacer actuaciones”, explica Giner, “eso sí, a poder ser, con el caché más barato, con regateos incluidos y hasta gratis”. La instrumentista reconoce que, al final de la jornada, volvía a casa bajo una pátina de frustración: “me pagarán tarde y mal, han venido cuatro políticos a hacerse la foto y luego seguiré trabajando mucho menos por ser mujer”.
La huelga, hoy, tiene una raíz que rompe el pavimento y asoma provocando el traspiés: “nos están tomando el pelo, no me valen las actividades de discurso igualitario -decir feminismo es droga dura para estos eventos- si después pasa la semana del 8M y siguen perpetuando el machismo”. Vanessa Giner hace físico el hastío de las mujeres: “estamos cansadas de ver cómo los nuestros y los que no lo son se aprovechan de esta fecha para marcarse un tanto con temas de igualdad: entidades patriarcales que pertenecen al grupo opresor dedican una semanita al año a ayudar al grupo que ellos mismos están oprimiendo”. Es imposible que esto funcione. Lo dice ella, como música y como gestora musical independiente, y se acuerda de los festivales -“subvencionados con dinero público o privados”-.
“A estos mismos políticos que subvencionan con dinero público, con dinero de las mujeres, estos festivales machistas, les pides explicaciones y te dicen que ha sido sin querer o que no ha sido a propósito. ¿Cómo? ¿Me estáis diciendo que nos discrimináis sin querer? ¡Venga, va!”. Giner considera que la iniciativa privada “se lleva la palma también”: “empresas donde no hay prácticamente mujeres en su cartera de grupos te dicen que ellos se guían por la calidad, no de su pensamiento machista y de construcción heteropatriarcal”. La normalidad con la que digerimos carteles como el del Azkena, de nula presencia femenina, enervan a la música: “nadie nos prohíbe tocar, pero nos están invisibilizando y eso tendrá consecuencias graves en el futuro, ya que las niñas y adolescentes no tendrán referentes y sólo se verán como espectadoras, negándoles la oportunidad de ser intérpretes y creadoras”.
Vanessa Giner no es la única mujer que ha decidido parar y no formar parte de la rueda compensatoria del 8 de marzo. “Este año me negué a participar en el único acto para el que fui requerida porque consideré que muchos de estos eventos son una palmadita en la espalda que, en realidad, no se centran en resolver el problema, sino en montar una evento más”. La valenciana Neus Ferri asegura que las mujeres no necesitan “un concierto al año como escaparate de nada”: “necesitamos que se nos escuche todo el año”. Muchas veces, hacerlo público es tan importante como ejecutarlo, y Ferri agradece que otras mujeres visibilizaran su protesta al tiempo que concluye que utilizar el 8 de marzo “para decir que se cuenta con mujeres, pero no contar con ellas para nada más” desvirtúa la celebración.
La mascarada oficial (y muchas veces institucional) del 8 de marzo es lo que más les irrita. “Cuando propones un proyecto formado por mujeres o en el que participan mujeres, muchos programadores directamente piensan" esto sería bueno para marzo”, y eso es lo que molesta: al final parece que las mujeres sólo tocamos en marzo y las mismas entidades que programan a mujeres para el Día de la Mujer, el resto del año no cuentan con nosotras”. Monty Peiró (FemmeFractal, Gran Quivira) tiene claro que la pose no ayuda a resolver el problema: “su intención no es incluirnos de manera real, sino sólo en marzo para cumplir con su agenda y colgarse una medalla”.
“En los últimos tiempos se ha convertido en lo único que nos dejan a las mujeres y se nos ha empezado a quedar corto el 8 de marzo”, analiza Peiró, que deja la conclusión a Olaya Alcázar: “que no esperen que el día 8 de marzo salga con una sonrisa y agradecida porque se acuerden de nosotras un solo día al año”,avisa la pianista y cantante valenciana. “Me he pasado la vida teniendo que demostrar mi valía como músico por el simple hecho de ser mujer, porque se me ha juzgado muchas más veces por factores superficiales que por mi trabajo y mi esfuerzo”, termina Alcázar, que reconoce que nunca ha participado en ningún concierto conmemorativo del Día de la Mujer a pesar de que se lo han propuesto en más de una ocasión.
Hay alternativas a la huelga. Junto al parón que sostienen algunas mujeres de la música, al Día de la Mujer le han salido bifurcaciones en forma de acciones que pretenden resacralizar el 8 de marzo, como ‘Capgirem el 8 de Març’. “Es una campaña con la que queremos recuperar esta fecha, y que sea nuestra otra vez y no de las instituciones que fomentan el machismo”, dice la integrante del grupo Carraixet, que participó en la 3ª Assemblea de Prenem l’Escenari y el colectivo feminista Fusa Activa para presentar la campaña. “Una cosa muy importante por parte de estas compañeras es que están llevando a cabo un protocolo para gestionar las agresiones sexuales en espacios de ocio, como pueden ser los festivales”.
“Estamos más unidas que nunca”. A pesar de todo, de que el enfoque de la huelga hoy no es el mayoritario, se podrían estar sentando las bases de algo más. Existen actitudes y acciones al margen del puntual 8 de marzo que así lo indican. Como la de la base de datos de grupos compuestos por mujeres o mixtos de Fusa Activa (quienes cooperan en una red para denunciar públicamente actos donde se invisibiliza a las mujeres). “Cuando alguien nos dice que no conoce a grupos con mujeres, les indicamos dónde pueden encontrar muchas propuestas”,cuenta Giner, que también explica la campaña ‘Sempre ens Quedarà el 8 de Març’:“es una frase irónica que colocamos en cada cartel de festivales donde no hay o casi no existe presencia de músicas y la lanzamos en las redes para denunciarla discriminación hacia nuestro sector”.
“Una de las últimas cosas que he vivido es ir a tocar a una sala y notar cómo el jefe me miraba de arriba a abajo nada más entrar. Sentí su aprobación -podría no habérmela dado, claro- sólo con ese escaneo y la expresión de su cara”. Como mujer que hace música, Neus Ferri no escapa a los machismos micro en la escala, pero macro en los efectos; tampoco ahora, que se encuentra presentando su primer disco, puede esquivarlo. “Hice mi trabajo y, al terminar e ir a despedirme, se creyó con derecho a tocar más de la cuenta”, explica la cantante y compositora, que añade que desde entonces se plantea “dar la mano en lugar de dos besos” a quien no conozca: “no entiendo que por ser mujer deba ir con las manos en modo barrera por delante, por si acaso”.
Ser mujer y demostrar excelencia en el manejo de instrumentos suele activar las alarmas del cuñadismo sexista en compañeros del gremio; por otra parte, lo contrario, demostrar aparente poca pericia y tener cierto reconocimiento, también es motivo de condena masculina (paradigmático es el caso de las Hinds). Pocas salidas les quedan a las mujeres más allá de hacerse a un lado y ubicarse elegantemente en la nadería. No es lo que sucede con Olaya Alcázar: como pianista que trabaja con loop pedals, es también endorser (probadora y prescriptora de diferentes marcas musicales). “Cuando anunciaron que empezaba a trabajar con ellos hubo un comentario muy despectivo que daba por hecho que ellos habían contado conmigo y me regalaban material porque enseñaba las piernas, me vestía de forma provocativa y me pintaba los labios de color rojo”, recuerda la cantante, que termina: “no se dignó ni a poner un vídeo mío para ver cuál era mi nivel y mi trabajo, decidió juzgarme por ser mujer y por mi físico”.
Alcázar recuerda cómo hace años, cuando trabajaba en un café de Madrid, el técnico le preguntó si debían esperar al pianista para la prueba de sonido. La pianista era ella. “Qué raro, es que como eres una chica…”. Lo de Monty Peiró, con más de media vida dedicada a la música en Valencia, se aproxima un poco más a la escena inicial que narra Rebecca Solnit en ‘Los hombres me explican cosas’, cuando un amable caballero le explica un libro que ella misma ha escrito. “La falta de legitimidad para elaborar mi propio relato sobre mis vivencias y mis experiencias es lo que más me molesta”, expone la cantante, “es muy habitual que cuando denuncio algún acto machista que he sufrido, un montón de hombres me digan que no es así, que será casualidad, que no lo he entendido bien, que lo que digo no es del todo cierto, que es que cualquier cosa me parece machista”. “Que busquen la manera de quitarle validez a mi propia experiencia es algo que me resulta muy molesto y me pasa constantemente”, termina.
Todas coinciden en que queda tanto por hacer que a todos nos dará tiempo a aprender a pronunciar en perfecto nigeriano el nombre de Chimamanda Ngozi Adichie. “Falta mucha solidaridad, pero no sólo femenina, ahí está el error”, explica Olaya Alcázar y con su “no sólo es un problema de las mujeres, también de los hombres” enlaza con Neus Ferri: “creo que cada vez somos más y estamos más unidas, y no solo nosotras, sino que cada vez somos más las personas, hombres y mujeres, que nos damos cuenta de lo que hay y de cuánto queda”. “Aun así”, matiza, “avanzamos a paso lento”.
“A mí me gustaría que hiciéramos una huelga y que ninguna mujer aceptara tocar el 8 de marzo para denunciar que un día tan importante se haya convertido en una obligación que no está contribuyendo a mejorar nuestra situación el resto del año”. El condicional de Monty Peiró anticipa la realidad: “un montón de mujeres músicas en Valencia hemos debatido este año sobre si hacer o no la huelga y no hemos llegado a una cuerdo”. A pesar de que no se ha dado una respuesta unívoca, Peiró asegura que todas las mujeres con las que habla están de acuerdo: “es un debate bastante nuevo y desde todas las posturas estamos contribuyendo a plantear la necesidad de trabajar por una igualdad real y eso es algo positivo e importante”. “Será complicado, pero creo en ello firmemente”, añade Vanessa Giner después de reconocer que hay dos enfoques: el de “tocar y hacerse visible este día, leer manifiesto de denuncia y dedicar parte del bolo a hacer visible este problema”, y el suyo: “otras queremos hacer huelga, y la queremos a nivel estatal”.
Las reglas del juego que nunca se les consultaron a ellas, las empujan muchas veces a andar en círculos. Muchas de las mujeres que se dedican a la música dependen económicamente de marzo y de sus migas. Así se alimenta el monstruo. Al menos hasta hoy. “Para nosotras, no hacer bolos el mes de marzo significa no tener sueldo el mes de abril e incluso mayo”, evidencia Vanessa Giner, que recuerda que para ellas este mes es “como agosto para los hosteleros de la playa”. “No trabajamos lo mismo que la mayoría de nuestros compañeros y es evidente que es un tema delicado. Todas tenemos familia, pero el año pasado ya lo hicimos, y sobrevivimos”.
“Sigue haciendo falta que nos movilicemos y hablemos más, yo la primera”, reflexiona Neus Ferri, que en 2016 rechazó participar en un festival de cantautores “porque la organización se había dado cuenta de que no tenían ninguna mujer en el cartel”. “Agradezco que aunque fuese tarde se diesen cuenta de lo que habían hecho, pero ni siquiera me conocían ni me habían escuchado jamás, solo querían un nombre femenino con que amainar las críticas”. Esa es una de las acciones que reclama Vanessa Giner, tanto para ellas como para sus compañeros de gremio: “les pediría que ejerzan el acto de insumisión y no suban a un escenario para participar en un festival discriminatorio hacia nosotras”. Giner tiene claro que “no sobra activismo”, pero que son “las suficientes para tirar del carro”, y apela a “educar al público para que sepa analizar, además del contenido de la obra, de la canción, de cualquier expresión artística, en qué contexto se la están ofreciendo”.