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LOS DÍAS DE LOS OTROS

Iñaki Uriarte: ¿un diarista oculto o de culto?

8/02/2017 - 

VALENCIA. Se tiene la extraña concepción del diario como una escritura de segundo acto. Primero hay que demostrar que tu vida u obra bien vale un diario, es decir, un registro minucioso y pormenorizado de tus días que los demás ansíen hurgar. ¿Por qué ibas a escribir un diario si no eres un tipo especialmente conocido? ¿Pueden salir diarios brillantes de vidas desconocidas? ¿Por qué no pensar en un diario como un género mismo sin más aditamentos que esa propia obra? Me pregunto todo esto leyendo uno de los mejores diarios escritos en nuestro país en la última década: brillante, irónico, inteligente. Y, atención: ¡contemporáneo! Porque sí, es posible leer diarios que nos expliquen lo que está sucediendo ahora, sin más espejo retrovisor que el de los meses o algunos pocos años.

La obra de la que hablo son los Diarios de Iñaki Uriarte, que constan de tres volúmenes (1999-2003 / 2004-2007 / 2008-2010) publicados en la editorial riojana Pepitas de calabaza, aquella que tiene como lema: “Una editorial con menos proyección que un cinexín”. Abordo los diarios de Uriarte en su segundo volumen. Pienso qué ocurría en mi vida entre aquellos años 2004 y 2007. Hago un recuento rápido: acabo la carrera, paso el verano en Formentera siendo camarera, empiezo el doctorado en cine en Madrid, estoy sola en Madrid, estudio mucho, sigo estando sola, leo como si no hubiera un mañana, veo mucho cine, vuelvo a Formentera a trabajar sirviendo paellas mixtas, empiezo mi a escribir mi tesis sobre Rainer Werner Fassbinder, estoy menos sola. Ese sería un resumen certero y abundante de aquellos años. 

Mientras tanto, Iñaki Uriarte, escribía una pieza extraordinaria que fue recibida en su tiempo como una rareza (¿un tipo escribiendo sobre el presente, sin más?) y que con los años se ha convertido en obra de culto. Uriarte es un escritor que nació en Nueva York en 1946, que es de San Sebastián pero vive en Bilbao con su mujer María y su gato, y al que le gusta veranear en Benidorm. Un tipo apenas conocido que vivió el Mayo del 68, estuvo en cárcel, tuvo sus fracasos personales (divorcios y muertes), que asistió a incendios y noches de fiesta, incluso en el mismo día. Con tal peripecia, sería lógico pensar que su diario estaría más cerca del de Joe Orton, del que ya hablamos aquí en alguna ocasión: un dramaturgo con una vida turbulenta y agitada que imprimió también a sus textos. Iriarte, por el contrario, parece vivir en la paz, en una de esas películas francesas de Françoise Ozon donde la sosegada intelectualidad todo lo calma. Sin embargo, el lector puede adivinar el misterio y la llama que hay debajo.

Una de las características de estos Diarios -celebrados por personalidades del mundo cultural como Enrique Vila-Matas, Antonio Muñoz Molina o Marcos Ordóñez- es la ausencia de fechas de cada entrada. De este modo, el escrutinio parece más complejo e intrincado. A cambio, se consigue crear la ilusión de un monólogo eterno de un hombre cuya personalidad es irresistible. A este diarista le interesan todo tipo de asuntos:

- Misterios literarios:

Escribe en El Mundo una columna un día a la semana. Me cuenta que solo compra El Mundo ese día y solo para leer lo que él ha escrito.

- El paso del tiempo:

“Me ha dicho que estoy muy guapa”

“Me ha dicho que estoy muy joven”

“Me ha dicho que tengo los huesos mejor de lo que corresponde a mi edad”

- Su condición de vasco:

Me gustaría saber euskera, claro, como me gustaría no haber fumado nunca. Pero en mi vida he intentado hacer nada para remediarlo.

- La religión:

Hoy, hasta Ratzinger tiene gatos. Y llegará el día en que no haya papas y seguirá habiendo gatos.

- Misterios cotidianos:

Me asombra que se pueda ser un genio haciendo reír y un tonto hablando en serio.

- España y sus cosas:

Yo creo que el anticatalanismo es la esencia del nacionalismo español. A cualquier español-español, le rascas un poco y sale el anticatalán.

 Estas son únicamente algunas de las múltiples perlas que contienen los diarios de Uriarte, una lectura obligatoria para aquellos que quieran vacunarse contra las convenciones, los alaridos desmesurados, la óptica del mundo desde el prisma del odio y la inquina. Uriarte, que bien podría haber fabricado a un personaje llamado Iriarte y que narrara con brillantez sus diarios, sería uno de los mejores analistas de nuestro. Uno que sabría explicar mejor que nadie la guerra cainita de Podemos; el robo de unas joyas por valor de 30.000 en vez de los Goyas de aquellas que las llevaban (ya no hay estilo ni para robar); el catálogo de titulares que los distintos medios han dado a la encuesta del CIS; la constante manía de este país por querer destrozarlo todo y a todos. Y lo haría, por supuesto, con Montaigne, Proust o Stendhal como compañeros de viaje. Y lo haría, desde luego, con el humor y la ironía como estandartes. Y lo haría, finalmente, señalando que los momentos felices y los momentos aciagos nunca son tantos, ni tan devastadores, ni tan brillantes.

Iñaki Uriarte, dijo en una ocasión Muñoz Molina, es Baroja sin amargura o Josep Pla sin aislamiento. Es -digo yo ahora- la celebración de la vida, con sus complicaciones pero con la desacralización de los momentos históricos a los que parecen abocarnos cada día. “La vida va de pocas cosas importantes, apréndelas y disfrútalas, insensato”, parece que oigo susurrar al libro recién terminado. Y casi puedo ver a Uriarte en pijama y zapatillas, tomando notas, hablándome desde la mesa de su cocina. Y puedo oler el café. Y su inteligencia.

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