El presidente acierta en el escenario y en su mantra de coser la Comunitat, aunque no emite ningún nuevo anuncio y falla en fijar la que probablemente es su prioridad para el próximo año: la creación de empleo
VALENCIA. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, pronunció este viernes el segundo mensaje de fin de año de la legislatura tras su llegada al gobierno en 2015. Un discurso de algo más de siete minutos quizá demasiado disperso en el que no ofreció ningún nuevo anuncio ni una hoja de ruta clara sobre cuáles son sus prioridades para el ejercicio entrante.
El escenario fue acertado. El jefe del Consell, tal y como informó Valencia Plaza, sacó su discurso del Palau de la Generalitat y lo llevó a la Casa-Museo Miguel Hernández en Orihuela dado que en 2017 se cumple el 75º aniversario de la muerte del poeta. Una iniciativa que concentra una de las máximas de Puig de la legislatura: fomentar la vertebración territorial de la Comunitat Valenciana. No en vano, a lo largo de su mensaje repitió hasta en cuatro ocasiones la palabra "coser" -"esta tierra", "una sociedad", "la riqueza", "la fractura social"-, un verbo que se ha convertido en mantra para el presidente en el que, posiblemente, es uno de los objetivos más loables de la legislatura.
Ahora bien, el discurso en líneas generales, al margen de que la propia ejecución no fue la mejor, quedó en cierta medida difuso. Sin que hubiera un titular novedoso ni tampoco una idea fuerza definitiva y concreta que marcar en rojo en las páginas del calendario a estrenar en 2017. Así, por ejemplo, se viene insistiendo en las últimas semanas desde el entorno de Puig en que el próximo ejercicio se centrará en la creación de empleo: una misión que en el mensaje quedó notablemente diluida. "Más de 50.000 personas han encontrado empleo en 2016", fue la única vez que el presidente utilizó esa palabra, para después mencionar casi de pasada entre los éxitos de futuro de su gobierno el que los valencianos "encuentren trabajo" o la "lucha contra el insoportable paro".
Sí es cierto que el presidente, que ha terminado el año con una intensa agenda económica, puso énfasis en la necesidad de "reconstruir" la economía valenciana, haciendo hincapié en cifras de crecimiento y recalcando que todos los indicadores "están por encima de la media de España", un mérito "único" y "exclusivo" que atribuyó a "los trabajadores y los empresarios que cada día con su esfuerzo dan energía a la sociedad", en lo que fue otro de sus argumentos más afortunados. No obstante, en este punto la intervención, se adentró en la "reparación de derechos", mezclando la Ley de la Función Social de la Vivienda, la Ley de la Renta Mínima Garantizada así como el impulso para la transformación del modelo productivo a través de la Agencia Valenciana de la Innovación, lo que dispersó en cierta medida el bloque económico del mensaje.
Tampoco la intervención tuvo un tono especialmente reivindicativo. Por supuesto, Puig mencionó -aunque solo en una ocasión- la necesidad de "una financiación justa", un párrafo que vino precedido de una de las frases posiblemente más bonitas y acertadas del mensaje: "Ningún error pasado puede dar cobertura a la discriminación en el presente". En esta línea, el jefe del Consell aseguró, no sin una buena dosis de optimismo, que el año que queda atrás ha sido el "principio del fin de la invisibilidad de los valencianos", para augurar que 2017 debe ser "el principio del fin de la discriminación". Un frase que casi contiene la promesa de que el próximo ejercicio vendrá con nuevo sistema de financiación bajo el brazo que, habrá que verlo, beneficiará a los valencianos.
Por otro lado, el presidente sí ocupó un espacio amplio dentro del discurso para equiparar los "valores de siempre de los valencianos" que se estremecen "con el sufrimiento ajeno de los refugiados", dirigiendo la crítica a una Europa que necesita recuperar "su altura de miras en defensa de los derechos". Un mensaje muy en la línea del que suele pronunciar la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, y que, aunque posiblemente acertado, ocupó un protagonismo quizá excesivo en un discurso para los valencianos de a pie.
Fue la recta final de un discurso que se inició con una cita de Miguel Hernández y de Raimon, con guiño incluido a policías, bomberos y personal de emergencias por su trabajo durante el temporal de días atrás y el pésame a las familias y amigos de los fallecidos por las inundaciones.
Puig, dentro de la buena localización del discurso y su corrección en los asuntos tratados, desperdició posiblemente una buena ocasión para ofrecer un titular o, al menos, establecer un orden de prioridades concreto ante los valencianos. No hubo mensaje unívoco ni objetivos especialmente destacados, en una intervención a la que le faltó cafeína, contenido y fuerza, teniendo como virtudes únicamente el realismo y la templanza del propio presidente.
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