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EL CABECICUBO

Ser un anciano de la España vacía

Un corto documental español premiado en certámenes europeos de cine presenta el perfil de algo que nos es tan poco ajeno, pero sí desconocido muchas veces, como el de un anciano de un pueblo de Teruel

24/09/2016 - 

VALENCIA. Estamos en Valencia y quizá haya pasado inadvertida la publicación de La España vacía’, de Sergio del Molino. Es un ensayo sobre la España que no es Madrid ni el litoral. Un lugar sujeto a cientos de tópicos, frases hechas y maledicencias varias –recuerden que Pablo Iglesias ha perdido las elecciones mesiánicas por culpa de los viejos de los pueblos que votan mal, según decían sus fans en las redes- que despierta todo tipo de sospechas por muchos motivos, pero uno de ellos destaca: por puro desconocimiento. 

En esta columna reseñamos recientemente el programa de la Televisión de Castilla y León sobre la vida en esto que llamamos “España vacía”. Su título Me vuelvo al pueblo parecía querer hacer incidencia en el fenómeno de los neorrurales, gentes que abandonan la ciudad y regresan al pueblo. A veces como evocando un pasado edénico que quieren recuperar. Como el libro de Del Molino explica, es un paso que no tiene nada de romántico. La vida rural es dura y solitaria. Basta el retrato de los neorrurales de Fago, en Huesca, que el autor pudo conocer tras cometerse el asesinato del alcalde de la localidad. 

Cualquier realizador estadounidense que fantasea con las truculencias del medio oeste de su país tendría aquí un filón. Del Molino hablaba de personajes que desconfiaban unos de otros, estados de paranoia, deseos de volver a la urbe gris y nada bucólica, pero segura y fácil. 

Un documental de Línea 900 en, cómo no, La 2 de TVE, ya advirtió de que no era jauja el retorno con todos los trastos a la aldea. Precisamente, aparecía en él Manuel Grima, el alcalde de Fago, un año antes de ser asesinado, y su asesino condenado, Santiago Mainar, ya advirtiendo de que no le gustaba el edil. Ambos hablaban de que la vida rural tenía sus vicisitudes. Particularmente, de lo que acusaban al alcalde era de no dejar empadronarse a nuevos ciudadanos que pudieran quitarle el báculo por cuatro votos. Luego aquello acabó como acabó. 

Fuera topicazos

No obstante, los acercamientos a nuestro entorno rural no tienen que estar siempre ceñidos al abandono y la crónica de sucesos. Al menos, ese enfoque es lo que encontramos en ‘Leoncio’ un corto documental que fue proyectado en el Teatro Nacional de Budapest en el Faludi Youth Film Festival y que encontramos ahora en YouTube, y que versa sobre algo tan prosaico como un anciano natural de Fuentes Calientes, en Teruel. Esa tierra que en el libro ‘La España vacía’ se definía como una Siberia del sur de Europa puesto que tenía una de las densidades de población más bajas del continente. 


El documental aborda la situación de este hombre desde un punto de vista psicológico. No se recurre a escenarios postapocalípticos ni a estereotipos sobre el lugar. En Teruel tienen muy claro quiénes son y dónde viven y no necesitan subrayarlo. Pero aún así sorprende y emociona escuchar las primeras frases, cuando se explica que este anciano se levanta a las seis de la mañana y se va al campo cada día porque si no se pone a pensar en que su mujer está en el cementerio, junto a sus hermanos, con la mayoría de personas que conoció durante su vida y que prefiere tener el coco a otras cosas. Su hijo dice que conoce todos los lemas de la inteligencia emocional sin haber leído una línea sobre el tema en su vida. En realidad, el pueblo aragonés en cuatro dichos desmonta toda la obra de Paulo Coelho sin que se les descoloque el cachirulo. 

Leoncio tiene 89 años y descubrimos la relación que tiene con María, la mujer que le cuida, con quien ha ido estableciendo algo más allá del cariño. Le vemos cómo se acicala por las mañanas. Escuchamos sus opiniones, sobre los curas por ejemplo, que dice con rigor aragonés, y eso va más allá del rigor que usted y yo conocemos, que a los curas les tienen que gustar las mujeres sí o sí, que es imposible que no. “Si los caparan no, pero como no los capan”, sentencia. 

Los de ciudad viven peor

La ciudad no le gusta. La gente va muy rápido y sin pararse a hablar con los demás. Escaparates y semáforos, no hay más, proclama. “El trabajador cuando sale del trabajo se tiene que ir a ver la televisión, como yo”. No acepta que se diga que en el pueblo se está peor que en la ciudad porque para él no es así. 

Cuando Leoncio se encuentra con sus amigos tenemos conversaciones hilarantes sobre los piercings de los jóvenes. ¿Llevarán en la seta? Se pregunta. “Ahí los cascabeles”, contesta otro. Por las tardes le vemos viendo la telenovela y opinando sobre la marcha “¡No ves que te quiere hostia!”

Javier Cirujeda es el autor de este corto documental. Preguntado por qué puso el ojo en algo que suscita tan poco interés a priori afirma que para él era al revés: “siempre pensé que mi abuelo era carne de película, sus chistes, sus frases, su poca vergüenza. Cuando se rodó el corto el hombre, aunque no lo parezca, se pasaba meses en Zaragoza en el hospital por un cáncer que le iba jodiendo muy, muy lentamente, pero cuando llegaba al pueblo se transformaba: conducía, paseaba, comía... y pensé que podía relacionar ese estado de ánimo que el pueblo proporciona a la gente mayor y del que nosotros, me incluyo, nos estamos olvidando, con su vida y su forma de ver las cosas. El hombre murió al año y pico de rodar el documental, llegó a cumplir los 90”. 

Al final del corto Leoncio expresa su opinión filosófica sobre la muerte. “La veo como todo el mundo, cuando te toque, te toque. No me imagino nada, me imagino que de los que han muerto nadie ha vuelto”. También es aplicable a esa España vacía.

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