VALÈNCIA. Los analistas, estrategas y gurús de diverso tipo aciertan poco, pero suelen contar historias que funcionan. Es por eso que atraen a un buen número de parroquianos a sus sermones, ya sea en persona o a través de sus publicaciones. En el fondo sabemos que el futuro está en movimiento, pero escuchar al experto y a sus historias acerca del PIB, las expectativas y los resultados nos hace sentir mejor. No toleramos bien la incertidumbre, y la promesa de que alguien la cambie por una bonita historia nos encanta. Queremos creer.
Las investigaciones, sin embargo, dicen que el porcentaje de acierto de los contadores de historias no supera siquiera el lanzamiento de una moneda. Siempre hablando en promedio, nos convendría hacer lo contrario de lo que nos cuentan, y ganaríamos dinero. Hay una razón para esto, y es que muchos de ellos se oponen a los ciclos como cualquier otro inversor.
Los ciclos forman parte de todos los aspectos de nuestra vida, también del mercado. Sabemos que estamos en medio de un ciclo cuando hay diferencia de opiniones, que permiten el intercambio de acciones. Pierde el que se opone a la dirección general del mercado, por supuesto.
Cuando el mercado va bien, los agoreros no dejan de vaticinar el gran crash, ese que hará pequeños a los anteriores. Cuando el mercado va mal, los oportunistas explican por qué “es momento de comprar”, y se puede oír el peligroso “estamos formando un suelo”. Me acuerdo de esa frase en la época del pinchazo tecnológico, cuando descubrimos que llegados al suelo siempre se puede excavar.
¿Y cuándo terminan? Precisamente cuando todo el mundo se ha puesto de acuerdo: Todo el mundo ha comprado ya y se ha subido al tranvía, y por tanto sólo pueden bajarse. Lo contrario ocurre tras un mercado bajista al llegar la capitulación, en la que el pequeño inversor lo vende todo.
Escribimos esto en un momento de máxima complacencia, con la volatilidad en mínimos de 24 años, un mercado letárgico en EE UU y eufórico en Europa y la sensación de que todas las pruebas quedaron atrás: Brexit, Trump, Francia… Somos capaces de todo. ¿O no?
El trimestre ha sido bueno en cuanto a resultados y ventas, pero las valoraciones siguen altas. La mayor parte de compañías ha comunicado una previsión negativa para el trimestre siguiente, y Trump tendrá que conseguir más de 60 votos para que avancen sus promesas de mayores consecuencias (la reforma fiscal y la sanitaria). Los republicanos cuentan con 52 así que no será nada fácil, menos aún tras despedir al director del FBI.
Es sin duda un momento de una gran complacencia, de máximo acuerdo, que invita a dejarse llevar sin pensar, ignorando cualquier amenaza, y es justo cuando los profesionales tienen su menor exposición en el año (según el NAAIM) y el sentimiento está más negativo (según la AAII). Suena a agotamiento.
Por todo ello creemos que añadir riesgo a las carteras justo cuando mayor complacencia encontramos es un error, nos cuenten lo que nos cuenten. Nuestro consejo, desde la independencia, siempre ha sido el mismo: No se trata de adivinar, sino de adaptarse.
Alejandro Martínez es socio director de inversiones y cofundador de EFE & ENE Multifamily Office
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