El diseño gráfico no está reconocido en la industria del cine. Pese a ser indispensable para el imaginario colectivo de las películas y clave en el marketing cinematográfico, sigue sin ser considerado como categoría creativa, técnica ni artística
VALENCIA. Como buena carta de presentación que es, y como elemento principal en la comunicación de la promoción, el cartel de una película será visto y recordado por mucha más gente que espectadores tendrá. Será el elemento gráfico más expuesto gracias a las campañas de publicidad que han pasado de aparecer en páginas de revistas o banners a colarse en tus redes sociales y en anuncios virales. En el mejor de los casos, el cartel de una película pasará a formar parte del imaginario colectivo, de la iconografia del cine, o por el contrario será olvidado haciéndole un flaco favor al filme.
El cartel hablará de la película al igual que una marca o una identidad corporativa contarán la historia de una empresa, ya que la función clave del diseño es mantener la coherencia en el encargo. Actualmente en España son pocos los estudios profesionales que se reparten la cartelera, sin un nivel especialmente competitivo, poco definido y muy homogéneo, evidentemente incomparable con países donde el cine mueve una industria mayor, cuidada y respetada, donde la cultura no es menospreciada. Y es algo que viene de lejos, ya que históricamente no ha habido una edad de oro del cartel de cine español, aunque sí es cierto que echando la vista atrás hay pinceladas de maestría cuando han sido profesionales del diseño (y no especializados en el sector del cine) los que se han encargado de la comunicación en forma de cartel. Entonces había menos producción y probablemente los tiempos de trabajo eran mayores, sin el intrusismo de que quien tiene un ordenador puede hacer un cartel, con otras técnicas y mucho más mimo, con destacables tándems que dieron pie a maravillosos carteles de Cruz Novillo para Berlanga o de Óscar Mariné para Almodóvar, marcando además tendencias gráficas en los 70s y 90s respectivamente.
El diseño gráfico no está reconocido en la industria del cine. No hay galardones a los carteles o a los títulos de crédito, pese a su importancia como herramienta artística y técnica, pese a ser pieza fundamental de la promoción, y es por esto que, además, suelen ser encargos realizados en el último momento con prisas por llegar a la campaña y al estreno (lo cual no suele vaticinar buenos resultados).Y así es como un año más, y van treinta, no hubo Premio Goya al mejor cartel.
Este 2016 se celebraba la 30ª edición de los premios que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España entrega a los mejores profesionales de veintiocho categorías artísticas, técnicas y creativas. La fiesta del cine español, donde el diseño sigue brillando por su ausencia, ya con toda una declaración de intenciones que ha sido el cambio de imagen gráfica de la ceremonia, sin una mejora notable. El insulso logo de los Premios Goya, tras 6 años manteniendo una descompensada “g” de marcado carácter tradicional inglés ha dado paso, coincidiendo con la entrada de Antonio Resines como presidente de la Academia, a otro logotipo forzado para intentar justificar algunos valores patrios, como la virgulilla de la eñe formando la “a” o el color rojo asociado a la pasión española, todo con una tipografía geométrica de influencia alemana y un resultado bastante sobrio.
El busto de Francisco de Goya como elemento gráfico en la nueva imagen también ha sufrido un restyling que a tamaños reducidos lo hace irreconocible (más bien recuerda a la luna de George Meliés), y el resto de identidad de los premios es más bien una conglomeración sin sentido y desproporcionada de elementos del logo y recursos básicos nada aprovechados. Este rediseño lo firman Alberto Labarga y Rodrigo Pascual, muy relacionados con otros proyectos del mundo del periodismo y con experiencia no demostrada en el ámbito del diseño profesional ya que se hace difícil encontrar un portfolio o web que recoja sus trabajos como diseñadores. Desde este punto de vista se entiende que una institución como la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España no sepa reconocer el diseño en sus Premios ya que lo desconoce desde su base.
Este pasado sábado la gala de los Goya recurrió a directores, guionistas, compositores, músicos, actores, productores, directores de fotografía, montadores, directores artísticos, escenógrafos, figurinistas, maquilladores, peluqueros, y así hasta veintiocho categorías, más el Goya Honorífico, para premiar y homenajear a todos estos oficios que participan de la industria. Ni un diseñador gráfico en la sala (y se notó en los grafismos).
Tanto el cartel de la película como los títulos de crédito son aplicaciones gráficas despreciadas desde los Goya, a imagen y semejanza de lo que hacen los Oscars al otro lado del charco. De hecho, el cartelismo de cine español tiende a imitar lo que hace Hollywood, sin tener en cuenta que la fórmula de cartel para una película de acción posiblemente no funcione en un drama social de corte costumbrista ambientado en la posguerra.
La conclusión al ver los carteles de las 5 nominadas a Mejor Película es que podrían ser 5 carteles de cine norteamericano, noruego o suizo, correctos y sin ninguna aberración compositiva ni tipográfica, con la fotografía muy cuidada, pero sin la magia de ser parte de la película. El estilo es global, ya no existen casos como la escuela de carteles polacos. Son un posado de actores (al menos los de Un día perfecto de Fernando León de Aranoa con cierto propósito) que es el formato fotográfico acostumbrado, una forma de tratar como imbécil al espectador, un gancho por el elenco de actores y no por la historia, evitando a toda costa la seducción de un buen diseño de cartel con más de una lectura superficial.
Si nos vamos a la categoría de Mejor Película Documental la cosa cambia por completo. Será lo que tiene un género minoritario, reducto de espectadores con más pretensión que el mero entretenimiento, sin miedo a dobles lecturas en un cartel ni a interrogantes en el guión, y es donde encontramos 4 propuestas interesantes, en las que las fotos de los actores brillan por su ausencia, y cada obra contiene un juego diferente para anunciar la película. Retórica pura.
Podemos salvar otros carteles, como el de tendencia cuqui de Requisitos para ser una persona normal (Leticia Dolera, 2015), el misterioso Negociador (Borja Cobeaga, 2015), el doble juego de simulación en diferido de B (David Ilundain, 2015), el duro y cuidado El Rey de La Habana (Agustí Villaronga, 2015), el toque naíf de Amelie en Un otoño sin Berlín (Lara Izagirre, 2015) o el homenaje a los carteles de Saul Bass por parte de El Corredor (José Luis Montesinos, 2015). Pero el conjunto general de todas las películas de la gala recuerda más bien a una exposición de trabajos finales de alumnos de diseño gráfico que a la representación de lo mejor de un sector que mueve en España más de mil millones de euros. Como carta de presentación es contradictoria al nivel real de profesionales que hay en el cine español, desde actores a compositores pasando por las otras veintitantas categorías.
Decíamos que de entre las 24 categorías de los Oscars de Hollywood tampoco hay reconocimiento al diseño de cartel ni al diseño de títulos de crédito, aunque en la primera edición (en 1929) de los premios que concede la Academia Norteamericana de las Artes y las Ciencias Cinematográficas sí que llegó a concederse un Oscar a las mejores cartelas escritas a mano (aquellos letreros tan característicos del cine mudo), aunque este premio, que podría haber sido el preludio de alguna categoría como las que reclamamos, se extinguió al año siguiente. Ahora, con la 88ª edición a la vuelta de la esquina (el 28 de febrero será la ceremonia desde el Dolby Theatre), vuelve a surgir como cada año el debate mediático respecto a si deberían incluirse estos nuevos premios gráficos, aunque de momento siguen sin ser incorporados (ni se les espera).
En Estados Unidos también tienen los Emmy, galardones enfocados a la industria de la televisión (cada vez más cercana a la del cine), concedidos por la Academia Norteamericana de Artes y Ciencias de la Televisión. Este año los Emmy llegarán a la 68ª edición, y aunque hasta verano no se sabrán los candidatos, en este certamen se premian también los progresos y las contribuciones a la ingeniería y aspectos tecnológicos, así como una categoría específica para el Mejor Diseño de Títulos de Crédito.
Los títulos de crédito pueden arruinar el visionado de una película o, por el contrario, introducir magnificamente al espectador en la atmósfera que el director ha preparado. Es precisamente por el reconocimiento que la industria norteamericana les ha dado, que empresas norteamericanas como Prologue, Imaginary Forces, Elastic o The Mill se han especializado en este formato convirtiendo California en la meca mundial del diseño de títulos de crédito.
Los Premios César son la correspondencia francesa a los Oscars, aunque con la mitad de ediciones (nacen en 1976), creados desde la Academia del Cine Francés y con un total de 19 categorías. Este certamen galo premió el Mejor Cartel de 1986 a 1990, pero tras concederse durante esos 5 años, la categoría desapareció.
De vuelta a España, los Premios Feroz, creados en 2013 por la Asociación de Informadores Cinematográficos de España, fueron pioneros en otorgar un premio al mejor diseño de cartel. Hace apenas unas semanas se celebró la 3ª edición en el Gran Teatro Príncipe Pío de Madrid, donde el Premio al Mejor Cartel fue para la diseñadora Natalia Montes de la agencia User T38 por su obra para Requisitos para ser una persona normal (Leticia Dolera, 2015), un cartel distinto y “poco normal”.
Siguiendo con este foco hacia un futuro próspero para el diseño gráfico dentro del cine, más allá de freelances o ilustradores puntuales hay referentes como la citada agencia User T38 o Barfutura, y nombres como Pablo Dávila, con una larga trayectoria en el campo del marketing cinematográfico. Dávila, junto a Ana Linde, llevan tiempo implicándose de manera muy activa en hacer prosperar el diseño para el cine, con frutos como la incorporación hace un par de años de una nueva categoría en los Premios Proyecta de Marketing Cinematográfico (iniciativa surgida en 2013 por alumnos de la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya). Así, desde 2014, estos premios dedicados a difundir la importancia del marketing en el sector cinematográfico, premian también al diseño gráfico con su PREMIO FOTOGRAMAS al MEJOR CARTEL de ESTRENO.
El cartel de una película es un arma de marketing potentísima. Santiago Segura, el genio español del marketing cinematográfico, llegó a encargar al ilustrador norteamericano Drew Struzan (autor de los inconfundibles carteles de Star Wars, Indiana Jones o Regreso al Futuro) el cartel de Torrente 3 y los históricos resultados en taquilla le avalan.
¿No hay Premio Goya al Mejor Cartel por falta de calidad en el sector del diseño destinado a la industria del cine? ¿O hay falta de calidad por no haber reconocimiento desde la propia industria? Si entre los objetivos de la Academia que organiza los Goya está el fomento del progreso de las artes relacionadas con la cinematografía, tal vez sea el momento de que revisen todos estos oficios, técnicas y disciplinas que intervienen en una película. El diseño es un engranaje más dentro del conjunto de los profesionales de la industria, y por tanto ya va siendo hora de que también se reconozca su excelencia.