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DISEÑO PARA EL PENSAMIENTO

Una decena de carteles para contar el último siglo de València

Recopilamos cartelería mítica valenciana para elaborar un recorrido histórico por un siglo de cambios,avances y retrocesos en la ciudad.

10/07/2017 - 

VALÈNCIA. Si bien una ciudad se puede contar por sus olores y sabores, en un lugar como València, con su legado artístico e industrial ligado al cartelismo, la historia de esta capital podría construirse a partir de sus carteles.

La propia cartelería institucional valenciana sirve para narrar los orígenes del diseño y también su decadencia, tomando como referencia el uso que las instituciones han ido haciendo de los carteles, desde la función anunciadora al compromiso político.

Así es como comenzamos este recorrido por el cartel de Arturo Almar para la Gran Feria de Valencia de 1898. Pinturas costumbristas y una marcada herencia del cartel modernista francés, así como de elementos propios del Art Nouveau, motivos florales y la exaltación de la mujer, que en años posteriores mutarían hacia el recurso del azahar, las naranjas o la figura de la fallera, dándole así un sello personal al modernismo valenciano. Así eran los carteles de principios del siglo pasado, enormes formatos que venían de ser casi exclusivamente composiciones tipográficas hasta incorporar la pintura como si fuesen prácticamente lo que hoy día más bien llamaríamos cuadros.

Treinta años después, en 1929, se edita el primer cartel de Fallas. El encargo, realizado por la Sociedad Valenciana de Fomento del Turismo al maestro José Segrelles, hoy día pasaría perfectamente por un trabajo de ilustración actual y moderno, así por su juego tipográfico.

Puesta en perspectiva, la década de los años 30 es probablemente la más rica en cuanto a autores y carteles valencianos, debido a la inminente proclamación de la II República donde Valencia jugó un importante papel a nivel cultural, algo que se notó en las artes en general donde se inicia lo que hoy día conocemos como diseño, con pintores y cartelistas al servicio comercial de marcas o anunciando las distintas festividades regionales.

Y entre estos artistas encontramos al mítico Josep Renau, autor del anuncio de Valencia como “jardín de España” para promocionar al país por encargo del Patronato Nacional de Turismo.

Para Fallas de 1932 Rafael Raga Montesinos firma el cartel municipal, un cartel que condensa las influencias vanguardistas y del Art Decó que marcaron la tendencia de la década, y que como curiosidad incluía un escudo de la ciudad que ochenta y cinco años después es más contemporáneo que el de hoy día.

El colorido cartel de la Gran Feria de Valencia de 1934, de Cabedos Torrent, es una alegoría a los valores republicanos en todo su esplendor, a la vez que exalta la valencianía con los únicos elementos que visten a la mujer que simboliza precisamente a la II República. Con una amplia sonrisa, brazo izquierdo en alto, peinetas falleras, portando una Senyera y mostrando los pechos es como sintetiza todo lo contrario a otras etapas oscurantistas españolas, relacionando directamente la alegría con este período. Es curiosa esta oposición de valores incluso a la hora de representar la Monarquía de forma totalmente enfrentada, con un porte serio y neutro en cuanto a colores, donde no se muestra a la ciudadanía sino al mandatario, y nunca en gesto alegre o de celebración.

Hace un par de años, el Museu d'Història de València acogió la muestra La Festa de la Modernitat, una recopilación de carteles de la Feria de Julio, y circulaba por entonces el rumor de que la imagen de la exposición iba a ser este cartel del 34, pero fue censurado por el gobierno municipal de entonces. Censura en diferido, con carácter retroactivo a ochenta y tres años, algo que habría hecho las delicias de Cospedal pero al parecer fue cosa de sus compañeros de partido valencianos.

La obra de Renau para Las Arenas realizada en 1935 para anunciar el balneario sitúa al cartelismo valenciano en primer nivel internacional, el mismo año que Cassandre realiza su Normandie y con enormes paralelismos en cuanto a influencias y estilos. Un cartel que ya es mítico y reinterpretado por otros diseñadores como por ejemplo Paco Bascuñán apenas hace un par de décadas para señalizar las paradas del tranvía de València, al igual que el “jardín de España” comentado antes.

Esta estética decó fue conformándose siempre destacando simbologías y elementos muy locales como las naranjas o las falleras. Este lenguaje gráfico, al llegar la Guerra Civil, fue adaptado para ponerse al servicio de la propaganda, desde una València que por aquél entonces era capital de la República. Era el lenguaje que la ciudadanía había visto en las calles, en anuncios y en revistas, y el compromiso político de los autores de los mismos les hizo saltar de la noche a la mañana de anunciar elementos de consumo a mensajes propagandísticos.

Es, entre cientos de ellos, el caso del cartel de Arturo Ballester para la Conselleria de Cultura i Propaganda con su cartel de 1936 enfrentando la cultura del progreso contra la esclavitud del fascismo. Gracias a estos cartelistas la modernidad llegó a València, como muy bien atestiguó el año pasado la exposición La Modernitat Republicana del MuVIM.

Precisamente en esta muestra del MuVIM que reunía la mayor exposición sobre la modernidad republicana valenciana, un cartel de la Gran Feria de Valencia de 1939 aparecía enfrentado al de 1934 visto anteriormente.

Este cartel de 1939, firmado por José Bellver y Manuel Diago, era el primero ya en el régimen de Franco, y supuso un golpe importante frente a los carteles predecesores. Un fondo negro, con frases de enaltecimiento al nuevo mando fascista y la simbología dando un giro de 180 grados, escenificaba el cambio político y social.

Precisamente la iconografía franquista encontraba en estos carteles un potente arma de adoctrinamiento, erradicando la alegría que despertaban los carteles anteriores y recurriendo a elementos como la bandera nazi para anunciar la Feria Internacional de 1942 en el cartel firmado por Calandrín, uno de los autores que se quedó en ese bando mientras quienes habían apoyado a la cartelería republicana tuvieron que cargar con penas de prisión o exiliarse, en el mejor de los casos.

Las siguientes décadas transcurrieron, desde el punto de vista cartelístico, sin mayores altibajos. Cabe destacar, dando un gran salto, el cartel de la Fira de Juliol de 1989 de Doménec Morera, ya que por un lado deja constancia del gran momento que supuso la época para el cómic valenciano y por otro representa la última etapa en la que profesionales del diseño o la ilustración se presentaron a los concursos del Ayuntamiento.

En la cartelería y el diseño institucional hay una especie de exilio profesional a partir de los años 90, motivado por la desprofesionalización desde la administración de los concursos y los encargos, lo que se ve de inmediato reflejado en los carteles lanzados desde Ayuntamiento y otros entes, llegando a un deplorable y preocupante nivel desde 2010 a 2015.

El cambio político en la Comunitat Valenciana hizo salir al diseño institucional valenciano de la UVI, y por tanto continúa hoy en día este recorrido para recordar València a través de sus carteles, desde Fallas y Feria, Guerra, postguerra, auge y decadencia.

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