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ANÁLISIS

Expectativas electorales de 
PP y PSOE ante el 20-N

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA. 11/08/2011 "La incertidumbre estriba en si el PP logra la mayoría absoluta o se queda a las puertas. Tan favorables son las circunstancias que sin la cual podría hablarse de relativo fracaso o flaqueza de última hora..."

VALENCIA. Tras muchos meses de cavilaciones, el adelanto de las Elecciones Generales al próximo día 20 de noviembre permite clarificar un tanto el panorama político. Se trata de unas elecciones aparentemente más que decididas, tanto por la estimación de resultados en los sondeos como por la apabullante derrota del PSOE en las recientes Elecciones Municipales y Autonómicas. Y, sobre todo, por la crudeza de la crisis económica, que no tiene visos de mejorar en el corto o medio plazo. El PSOE fió durante meses la prolongación de la legislatura a la confianza en que, al final, "todo mejoraría" y se llegaría a marzo de 2012 con lo peor de la crisis ya superado. Pero este cambio de tendencia no sólo no se ha producido, sino que el agravamiento sistemático de la crisis ha convertido paulatinamente en utópicas las expectativas electorales de los socialistas.

PRONÓSTICOS

Proliferan ya los sondeos de medios de comunicación, así como el más reciente barómetro del CIS, que incorporan el supuesto "efecto Rubalcaba", es decir, el atractivo del candidato del PSOE para los votantes ex socialistas. Consistente, más allá de sus virtudes objetivas o las que se le intuyen, en que no es Zapatero. Y queda claro que el "efecto Rubalcaba" no es suficiente. Los pronósticos son demoledores: entre 7 y 16 puntos de diferencia. Entre una victoria cómoda del PP y otra aplastante.

Es cierto que aún faltan varios meses. Que todavía restan votantes indecisos, sobre todo entre los votantes que en 2008 dieron su apoyo al PSOE, y que quizás el decantamiento definitivo de estos votos acabe beneficiando a los socialistas. También es cierto que la mayoría de los sondeos que se están haciendo hasta la fecha se basan en muestreos muy pequeños, de mil personas o menos, y que en muchos casos ni siquiera aventuran un reparto de escaños. Pero la distancia parece tan grande, y tan consolidada, que cuesta pensar en un escenario de victoria del PSOE. Tanto es así que los sondeos que establecen un reparto específico de escaños otorgan mayorías absolutas al PP, como es el caso de las encuestas del Periódico de Catalunya  (PP 176-180, PSOE 133-137), La Gaceta (PP 178, PSOE 128) o La Razón  (PP 183-186, PSOE 118-121)

No da la sensación, en efecto, de que estemos ante unas elecciones competitivas, con incertidumbre respecto de la victoria (como en 1993, 2004 e incluso 2008), sino que más bien parece un "cambio anunciado", como en los comicios de 1982 y 1996. Ahora bien, entre 1982 y 1996 hay sustanciales diferencias. En 1982 el PSOE consiguió la mayor victoria de la democracia, con 202 escaños (48,3% de los votos) frente a 107 de Alianza Popular (26,5%), es decir, 95 escaños de diferencia. Catorce años después, en 1996, el PP acababa con el período de hegemonía socialista por los pelos, por un escaso punto y medio de diferencia y quince escaños (156 frente a 141 del PSOE).

Parece complicado, pero no imposible, que se superen las coordenadas. Es decir, que el PP consiga más de 202 escaños, o que el PSOE se hunda por debajo de los 107. Asumiendo que los resultados oscilarán dentro de esta amplísima horquilla, la cuestión es: ¿qué resultado podría ser aceptable para cada uno de los grandes partidos?

ESCENARIO DE MÍNIMOS

La principal incertidumbre estriba en si el PP, previsible vencedor, logra la mayoría absoluta o se queda a las puertas. Tan favorables son las circunstancias que parecen obligarle a conseguir mayoría absoluta o casi absoluta, sin la cual podría hablarse de relativo fracaso o flaqueza de última hora. Pero lo crucial, como es obvio, es llegar al poder. Una, hoy inverosímil, derrota, sin duda supondría la dimisión fulminante de Mariano Rajoy al frente del partido (ya le costó lo suyo mantenerse al mando tras la derrota de 2008). Pero la victoria -cualquier tipo de victoria, incluso por la mínima-, sería suficiente. Con 156 escaños, repitiendo la victoria de Aznar en 1996 (es decir, con sólo dos escaños más que los que consiguió en 2008), el PP gobernaría. Ya están tendidos los puentes con CiU y con CC para conseguir sus apoyos para una hipotética investidura.

Y ello porque el PP que llega a 2011 ya no es el mismo que en 2008, que generara un amplio rechazo entre todos los demás partidos como consecuencia de su extremismo heredado de la época de Aznar. Su estrategia de perfil bajo, de no hacer ni decir nada (salvo la machacona solicitud de Elecciones) y dejar que el Gobierno se erosionase merced a la inmensidad de la crisis, permite cimentar una victoria mucho más centrada en la pérdida de votos del PSOE (hacia la abstención y hacia otros partidos, incluido el PP), en su pérdida del Gobierno, que en la presentación de un proyecto alternativo. El proyecto del PP es, en ese aspecto, muy parecido al de Rubalcaba: "Vótanos: no somos Zapatero". Pero, como es obvio, resulta mucho más creíble.

¿Qué es suficiente para el PSOE? Algunos creen en la posibilidad de una remontada de última hora, de desafectos al PSOE que acaben votándole por la combinación del "miedo a la derecha" con la dialéctica del voto útil. Una remontada similar a la que propició Felipe González en 1996, cuando acabó a sólo quince escaños de Aznar (156 frente a 141). Pero, incluso aunque esto se haga realidad en parte y algunos votantes, actualmente en la abstención o en otros partidos, "vuelvan al redil", no parece que en ningún caso esto vaya a ser suficiente para superar al PP.

Por supuesto, todo indica que en el PSOE casi todo el mundo firmaría otra "dulce derrota" como la de 1996, una derrota que sea menor de lo esperado y que permita salvar los muebles. Pero, si el objetivo de mínimos del PP es ganar, ¿cuál es el del PSOE? Su suelo electoral se ubica, en la ya remota convocatoria electoral de 1977, en los 118 escaños. La UCD, vencedora en aquellas elecciones, obtuvo 165. Pero en el contexto de actual bipartidismo, mucho más consolidado que en 1977, 118 escaños implicaría una sólida mayoría absoluta del PP, cercana a los 190 escaños, o incluso superior. Y, sin embargo, resulta un escenario más que verosímil, a la luz del profundo desgaste electoral y de los datos de intención de voto que se manejan hasta la fecha.

DESPUÉS DEL 20-N

Si llega al poder, incluso aunque no consiga mayoría absoluta, el PP lo hará en condiciones similares a 1996, donde su victoria vino antecedida por los excelentes resultados de las Elecciones Autonómicas y Municipales de 1995: y así, concentraría el poder de la mayoría de comunidades autónomas y de los ayuntamientos más importantes, así como el Gobierno central. Si consigue mayoría absoluta, el escenario comenzaría a parecerse a la victoria socialista de 1982, y que poco después acabaría por perfilar su predominio político de más de una década con su victoria en las Elecciones Municipales y Autonómicas de 1983.

La gran diferencia con dicha situación, naturalmente, está en la profundidad de la crisis económica, que ahora se antoja mayor que a principios de los ochenta, y con mucho menor margen de maniobra por parte del Gobierno: si la crisis se prolonga durante mucho más tiempo, o si la recuperación no es todo lo rápida y contundente que espera la ciudadanía, la erosión electoral comenzará a afectar al PP como ahora lo está haciendo con el PSOE. Pero, eso sí, con cuatro años por delante para intentar enderezar el rumbo.

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(*) Profesor Titular de Periodismo en la Universitat de València

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