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una escapada en fallas 

Viajamos a... Róterdam

Sin renegar de sus históricos molinos ni de su imponente puerto, la cosmopolita Róterdam se distingue por su modernidad y numerosos hitos urbanos

| 05/03/2016 | 6 min, 52 seg

RÓTERDAM. Referirse a Róterdam como el Manhattan del Mosa, el omnipresente río que forja su carácter hasta su abrazo con el Mar del Norte, quizá sea exagerado, pero nadie puede poner en duda que la ciudad holandesa exhibe una de las siluetas más espectaculares del norte de Europa.

El impactante perfil arquitectónico y su condición de mayor puerto de Europa son los principales rasgos de identidad que han situado a Róterdam en una posición privilegiada en la liga de las ‘otras’ ciudades europeas como Leipzig, Lyon o Gotemburgo. Urbes pujantes que a menudo quedan eclipsadas por las grandes capitales con las que compiten, pero que en los últimos años exhiben un dinamismo que las hace merecedoras de la atención de los viajeros inquietos por moverse al margen de los circuitos habituales.

Tras quedar prácticamente asolada durante la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción del centro de la ciudad es un compendio de todas las tendencias arquitectónicas que se han ido sucediendo desde el ecuador del siglo XX. El resultado es una geometría urbana que puede resultar desconcertante pero que está plagada de interesantes iconos y rarezas como las archifamosas Casas Cubo, el edificio de la biblioteca municipal y sus enormes tuberías de ventilación amarillas o la fábrica Van Nelle, un antiguo tostadero de café recientemente reconocido por la Unesco como icono del modernismo holandés. Al norte, el recientemente inaugurado Luchtsingel, un experimento urbano financiado a través de crowdsourcing en forma de intrincada estructura de pasos para revitalizar este área, es el último ejemplo del dinamismo social y cultural que está situando a Róterdam en el mapa.

el mÁs importante de esos hitos urbanos es el mercado de Martkhal

Pero el más importante de esos hitos urbanos es el mercado de Martkhal, inaugurado hace justo un año en el corazón de Róterdam y que está llamado a convertirse en uno de sus símbolos más reconocibles junto al puente de Erasmo.

El mercado cubierto más grande de Holanda se ubica dentro de un imponente edificio en forma de herradura. El Financial Times acaba de dedicarle un artículo en el que lo compara con la influencia del Guggenheimde Bilbao en la transformación del núcleo urbano. La planta baja alberga casi cien puestos de comida y bebida con orientación gourmet, para tomar o para llevar que van desde delicatessen dulces de toda clase hasta paradas de típicos encurtidos o quesos holandeses. La construcción forma una gigantesca bóveda decorada en su interior por un colorido mural de 11.000 metros cuadrados que muestra imágenes de alimentos en tres dimensiones. Todos los pisos superiores están dedicados a apartamentos.

Markthal, animadísimo a cualquier hora, es el punto de partida o destino lógico de cualquier itinerario por el centro, que en su mayor parte puede ser recorrido a pie o en bicicleta. No lejos de allí, merece la pena dedicar unos minutos a explorar el interior de la Iglesia de San Lorenzo (St. Laurenskerk), el único edificio medieval que quedó en pie tras los bombardeos de la Luftwaffe, tal y como atestiguan las fotografías históricas que se exhiben en su interior.

La avenida Binnenrote, que se extiende a los pies de la catedral, acoge los domingos por la mañana un interesante mercado de comida callejera. A escasa distancia, el Ayuntamiento de Róterdam es otro de los contados vestigios anteriores a 1940 que lograron mantenerse en pie. La cara más vanguardista de la ciudad se erige a la otra orilla del río Mosa, en el área conocida como Kop van Zuid, antigua zona portuaria reconvertida hoy en la vertiente más radical —y vertical— de la arquitectura local a la que se recomienda llegar a pie por el puente de Erasmo, un ingenio de 800 metros de largo sostenido por un pilar de 139 metros de altura al que se encuentra unido por 32 tirantes. También conocido como ‘el cisne’ por su inconfundible silueta, la obra ideada por el arquitecto holandés Ben van Berkel el auténtico emblema de Róterdam.

Las casas cubo

En el barrio de Kop van Zuid se encuentra el edificio más alto de Holanda, el rascacielos Maastoren (165 metros) o el imponente De Rotterdam, una verdadera ciudad vertical con una original com- posición en varios cuerpos y 160.000 metros cuadrados de superficie en el que merece la pena detenerse para disfrutar de las vistas desde el bar de la séptima planta. Justo al lado, el centro Las Palmas parece desafiar a los anteriores con su horizontalidad y formas redondeadas. En su interior alberga uno de los restaurantes más afamados de la ciudad y el muy recomendable museo de fotografía.

Cosmopolita e inquieta

El punto exótico a tanto coloso de acero y cristal lo aporta el Hotel New York, un establecimiento con encanto a orillas del río que aún mantiene la esencia de la vieja Holland America Line, el lugar des- de el que a principios del siglo pasado partieron miles de emigrantes hacia América del Norte. La barbería vintage del sótano bien merece una visita. Pero tamaño despliegue de edificios singulares o debería llevar al viajero a caer en el error de pensar que Róterdam es un cascarón sin alma. Lo más interesante de la ciudad late precisamente en las entrañas de esas estructuras en forma de galerías de arte, tiendas de diseño y locales de moda por los que salir de marcha que constituyen uno de los principales atractivos de esta joven y cosmopolita urbe que presume de contar con habitantes de casi doscientas nacionalidades. Lo que convierte a Róterdam en una de las ciudades europeas de moda es precisamente su vibrante escena cultural y una maravillosa variedad de establecimientos en los que la nueva hornada de artistas y diseñadores locales dan salida a sus creaciones.

El epicentro de ese dinamismo cultural y de la animada actividad nocturna de Róterdam es la calle Witte de Withstraat, eje artístico de la ciudad entre el museo marítimo y el Boijmans van Beuningen, uno de los museos más interesantes de Holanda por su colección de arte clásico y moderno que incluye obras de Bosch, Rembrandt, Van Gogh o Dalí con atractivas exposiciones temporales y un guardarropa que no deja indiferente. A lo largo de Witte de Withstraat las galerías de arte se alternan con los anticuarios y las concurridas terrazas de establecimientos de moda como Bazar (Witte de Withstraat, 16), uno de los preferidos por los locales en el que se sirven platos tradicionales de la cocina árabe a precios razonables. Toda la calle está adornada con carteles luminosos col- gantes que acompañan al visitante en su recorrido con palabras tan sugerentes como Love, Cool o Witte.

Róterdam es una escapada perfecta de fin de semana, pero su cercanía a Ámsterdam y la posibilidad de realizar interesantes excursiones la convierten en una opción conveniente también para estancias más largas. A menos de una hora y media de agradable paseo en barco por el río Mosa se encuentra Kinderdijk, un conjunto de 19 molinos de viento que data de 1740 y que constituye el mejor lugar de Holanda para contemplar estos colosos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Uno de los molinos está habilitado como museo sobre el funcionamiento y modo de vida de las familias que los habitaban. Además de por el recorrido a través de las pintorescas calles de la población que se atraviesan hasta llegar al conjunto de molinos y canales, la excursión merece la pena porque permite llevarse una de las imágenes más hermosas que se pueden contemplar en los Países Bajos.

(El reportaje se publicó en el número 12 de la revista Plaza).

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