Aquel 9 de julio de 1391 marco la historia y vida de València y sus gentes, pese al olvido al que hoy más de seis siglos después se afanan en ocultar en el baúl del silencio. Es hora de recuperar nuestra historia, de agradecer la memoria delos valencianos judíos que dieron su vida en esta ciudad a la que amaban
VALÈNCIA.-Recordamos aquel 9 de julio de 1391 en Valencia. Un día caluroso de intensa actividad en la Plaza del Mercado en las inmediaciones de la judería, en la actual plaza de la Reina. Mercaderes y viajeros daban cuenta de las noticias que llegaban del asalto a la judería de Sevilla auspiciados por el fanatismo del arcediano de Écija, provisor y administrador del Arzobispado de Sevilla Ferran Martínez. Aquella fue la chispa que encendió las envidias, odios de plebeyos, nobles y burgueses. Un mes antes del asalto los sastres cristianos había pedido al Consell de Valencia amparo frente a la pujanza delos sastres judíos siendo sus reivindicaciones atendidas. Otro de los contenciosos lo planteaban la ampliación de la prospera judería a lo que se oponían vecinos cristianos así como desde el Hospital de San Juan que alegaban no querer atravesar la judería para ir al centro de la ciudad.
Ese 9 de julio la plaza del Mercado estaba a rebosar, casi desbordada de gente llegados de todos los lugares para comprar abastecerse y otros para alistarse en la campaña de Sicilia o asistir a las incendiarias homilías en medio de la decadencia de una sociedad cristiana empobrecida frente a la pujanza y expansión que la judería valenciana experimentaba, inmersa en su ampliación y la relevancia adquirida en la administración de la Corona.
El reclutamiento era una salida temporal para vagabundos y maleantes, pero también la ocasión para alcanzar los favores y gloria de manos de la realeza. La mesa de alistamiento fue colocada junto al muro de la judería en la confluencia de la calle Mar con la Plaza de la Reina. La tropa reclutada estaba a las ordenes del Infante Don Martín, Duque de Montblanch, hermano del rey Juan I cuyas tropas aguardaban en el Grao de València a las galeras para ser embarcadas junto a los los voluntarios reclutados en la ciudad rumbo a tierras de Sicilia para mayor gloria de la Corona de Aragón. Las autoridades de la ciudad estaban sobre aviso de posibles disturbios que advertía de la gravedad de los sucesos ocurridos con anterioridad en Andalucia y Castilla exigiendo a los responsables de la ciudad que se respetara a los judíos porque “eran arcas y tesoros nuestros”.
Las noticias del asalto de juderías en Sevilla se extendían como la pólvora por los viajeros llegados a València para enrolarse en la campaña de Sicilia
El Consell de la ciudad se había reunido con anterioridad al 9 de julio con los Adelantados (representantes) judíos para evitar un posible ultraje a judíos. Se adoptaron medidas contundentes como el levantamiento de horcas en las inmediaciones del recinto de la judería para intimidar a quien osara atentar contra los valencianos judíos, así como vigilancia nocturna y el derribo de dos casas colindantes de Na Riqua y Na Escrivana para evitar la entrada a la judería de posibles asaltantes. Las cartas enviadas a Juan I y a los delegados de la ciudad Ramón Soler y Marrades en la corte real en Barcelona así como el relato de los hechos del escribano municipal en el Manual del Consell o las cartas al duque de Montblanch dan cuenta de lo ocurrido aquel domingo negro del 9 de julio de 1391. Las noticias del asalto de juderías en Sevilla se extendían como la pólvora por los viajeros llegados a València para enrolarse en la campaña de Sicilia así como por la manifiesta hostilidad mostrada por el Oficial del Obispo de la ciudad como en su día hizo su colega en Sevilla.
Era domingo. A la hora de comer un grupo de unos 40 a 50 jóvenes comienza proferir gritos “Muyren los dits juheus o´s facen cristians”. Deciden entrar a judería por la puerta de Les Figueres, en la entrada de la calle Mar desde la actual plaza de la Reina, profiriendo insultos a los habitantes de la judería y portando cruces de caña y un pendón azul con una cruz blanca. Ensalzo al arcediano de Sevilla y amenazando con la llegada de autoridades del Obispado de València con gritos conversión o muerte. Ninguna fuerza pública de vigilancia interviene. Le siguen un numero no escaso de alistados a galeras, vagabundos y alcahuetes gritando que el arcipreste de Sibiglia venía a la judería «con la cruz para bautizar a los judíos y que los que no se bautizaran serian muertos», relatan con gran detalle Francisco Danvila y José Hinojosa en base a los informes que el Rey recibiría el 14 de julio sobre lo acontecido.
Los judíos valencianos cerraron las puertas de acceso con la mala fortuna que un joven pierde los dedos de su mano lo que enardece aun más a la muchedumbre que se agolpaba a sus puertas mientras un buen numero de asaltantes siembra el terror en el interior de la judería. El infante Martín que se hospedaba en el Palacio Real es informado por los jurados de la ciudad de la revuelta y ordena a las tropas acampadas en el Grao que acudan a la judería para disolver a los amotinados y acude al lugar acompañado de su lugarteniente, el gobernador y jurados. A su llegada los valencianos judíos no quisieron abrir la puerta de Les Figueres.
La muchedumbre enaltecida logra adentrarse por la cloaca Vallador viejo que apenas contaba con la verja de madera y por las ventanas de casas colindantes del barrio cristiano. La mayoría son gentes del mar, llegados al cap i casal para alistarse en la campaña de Sicilia y armados. Al caos reinante se suman artesanos, escuderos de casas nobles, gente casada, frailes hombres de linaje que saldarían deudas quemando y asesinando a sus prestamistas. Sabían lo que buscaban, como recoge la declaración de un judío converso a Pere de Luca abogado delegado para la toma de declaraciones. La víctima cerro la puerta de su casa y tras tres horas mas de veinte hombres armados con espadas, bastones y cuchillos derribaron la puerta con arietes de madera “a fustades”, algunos con el rostro enmascarado llevándose una cajita de marfil donde estaban los albaranes de cartas de deuda, valorando sus perdidas en más de 30.000 florines de oro, salvando la vida por su conversión.
Otros no tuvieron tanta suerte. Nadiar recibió varias cuchilladas en la cara al hacer frente a los asaltantes y su sobrina Lisa, esposa de Isaac Lobin, fue violada. En su declaración pudo identificar al autor “un home de condició” por las joya de oro y sello que llevaba, un noble de la sociedad valenciana que había reunido una cuadrilla para saldar todas las deudas y prestamos con el saqueo y violación de mujeres, con el rostro tapado. Los asaltantes que habían entrado por la cloaca abren desde el interior la puerta de la judería para dar comienzo a la masacre y un salvaje saqueo masivo de cada una de las viviendas, comercios y sinagoga. Cientos de cadáveres yacen acuchillados en las calles Mar, Avellanas, Medina, Taberna del Gallo, Pollo...en las mismas calles que hoy guardan el silencio a la memoria de más de dos cientos valencianos asesinados.
un noble valenciano reunió una cuadrilla para saldar todas las deudas y prestamos con el saqueo y violación de mujeres, con el rostro tapado
En su despavorida huida el comportamiento de los cristianos no tuvo piedad. Cuando los judíos trataban de refugiarse en alguna casa no les abrían las puertas, les tiraban piedras y hasta les golpeaban con maderos. Ni la Corona, ni las tropas acampadas en el Grao o en el Consell de Valencia supieron impedir la masacre. En las actas del Consell de la ciudad se constata la dimensión del saqueo y la masacre perpetrada por lo que al día siguiente las autoridades dispusieron controles para recuperar lo robado a los judíos.
Los accesos a València fueron cerrados a cal y canto en mismo 9 de julio. Otra de las primeras medidas fue la expulsión de todos los castellanos “e altres venuts de Castella”. El 14 de julio informan al Rey que habían levantado horcas para ahuyentar a la gente de cualquier acto contra los judíos. Ser organizan batidas para recuperar los bienes de judíos y se ordena “colgar de inmediato a un ladrón apresado”. Los Jurados de la ciudad emiten un detallado informe para el Rey sobre lo acontecido. Se informa de la recuperación de 25.000 florines, abundante ropa de seda, lino así gran cantidad de joyas y vajillas y se ordena su devolución a los propietarios comisionando en dicha labor a Domingo Masco por orden del infante Martín, hermano del Rey y en deposito del capellán real Nicolau Morató.
La extensa correspondencia entre Martín, a cargo de las tropas acampadas en el puerto de València, a su hermano Juan I da cuenta el 20 de julio de más de 100 valencianos judíos asesinados, si bien Joan de Villarrasa cifra el 10 de julio en 230 judíos asesinados y diez cristianos muertos en propia defensa. Los valencianos judíos conversos que salvaron la vida en 1391 fueron entre 2.500 a 3.000. Muchos de ellos protagonistas en los años sucesivos del siglo de oro valenciano y destacados comerciantes como los Vives, Marcha o Valeriola. Otros 562 varones lo harían en los 10 años siguientes y unos 200 permanecieron fieles a sus creencias judías en su mayoría huidos a Sagunto.
De la treintena de inculpados y detenidos no sufrieron castigo alguno. Entre los apresados y presuntos asesinos figuran miembros de la Orden de Montesa, vagabundos, escuderos, comerciantes y gentes deudoras de prestamos que nunca pagarían.
Es el propio rey quien escribe a su hermano, Jaime de Aragón, Obispo de Valencia para que no se inmiscuya en los procesos judiciales abiertos contra los alborotadores y asesinos. No en vano, la propia iglesia convierte la Sinagoga Mayor, frente al actual palacio de Valeriola, en la nueva iglesia de San Cristóbal a cargo de Marco Desplugues, como primer beneficiario con 200 sueldos que deberá pagar la Baylia en representación de la ciudad. En noviembre del mismo año el Consell de la ciudad recibe carta del Rey que comunica veinte nombres de los presos que deben ser juzgados entre los que destaca Arnaldo de Romaní como uno de los más significados en el asalto y masacre de la judería, así como Pere García uno de los cabecillas “es un dels principals enagadors e concitadors” acusado de dos homicidios. También el sastre Bartomeu Olives, el corredor Dórella Navasques, el mestre barber Frances, el fraile Berenguer de Montoliu, o Pere Navarro participante en el asalto con orden de prisión y en el caso de que fuera declarado inocente se incorporara a la expedición de Cerdeña como así ocurrió. Años mas tarde, en 1419 en época de Alfonso V perdura el proceso contra los veinte detenidos del asalto pero solo se ajusticia a cinco y se echa tierra sobre el asunto.
No hubo un castigo ejemplar, se convenio culpar a foráneos y huidos con la expulsión de los territorio de la corona a los veinte presuntos asesinos y enrolamiento de uno en la campaña de Cerdena. Tras sucesivas prorrogas y contradicciones, no se hizo justicia a los culpables de la masacre sufrida en la judería valenciana.