El marcador de nuestro título es el resultado de la confrontación, como dirían los clásicos de la geopolítica, de fuerzas centrífugas y centrípetas que moldean y hacen evolucionar (o a veces incluso involucionar) al mundo, y si me permiten con un alarde de reduccionismo vemos claramente como pierden puntos las posiciones estables y ganan enteros las apuestas por las incertidumbres
Un mundo sin reglas, sin que nadie ponga o incluso imponga orden es un mundo caótico, Abraham Lincoln ya afirmó en su famoso discurso de Springfield de 1858: "Una casa dividida contra sí misma no puede permanecer" (por cierto parafraseando a Mateo 12:25: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina; y una ciudad o una familia dividida no puede subsistir", Cristo dixit).
Y eso es lo que está ocurriendo hoy en día, vivimos en un momento de indecisiones, pues las épocas imperiales o unipolares (como la Pax Romana o USA gendarme del mundo ) pasaron, las bipolares (Cartago versus Roma o USA vs URSS) fueron laminadas por las anteriores, y hoy ante la dejación en sus responsabilidades internacionales de Barack Hussein Obama II, ya sea por cansancio de los USA o por falta de proyecto del propio mandatario saliente (empeñado en dejar una herencia envenenada a Donald Trump en política exterior, fíjense la expulsión de 35 diplomáticos rusos a escasos días-semanas del relevo presidencial), la incapacidad (económica, demográfica, etc.) aunque no las ganas de Vladimir Putin y lo desproporcionado y desequilibrado (aunque controlado gracias a la dictadura) de la China de Xi Jinping, vivimos en una multipolaridad asimétrica, multilateralismo para los estándares correctos, donde no hay reglas claras, se impone la ley de la selva, y donde los pueblos sufren, y por ejemplo transforman nuestro querido mar Mediterráneo en una gran fosa común.
Es así como el 2016 ha sido un año repleto de sobresaltos que han dado lugar a una situaciones delicadas en donde las incertidumbres se imponen a las seguridades, y si hemos de hacer un recopilatorio existen seis acontecimientos que han sorprendido a nuestras opiniones públicas, frente a tres noticias que transmiten estabilidad y despejan dudas del escenario geopolítico.
En este año que termina, muchos se han quedado perplejos de como la crisis en la Unión Europea, cuyo gran detonante, pues venia de antes, en 2015 fue la crisis migratoria, ha seguido profundizándose con el referéndum convocado por un ya malogrado político —David Cameron— el 23 de junio del Reino Unido en el que aprobaba la salida del UE, shock del que aún ni los propios británicos se han recuperado, y cuya nueva premier Theresa May tiene una difícil gestión por los problemas legales aún en la articulación del mismo y la aplicación del artículo 50 del Tratado de la Unión Europea sobre el procedimiento de retirada. Los alcances históricos de esta salida aún no se han manifestado en su plenitud y dependerán en mucho de los resultados electorales del 2017 en Europa y de la gestión de la citada crisis institucional comunitaria.
También tuvimos, y con gran repercusión para la UE, la crisis migratoria y las guerras de Oriente Medio, un golpe en Turquía a mitad de julio que no se sabe de la mano de quien llegó pero que sirvió —quid pro quo— al presidente Recep Tayyip Erdoğan para seguir en un proceso de involución histórica para ir borrando el rastro de la república laica de Kemal Ataturk que provocó la aprobación de la Eurocamara de una resolución en noviembre en la que se solicitaba la paralización de las negociaciones de adhesión de su país a la UE, con gran enfado del turco que amenazó con abrir sus fronteras y el restablecimiento de la pena de muerte.
Por otra parte en octubre se votó en Colombia contra la Paz injusta (según el resultado) orquestada entre el presidente Juan Manuel Santos y los narcoterroristas de la FARC, en una prueba de la desconexión de muchos representantes con las necesidades y demandas de sus pueblos, en estos tiempos tan complejos que vivimos.
El 8 de noviembre los norteamericanos, contra todo pronóstico y encuestas eligieron a Donald John Trump, votos dirigidos en gran parte contra las políticas de Obama y que se veían reforzados por la antipatía (y lo que representaba de establishment) de la candidata demócrata Hillary Diane Clinton, y que claramente buscan un cambio de rumbo de la política USA.
En diciembre se produjo otro mal cálculo político al convocar un referéndum Matteo Renzi para reformar la constitución italiana pues además de no conseguir sus deseos de transformación institucional, tampoco consiguió, tras su dimisión, las anheladas elecciones anticipadas para así volver en loor de multitudes.
Y finalmente una de las principales inquietudes en las sociedades occidentales, los ataques del yihadismo terrorista, que en Europa han causado un enorme estupor los ataques con camiones en Niza este verano y hace días en plenas fiestas de Navidad en Berlín, recordando unos métodos que los israelitas llevan sufriendo desde hace años (el último ataque fue en septiembre). El terrorismo es una lacra, y los españoles lo sabemos tristemente bien por culpa de la actividad separatista de ETA, ante la cual sólo cabe aplicar el Estado de Derecho, no hacer concesiones, y perseverar en la defensa de nuestros valores y en la unidad de toda la gente de bien, y como no apoyar el gran trabajo de nuestros Servicios de Inteligencia y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad coordinados con sus colegas europeos, para que sigan evitando que en nuestra piel de toro los yihadistas vuelvan a atacar, aunque recuerden que la seguridad al 100% no existe.
Ahora comenzaremos la parte menos lúgubre o que menos zozobra debe producir, la de los acontecimientos del 2016 que introducen elementos de estabilidad en nuestro entorno.
El 29 de octubre tras meses de gobierno en funciones es investido presidente Mariano Rajoy, tras una legislatura en la que todo parecía que iba a cambiar y al final se transformó en una operación gatopardo. "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie". Y cuando el bipartidismo estaba muerto o preso del miedo (como diría el líder podemita, "el miedo ha de cambiar de bando"), salió reforzado el 26J respecto 20D, pues pasaron de 215 a 222 los diputados de PP y PSOE.
Así nos encontramos en una situación de cierta estabilidad tendente a mejorar, aunque con diversas incertidumbres en el horizonte. Múltiples desafíos nos acechan, de los más graves —el atentar contra el Estado de Derecho— pues quien no cumple la ley está abocado al precipicio como muy bien expresó, eso sí, de forma suave y taimada Felipe VI en su discurso de Nochebuena. "Vulnerar las normas que garantizan nuestra democracia y libertad solo lleva, primero, a tensiones y enfrentamientos estériles que no resuelven nada y, luego, al empobrecimiento moral y material de la sociedad". Por eso están abocados al abismo los independentistas así como todos aquellos corruptos (por acción u omisión) en cuestiones políticas o económicas, que han llevado a que nuestro régimen de libertades y al gran proyecto de convivencia que es España se encuentre hoy en día cuestionado por algunos sectores.
Y por otra parte están incertidumbres generadas por los partidos, como el PSOE en su particular travesía del desierto sin haber elegido aún a su Moisés, o los nuevos partidos, unos por no desaparecer por insignificancia y nadería política al abandonar su espíritu fundacional y arrimarse en exceso al marketing, y otros que no sólo pueden continuar su declive sino que pueden explotar tras las luchas intestinas en dos bandos o mejor dicho dos liderazgos y que ya llevan produciéndose hace tiempo con purgas de precisión quirúrgica con ceses como el de Sergio Pascual (exsecretario de Organización de Podemos), Sandra Mínguez (exsecretaria de Organización de Podemos en la Comunitat Valenciana), Emilio Delgado (exsecretario de Organización de Podemos-Madrid) y el penúltimo el de José Manuel López (ya casi exportavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid) que ha manifestado que el modo de su destitución parece un "tic de la vieja política".
Otro de los elementos de aparente estabilidad, para lo políticamente correcto es la no elección del candidato del Partido de la Libertad (FPÖ) Norbert Hofer, más que la elección de Alexander Van der Bellen, y que como ya aventuré en un anterior artículo es un poco la política del avestruz o pan para hoy hambre para mañana, y que nos lleva a vivir en una especie de Memocracia donde los problemas no se acometen aun a costa del sufrimiento de las personas, y nos dejamos llevar por el buenismo, del todo vale y que recuerda mucho al lema fisiócrata de laissez faire, laissez passer (dejar hacer, dejar pasar) después usado por los liberales. Esta situación de estupefacción se volvería a repetir con las elecciones francesas, alemanas u holandesas del 2017, que en el caso, parece lejano como el triunfo de Trump, de que ganase Le Pen, Alternativa para Alemania y Geert Wilder y su Nexit supondría, entre otros muchos imponderables, una profunda crisis en el modelo actual de construcción europea.
Para finalizar este apartado dentro de los tres frentes en la lucha contra el yihadismo, el operacional-convencional con los combates contra el proto-estado del DAESH, el antiterrorista-local europeo y el ideológico-global, parece que la derrota táctico-operativa del ISIS sigue por buen camino aunque, como ya expliqué el por qué, con lentitud, ha tenido desde mediados de octubre el mensaje optimista del inicio de la batalla por la conquista de Mosul, que unido al fin de las hostilidades (en parte) en Siria entre el gobierno y los rebeldes (que no contra el Califato) auspiciado entre Rusia y Turquía tras la liberación/ocupación de Alepo parece vislumbrar un final más cercano de las guerras del Oriente Medo.
Aunque no olvidemos, por evitar triunfalismos, que el fin del Califato puede traer desequilibrios regionales, una mayor presencia si cabe de Irán y Rusia en Siria y una potencial inestabilidad en Irak por la necesidad de equilibrar a los tres grupos que lo conforman: kurdos, chiíes y sunníes. Además, los combates contra el ISIS lo han liderado los dos primeros grupos y los terceros soportan los combates en su zona con la consiguiente ocupación de su territorio por un grupo étnico-religioso diferente al suyo, con las tensiones que trae consigo.
Y además quedará pendiente el enfrentamiento o desafío ideológico-cultural que pretende el yihadismo contra nuestra forma de vida occidental y frente al que muchos quieren hacer como la avestruz pues, como se ha podido comprobar estas Navidades, se han producido en Europa múltiples ataques a símbolos navideños, silenciados en parte como ya ocurrió con los ataques sexuales en fin de año pasado en Colonia, aunque analistas como Rafael Bardaji nos expresa, en un muy recomendable artículo en GEES sobre 'El futuro del Estado Islámico', como "el hecho de que Amazon retirase de su web el disfraz de burka sexy pero mantenga el de monja sexy tras las protestas de colectivos musulmanes americanos en Halloween, es un ejemplo frívolo de una tendencia más profunda y de mayor calado: sin libertad de prensa y expresión no se combate el islamismo radical, pero el islamismo moderado supone una cortapisa cultural a la libertad". Gran debate y difícil solución que inevitablemente llevará al sufrimiento de unos u otros o lo más seguro de todos.
Y ustedes cansados ya por tanta lectura y llegados a este final, preguntarán: ¿qué hay de Valencia?. Pues señores escribir sobre nuestro cap i casal lo dejo para la ya inmediata Carta a los Reyes Magos.