No pierdan más el tiempo y reclamemos a nuestros dirigentes que resuelvan nuestros verdaderos problemas y no nos tomen por tontos o ignorantes, pues no lo somos
De nuevo nos encontramos al final de otro año y, al tiempo que se plantean objetivos para el que viene y se trata de anticipar los principales retos pendientes, suele ser el momento de revisar lo logrado, tanto desde el punto de vista personal como del general.
Desde el punto de vista interno, en España el año que termina ha sido francamente extraño. Para empezar, hemos vivido con dos gobiernos distintos, sin celebrar elecciones generales y el segundo ha aprobado el presupuesto del primero (a mitad de ejercicio), mientras que existen muchas dudas sobre si se aprobará uno para 2019 y sus características finales. El paro ha continuado disminuyendo, pero un 15% continúa siendo inaceptable no sólo desde el punto de vista social, sino también desde el punto de vista de la eficiencia, pues supone mantener una gran parte de nuestros recursos sin utilizar y sin perspectivas de crear suficientes empleos que hagan sostenible el mercado de trabajo y la propia Seguridad Social. La economía ha crecido de forma más débil, pero por encima de la media europea, al tiempo que el sector exportador mantiene la cuota de mercado exterior.
Aún con la incertidumbre derivada de no contar con un presupuesto aprobado o prorrogado, lo que sí que es cierto es que la deuda pública continúa suponiendo alrededor del 98% del PIB y, según la AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal), a este ritmo, no llegaríamos al objetivo del 60% hasta 2034. De momento, los efectos del programa de expansión cuantitativa se van a mantener (ya que el BCE permite la recompra de los títulos de deuda pública que venzan), pero aún así será inevitable el paulatino aumento del tipo de interés y el aumento progresivo de la carga de la deuda sobre el déficit. Si esto coincide con un menor crecimiento económico y dado que el déficit sólo se puede financiar con deuda, su peso sobre el PIB no se reducirá.
Respecto a lo que cabe esperar en 2019, las perspectivas no son muy halagüeñas. Según un informe del Foro Económico Mundial sobre los riesgos que existen, tanto a nivel global como regional y por países, para hacer negocios. En el caso de la economía mundial, los cinco mayores son, por orden, el desempleo (o el subempleo), una inadecuada gobernanza nacional, el precio de la energía, las crisis fiscales y los ciberataques. Coinciden, de manera perturbadora, con los riesgos que se señalan para España: el primero es también el desempleo, seguido por la existencia potencial de una burbuja en los precios de los activos, siendo el tercero una mala planificación urbana, el cuarto el mal uso de las tecnologías y el quinto una inadecuada gobernanza nacional. Otros problemas que se apuntan a escala global son la inestabilidad social, fallos en las instituciones o en los mecanismos financieros, en infraestructuras fundamentales o fallos en la gobernanza regional o global. Por último, el terrorismo sigue estando en la lista.
En Europa se citan riesgos parecidos, aunque en distinto orden: el primero serían los ciberataques y el quinto el desempleo, pero también incluyen la gobernanza nacional o la burbuja en el precio de los activos. ¿Significa esto que no podemos hacer nada, que estamos determinados por nuestro contexto regional y mundial? Hemos visto que el desempleo es el mayor riesgo a nivel mundial, pero eso no debería contentarnos. Después de Grecia, somos el país desarrollado con peor situación en el mercado de trabajo. Además, a lo que se apunta es no sólo al nivel en sí de desempleados, sino a la falta de personas con la cualificación necesaria, lo cual es aún más preocupante, pues no es una situación temporal, sino permanente.
Mientras, 2018 ha sido un año perdido: la crisis de Cataluña y los cambios de gobierno, sin mayorías que den respuesta a los problemas económicos y sociales que nos amenazan no son sino un reflejo de la inmadurez de nuestro sistema institucional. Se distrae a los ciudadanos de nuestros problemas principales, como el mercado de trabajo y la educación, y se les asusta haciéndoles creer que vivimos en un país lleno de violencia donde el principal riesgo es la inseguridad ciudadana. De un total de 193 países del mundo, España ocupa el lugar 176, Alemania el 177 y Austria el 183 en número de crímenes violentos, sólo por encima de países diminutos o por Japón, Islandia, Mónaco o Noruega. Hace unos días se supo que España había superado a Japón en esperanza de vida, siendo ahora mismo el primero del mundo.
2018 ha sido un año perdido, pues siguen pendientes las reformas estructurales, de las que depende la formación primero y el empleo, después, de nuestros hijos. Nadie responde por ello, mientras nos distraen haciéndonos creer que España es un país inseguro para los ciudadanos, en general, y para las mujeres en particular. No pierdan más el tiempo y reclamemos a nuestros dirigentes que resuelvan nuestros verdaderos problemas y no nos tomen por tontos o ignorantes, pues no lo somos (del todo).