Este es el título de la novela de suspense que el periodista T.M. Logan escribió en 2018. Un thriller en cuyo reclamo publicitario se puede leer: ‘¿Qué pasaría si una llamada de 29 segundos pudiera cambiar tu vida para siempre’? Permutamos “llamar”, por adosarse al hombre que camina sin escucharte, y ya tenemos la escena. Que, en el caso del protagonista, Pedro Sánchez, no cambiará su vida ni, desde luego, la de España cuyo Gobierno preside.
Como si estuviera realizando un ejercicio de ‘elevator pitch’, en que un vendedor de ideas ha de colocar su discurso durante el breve tiempo que coincide en el ascensor con quien ha de convencer, Sánchez intentó llamar la atención de Joe Biden, el Presidente de USA, en el escaso tramo que recorrió mientras, solo él, hablaba. Política de ‘paseíllo’, con un único (y obsesivo) objetivo: los focos. Con ademanes de latoso a la caza de autógrafo, se pegó, buscando cámara, a un Biden impertérrito, que hizo notorios esfuerzos por no cruzar palabra, ni dirigir la mirada, al interlocutor invisible.
El episodio, objetivamente, nos ha sumido en un nuevo ridículo internacional. Más aún cuando desde el equipo, cada vez más numeroso y errático, de Presidencia del Gobierno, encabezados por un profesional de la propaganda al que últimamente no le sale nada ‘redondo’, se pretendió hacer pasar ese trampantojo de encuentro, como una alta ‘reunión entre homólogos’.
Es más, el propio Sánchez explicó, durante más tiempo del que duraron sus impostados pasos perdidos, que habían hablado (no será Biden) de las situaciones migratorias y económicas en Latinoamérica, de cuestiones de Defensa, del cambio climático y de la ‘agenda’ del mandatario americano, con el que, además, aseguró haber “acordado seguir colaborando y en contacto”. Así que, cuatro enjundiosas cuestiones más un pretendido acuerdo, en 29 segundos: a 5,8 segundos por tema. Y eso sin contar el saludo inicial.
Así que, resulta no sólo inverosímil, sino cronómetro en mano imposible, que lo que ha dicho Sánchez sea verdad. Sobre todo, después de que el universo entero viera en sus pantallas el mutismo elocuente de Biden, en ese trecho del bochorno, que nos lleva, al menos, a tres reflexiones.
La primera, sobre el fracaso de la gestión diplomática del gobierno socialista, a pesar de los muchos asesores que acumula, con el mayor gasto -creciente- en altos cargos de la historia.
La segunda, analizar por qué Biden mantuvo esa ostensible frialdad con Sánchez, con quien tampoco ha tenido ni una conversación telefónica de cortesía desde que ganó las elecciones, cuando lo ha hecho con medio mundo, por ejemplo con Burkina Faso.
Es evidente que algo se está haciendo mal en política internacional y respecto a EEUU ya desde el affaire Zapatero con la bandera norteamericana.
Y, actualmente, por los aliados del Gobierno PSOE-Podemos, tanto dentro de España (como el partido de Iglesias-Belarra, Bildu o ERC, que para el ‘progresista’ Biden son izquierda extrema y antisistema), como por las ‘amistades peligrosas’ en el exterior: con una política complaciente con ‘Delcys’ y regímenes subdemocráticos, cuando no totalitarios, que ni mencionaré.
¿Y la tercera reflexión? Es, si cabe, la peor. Ha quedado confirmado, por si aún no lo sabían, que Sánchez ha tomado definitivamente por idiotas a los españoles, a quienes, con propaganda anabolizante, tiene decidido intentar engañarnos una y otra vez. Mentiras en serie. ‘Lies’. Que es, por cierto, el título de otra novela de Logan.
Porque hay más bulos-treta despejados últimamente en menos de 29 segundos. Que es más o menos lo que bastó a la Ministra Montero para despejar el balón de la “financiación justa”. Un compromiso que el propio Sánchez (y por supuesto Puig, Oltra, Ribó…) exigían a mes vista cuando estaban en la oposición. ¿Y ahora? Pues endosan la culpa preventiva al PP, cuando no han pasado ni un borrador.
Como en menos de 29 asoladores segundos, ha desmontado Oriol Junqueras el espejismo fabricado por la factoría Sánchez sobre los ‘efectos benéficos’ de los indultos. Que no. Que dicen los condenados penalmente que es “un triunfo que demuestra la debilidad del Estado, legitima más lo que hicieron y revierte medidas abusivas; que se equivocan quienes dicen que no ayudarán a la independencia; y que será el preludio de la derrota que sufrirá España en Europa”. Claro como el agua. Caro como la luz, aunque se rebaje a la vez algo el IVA (nada más) para intentar tapar tanto despropósito. Y demoledor para España, la convivencia y el Estado de Derecho. Cuánta mentira. Cuánta. Basta ya.