VALÈNCIA.-Puede sonar extraño, pero ¿se imaginan un programa de televisión en el que Borges hablase de poesía con Gerardo Diego, Torrebruno hiciera playback y Alaska y los Pegamoides actuaran en el que podría ser considerado uno de los primeros vídeos musicales del pop español? Cierto, cuesta trabajo. Porque el concepto suena casi como si fuera el reverso maligno de La edad de oro, una broma perversa urdida desde una dimensión catódica que bien podría ser la que amenaza al pueblo de Hawkins en Stranger Things. Solo que esto no es ficción. No hay más que ir a la web de RTVE y buscar los capítulos del programa 300 millones. La verdad está ahí dentro.
Cada vez que miramos atrás en la historia de nuestra televisión, hay muchas posibilidades de marearse. De la misma manera que existieron hitos del entretenimiento (Un, dos tres, responda otra vez), lo dramático (Historias para no dormir, La cabina), el documental (El hombre y la tierra), el programa musical (Último grito), lo didáctico (La bola de cristal), lo periodístico (La clave), también hubo inventos cuyo encanto solamente es elogiable si se traspasa la barrera del gusto convencional y se observa con la mirada de John Waters o de Tim Burton. 300 millones nació para pertenecer a esa categoría y ahí seguirá por los siglos de los siglos.
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Este magazine musical y cultural nació en 1977 como parte de un proyecto que pretendía unir a los países de habla hispana, es decir, a España con sus hermanos de todo el continente americano. Dicho proyecto nos llegó asociado a las siglas OTI, que querían decir Organización de Telecomunicaciones Iberoamericana. Tal organización, fundada en México en 1971, pretendía crear enlaces entre emisoras de habla española y portuguesa. Una de sus bazas fue el festival musical que llevaba su nombre, un certamen de la canción que durante unos años se convirtió en la alternativa latina a la imbatible gala de Eurovisión. Nuestro Francisco se convirtió en estrella al ganar dicho festival con la emblemática Latino. De hecho, es el único artista del universo que ha ganado el certamen en dos ocasiones.
Así fue cómo el Festival de la OTI se convirtió en la puerta de Ishtar que acabaría originando el programa 300 millones. Su filosofía era muy clara: conectar contenidos culturales de países en los que el español fuese la lengua madre. Un concepto que entonces debía parecer revolucionario y que hoy suena bastante absurdo, puesto que ha quedado más que demostrado que un idioma no basta para derribar prejuicios. Que se lo digan si no a los ecuatorianos y peruanos que viven actualmente en España; o a los argentinos, chilenos y uruguayos que se exiliaron en masa aquí durante los años setenta, cuando las dictaduras militares devoraron sus respectivos países. Ese concepto ligeramente naíf —la hermandad— se convirtió en el alma de 300 millones. Víctor Abundancia, uno de los genuinos adalides de la entidad latina desde el ámbito de la música pop, dedicaría un tema, entre la ironía y la celebración, llamado 300 kilos, interpretado y grabado en 1982 por Los Coyotes.
En 1977, el sentido de lo latino, al menos desde la perspectiva española, era algo que olía más a descubrimiento de Colón que a hermandad real. No había más que ver la cabecera del programa. En ella, por medio de la animación, se sucedían bailes folclóricos ejecutados por nativos ataviados con los respectivos atuendos tradicionales. Viendo eso, cualquiera hubiera pensado que se trataba de un programa de folk. Entonces comenzaban a anunciarse los contenidos. Y te encontrabas con la tabarra promocional de los artistas del momento, mezclados en uno de esos batiburrillos imposibles tan de la época, donde lo mismo te cantaba un grupo de nueva ola que una flamenca, que un baladista, que un grupo infantil.
También hay que hacer mención especial a los presentadores, que fueron unos cuantos y de lo más variados. Rostros populares del momento como Lalo Azcona, Kiko Ledgard o Cristina García Ramos se turnaron junto a otros profesionales para conducir el programa durante sus seis años de existencia, (entre 1977 y 1983). También había secciones fijas, y de ellas se encargaban el impagable Alfredo Amestoy, precursor televisivo de la mosca cojonera de la opinión, y Tico Medina, periodista experto en acontecimientos culturales y sociales en el ámbito de lo latino. Pero el presentador al que se suele identificar como imagen del programa fue Pepe Domingo Castaño. Antes de consagrarse como locutor deportivo, Castaño fue famoso por su matrimonio con la presentadora de programas infantiles María Luisa Seco, y por una carrera como cantante que le hizo triunfar en México. Que acabara conduciendo 300 millones era inevitable.
Cualquiera que se aventure a investigar y busque 300 millones por los mundos de YouTube se llevará sorpresas. Shirley MacLaine y Julio Iglesias hablando amigablemente. Anthony Quinn rememorando sus raíces mexicanas. Los Zombies cantando Groenlandia en un complejo turístico de Mallorca. Impagable resulta el anteriormente mencionado clip de Alaska y los Pegamoides, rodado en el Jumbo, primera gran superficie de Madrid. La canción, que no podía ser otra que Horror en el hipermercado, suscita un comentario de Castaño que también vale su peso en oro del que birlaba Hernán Cortés: «Está claro que hay músicas y músicas». Y era cierto, porque en el programa se alternaban también artistas mexicanos, colombianos, chilenos u hondureños. Un mosaico cultural que el público aceptó masivamente quizá por el simple motivo de que, en aquellos tiempos, solo existían dos cadenas televisivas para poder elegir.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 42 de la revista Plaza