CASTELLÓ. Decenas de viticultores acudieron un año más al riurau de Jesús Pobre para dar a conocer sus vinos y compartir la historia que hay detrás de cada uno de ellos. Lo hicieron en la celebración de la séptima edición de la Mostra de Vins Singulars i de Poble, una cita ya imprescindible para aquellos que quieren descubrir vinos diferentes, con alma y con carácter. Esta nueva edición nos permitió viajar más que nunca, tenían un rumbo muy claro: viajar mar adentro poniendo el foco en los vinos de las islas. Desde Canarias hasta las Baleares, pasando por Cerdeña y llegando hasta Nueva Zelanda, lugares donde el vino nace enfrentándose a la orografía más compleja, al clima más caprichoso y a suelos que, en muchas ocasiones, obligan a vendimiar a mano. 

“Cada año intentamos incorporar una temática diferente para que no sea siempre igual. Este año la temática son los vinos de las islas, que ha generado una expectativa muy chula de probar cosas que no encuentras en todos los sitios”, nos explicó Mara Bañó, presidenta de la Associació de Vins Singulars i de Poble, además de propietaria del Celler Les Freses. Y es que lo isleño, en esta ocasión, fue mucho más que una etiqueta exótica; fue una reivindicación.

“En el sector primario, si hay algún héroe, es el viticultor de la isla”, afirmó Mara. Y lo cierto es que los asistentes pudieron comprobarlo en la Mostra. Los suelos volcánicos y terrazas escarpadas de las islas Canarias o las pequeñas parcelas de Ibiza fueron protagonistas de vinos que transmitían esas historias, de esfuerzo, de identidad y de supervivencia. “Vamos a imaginar, por ejemplo, esos hoyos de Lanzarote para una cepita que solo te va a dar dos kilos y medio… Creo que se merecían ponerlo en valor, un trabajo tan duro como ese”, nos terminó de contar Mara Bañó. 

Esa misma línea defendía David Lorenzo, bodeguero de Ibizkus, uno de los proyectos invitados que venía desde Ibiza: “Este año, con la temática de ‘vins fets en les illes’, fue la excusa perfecta para venir. Está bien que haya una temática conjunta, desde Mallorca hasta Nueva Zelanda”. Su proyecto, que vió la luz en 2007, recupera variedades antiguas en pie franco sobre suelos arenosos: “Me he reunido ahora mismo 50 y tantas parcelas para tener 30 hectáreas. Me parece que es un tesoro, un patrimonio genético, un patrimonio que hay que cuidar. Al final nacen vinos que hablan de territorio y de una tipicidad, que son placenteros, inmediatos, abiertos, brillantes, vibrantes”, nos continuó relatando. 

Aunque David cree que el territorio de las Baleares es muy parecido al de la península en cuanto a clima, o genética de las variedades, también asegura que sufre algunas dificultades que quizá afecten más a las islas. “Uno de nuestros problemas graves ahora mismo es la mano de obra. Hay mucho minifundio, y los transportes de la finca a la bodega se complican. Pero este es mi caso particular, tampoco significa que a todas las bodegas de las islas le pase lo mismo”. 

Este territorio y muchos otros los descubrieron todos los asistentes, viajaron copa a copa y territorio a territorio, como Mara deseó, “me gustaría que los asistentes se fueran con la sensación de haber estado en Santorini, en Mallorca, en Canarias… aunque no se hayan movido de Jesús Pobre”. Pero no solo viajaron, también descubrieron “vinazos y algún pepino que otro”, bromeó la presidenta de la Associació de Vins Singulars. Lo cierto es que el nivel de la Mostra fue muy alto, también por las bodegas participantes de la península, tanto a nivel nacional como a nivel Comunitat Valenciana. No hubo ningún proyecto que pasara desapercibido, “son proyectos con mucha creatividad, donde los enólogos dan la vuelta al rizo, desde espumosos con variedades diferentes, clásicos, monastrelles bobales, pero sobre todo muchas curiosidades”, terminó diciendo Mara. 

Si algo define a los vinos de esta Mostra es la singularidad. No hay fórmulas repetidas ni estilos iguales, cada botella cuenta una historia y te traslada a un territorio único. Héctor Carrió, de Tossut dels Pouets, lo expresó muy bien: “Nuestro proyecto es a contracorriente. Recuperamos patrimonio de montaña, pequeños bancales en pendientes costeras con suelos que permiten hacer un producto diferencial. Buscamos frescura, excelencia y pequeñas producciones”. Un proyecto nuevo con ganas de conquistar el mundo. Héctor, que antes de dedicarse al vino venía del mundo del aceite, tiene claro que la base es siempre el territorio.

Y como Héctor, muchos otros. Cati Corell, de la Cooperativa de Viver, realzaba el privilegiado territorio de la comarca castellonense del Alto Palancia; María José López, de Chozas Carrascal, presentaba la personalidad y distinción de sus vinos nacidos en la comarca de Utiel-Requena; Paco Senís, de Celler del Roure, se mostraba orgulloso de poder presentar sus vinos de paisaje, de unas variedades y de una historia muy bonita como es la que representa Terres dels Alforins; o Ivette Alonso, de Celler La Botera, que nos contó las peculiaridades de sus productos nacidos en Terra Alta y sumergidos bajo el mar. 

Y esto es solo un poco de lo que pudieron descubrir tanto el público el domingo por la tarde, como los profesionales del sector el lunes por la mañana. Más allá del vino, se pudo compartir, conversar, disfrutar de la gastronomía local con las típicas cocas tradicionales de Pilar de Ebo, los quesos artesanales de La Tía Tula, y bailar al ritmo de la música en directo de KC Experience. 

En definitiva, la VII edición de la Mostra de Vins Singulars i de Poble volvió a ser una cita imprescindible que nos hizo viajar sin movernos del riurau, descubriendo historias y vinos singulares y “de poble”.