VALÈNCIA. Este sábado se cumplen 64 del fallecimiento de Fernand Léger, uno de los artistas imprescindibles para entender las vanguardias del siglo XX en Europa. El francés, nacido en 1881, fue uno de los grandes nombres del arte de principios del siglo XX, y su obra se transita entre la abstracción de sus formas y procesos creativos a un discurso muy ligado a la clase trabajadora y a la idea del equilibrio entre lo cosmopolita y lo rural, en un momento en el que Europa se iba a poner patas arriba. El IVAM mantiene desde mayo, y justo hasta dentro de un mes, una inmensa retrospectiva del artista, cuyo comisariado y parte importante de las obras proviene del Tate Liverpool. Una muestra que recoge una evolución de Léger como artista, perfectamente reconocible, desde el cubismo y la abstracción de figuras cotidianas hasta su obra más figurativa y humana en la que busca influir con un potente discurso político.
Su cosmovisión del mundo era una simbiosis pacífica, incluso de colaboración, entre el humano y la máquina, entre las personas de diferentes ideologías y clases, o incluso entre el mundo rural y la metrópolis. “Léger estaba seguro de que sólo se resolverían los grandes problemas de Francia y Europa de principios del siglo XX a través la colaboración entre las personas”, explicaba Darren Phi, comisario de la exposición, el día de su inauguración.
En la primera etapa de su carrera artística, Léger se preocupó por mostrar los avances del mundo a través de un nuevo lenguaje, buscando cómo ese mundo transformado seguía teniendo un arraigo en la clase obrera, adaptando el cubismo como la vanguardia que mejor se adaptaba a ese impulso artístico. Algunas obras que pueden servir de ejemplos se encuentran en las primeras salas: El disco (1918) y Naturaleza muerta con jarra de cerveza (1921). En el primero, se muestra los cambios de la ciudad a través de los colores vivos y la abstracción de las formas que se queda a mitad: “Léger quiere cambiar el lenguaje de la pintura y lo hace manteniendo reconocibles los objetos, sin buscar la abstracción total”, mientras las vanguardias apuntaban a lo contrario. En el segundo, el pintor francés retrata una mesa llena de cosas del día a día, “porque estaba convencido de que el arte podía transformar a las clases populares, así que buscaba que estas se reconocieran en sus cuadros, buscando la belleza en las escenas más cotidianas”; todos estos entrecomillados son explicaciones de Darren Phi.
La muestra del IVAM también recoge obras de su segunda etapa, como Estudio para ‘los constructores’ (1950), realizado en sus últimos años de vida. En él, unos obreros trabajan y descansan en una especie de construcción metálica, además, rodeada de elementos naturales. Este cuadro recoge esa preocupación de Léger por la colectividad, la idea de trabajadores construyendo un espacio social común, en el que las ciudades son un punto de encuentro entre las diferentes cosmovisiones occidentales para construir una comunidad atenta a la justicia social.
Nada más lejos de la realidad, la Europa que desagradaba a Léger, y de la que el pintor francés se intentó salvar a través de la utopía proletaria, ha acabado extremándose a través de una polarización que no deja de crecer en el viejo continente. El arte muchas veces sirve como catalizador, tiene una capacidad transformadora. Otras veces, la realidad, apoderada por el cinismo y el tacticismo político, acaban difuminando aquellos sueños que sí caben en los museos.
Desde la primera sala de la exposición se puede ver, al fondo, un mural de 3,5m de alto y 9,4m de ancho que ocupan la práctica totalidad de la pared. Se trata de una de las joyas de la muestra: Felicidad esencial, placeres nuevos (Joies essentielles, plaisirs nouveaux), que el pintor francés realizó con la arquitecta y diseñadora Charlotte Perriand para el Pabellón de Agricultura de la Exposición Internacional de París en 1937. Un foto-mural a gran escala que refleja claramente una de las preocupaciones temáticas de Léger, la relación entre el mundo rural y la ciudad, entre las metrópolis europeas y norteamericanas, que empezaban a ser molestas y a contraponerse a la vida tradicional de los pueblos.
En el mural, Léger y Perriand, combinan el acrílico, el collage y la impresión sobre papel en una tabla de madera. En él se representan varias escenas folclóricas y del mundo rural, combinado con algunos elementos comunes de la nuevas ciudades occidentales.
Esta escena pertenece a un momento en el que Léger desarrollaba su estética más abstracta, pero en esta ocasión decidió imponer la figuración a través de la superposición de fotografías. El sentido que le quería dar es el de armonizar dos mundos que se ven verdaderamente lejanos, pero que, idealizados, aspiran a ser mucho más cercanos, en un momento en el que ya se empezaba a activar el conflicto urbe-rural que sigue hasta nuestros días (la España vaciada es un concepto que en estas pasadas elecciones ha cobrado mucha fuerza). Esta preocupación fue tomada por el Frente Popular, del que Léger era estrecho colaborador, así que el pinto sentía que debía confiar en un arte que sirviera para concienciar socialmente y transformar culturalmente a las masas.
El museo pone fecha a la retirada de las obras de arte instaladas, que incluyen piezas de Miquel Navarro o Andreu Alfaro, y rehace el proyecto original de jardín