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el sur del sur / OPINIÓN

A la espera de la implosión

3/01/2021 - 

He de reconocerlo: una de las cosas que más me ha sorprendido de esta crisis (económica, derivada de la sanitaria), además de la forma con la que la ha afrontado la Unión Europea, es el optimismo de los empresarios. No todos, está claro. La hostelería es el ejemplo. Sigue viendo el vaso medio vacío en la Comunitat Valenciana, cuando el panorama ha sido peor en otras regiones. Y puede empeorar. Les entiendo. Otra cosa es que comparta su reacción, y discrepe de cómo se le ha tratado. 

Como quiero ser optimista para arrancar este 2021, creo que en verano habremos recuperado algo de la vieja normalidad; es decir, con parte de la población inmunizada, (quiero creer) que podremos viajar, con medidas de seguridad; se recuperarán eventos de todo tipo, sobre todo, las deportivas, festivas y culturales, que también lo están pasando mal, y podremos disfrutar de la hostelería en plenitud de condiciones. Cito estas tres viejas costumbres, que ahora tenemos restringidas, pero hay más que deben volver a la vieja normalidad

Y como les decía, la mayoría de los empresarios ha aceptado esto con resignación y a la espera de que habrá un futuro mejor. Y si no lo hay, es porque ese modelo de negocio que intentaba impulsar ha quedado desfasado o ha sido superado por los nuevos hábitos de compra y consumo. La declaración del Estado de Alarma fue un mazazo, esperaban que durara poco, semanas y al final se ha convertido en algo más duradero porque la pandemia al final ha sido de carácter mundial. A excepción del turismo y la hostelería, la mayoría de los sectores económicos no han tenido más remedio que adaptarse a las circunstancias y producir, en la medida de sus posibilidades, de acuerdo con la demanda del momento. Y si para ello, se ha tenido que cambiar o implementar nuevos procesos, lo han hecho, aunque fuera a la carrera. Quizás sea ese el lado positivo de la crisis: nos ha digitalizado y modernizado a martillazos, pero hemos avanzado muchas etapas en pocos meses.

El turismo y la hostelería también lo deberán hacer a su manera. Se van a encontrar ante un cliente más maduro y más exigente, que no va a aceptar viejas formas del pasado, a la hora de consumir, o de disfrutar de un destino.

Aquí surge el dilema entre innovar o ayudar empresas. Ambas cosas son compatibles. Lo que no sé si vale la pena es salvar empresas que eran deficitarias o merodeaban en un mercado caduco y obsoleto.

Pero al margen de ello, he visto en la mayoría de los empresarios piensan que habrá un futuro inmediato, más o menos, bueno, para algunos incluso mejor, y que la economía vivirá un momento de implosión, con un mercado que se ensanchará en muchos de los sectores. ¿Cuándo? Todo hace indicar que a partir de Semana Santa o en verano, todavía con algunas restricciones. Y que paulatinamente, en 2022, se podrá recuperar lo perdido, que no es poco. En algunos casos, varios años de PIB. Conforme nos acerquemos a ese momento, que los propios empresarios prevén, lo interesante es saber si estamos preparados para la implosión económica. Porque tan duro fue apagar la economía, como lo sería no saber responder a lo que pueda surgir con la nueva normalidad. Por ello, también habría que pensar en la implosión. No será otra normalidad, y mucho menos como la vieja.

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