Dentro de tres años, y 220 millones más tarde, València contará con uno de los Arenas más grandes y modernos de Europa. Será la sede del Valencia Basket, pero también una instalación llamada a cambiar el panorama cultural de la ciudad
VALÈNCIA. El verano del 84 tuvo a media España con ojeras. La selección de baloncesto disputaba los Juegos de Los Ángeles y, a cada victoria del equipo de Díaz Miguel, más y más españoles se iban enganchando. Cada partido, más aficionados se despertaban en mitad de la noche para verlo por televisión. La inesperada victoria ante Yugoslavia en las semifinales conmocionó a los aficionados y ninguno de ellos faltó en la madrugada del 10 de agosto de 1984, el día que Corbalán, Epi, Iturriaga, Romay, Fernando Martín y compañía se enfrentaron a EEUU en la final olímpica.
Uno de los jóvenes que esa noche estuvo despierto para ver el partido fue Juan Roig. El empresario no quiso perderse aquel duelo desigual entre España y el equipo de Chris Mullin, Pat Ewing... y un tal Michael Jordan. La selección perdió aquella final (96-65), pero España ganó a un aficionado que cambiaría la historia de este deporte en València.
Treinta y seis veranos después, el pasado 29 de junio, aquel joven que trasnochó para ver la final olímpica de Los Ángeles colocaba la primera piedra de lo que será «el Arena más espectacular de España y de Europa». Así lo cree Víctor Sendra, gerente de Licampa 1617, la promotora encargada de la construcción de este recinto colosal de 47.000 metros cuadrados que, como una ola, cambiará radicalmente el aspecto de un barrio entero.
Juan Roig ha aflojado 220 millones de euros para la construcción de esta instalación llamada a ser mucho más que un pabellón de baloncesto. El Casal España Arena de València, el nombre que quiso darle el potentado de los supermercados, y que sirvió para agitar la coctelera de las filias y las fobias, debe servir para hacerse un hueco en las giras de los grandes artistas internacionales.
Aunque no puede quedarse en un mamotreto para partidos de baloncesto y conciertos ocasionales. «Esto tiene que generar vida constantemente; los 365 días del año. Y cuando hablamos de eventos es desde que puedas tener un grupito de jazz, por poner un ejemplo, actuando en la terraza y la gente socializando allí, como que luego vaya emparejado que dentro haya un partido de baloncesto u otro tipo de evento», puntualiza Sendra. Así, confían, la irrupción de esta construcción repercutirá en la economía local con más de diez millones de euros anuales, según el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie).
Sendra responde a las preguntas en una caseta de obra que ya quisieran muchos como sala de juntas. Allí, por unas ventanas, en un día de luz cegadora, se ven las máquinas trabajando sobre un enorme cráter de tierra que está casi cinco metros por debajo del nivel de la calle. De las paredes cuelgan imágenes, recreaciones, en realidad, de lo que será este palacio del espectáculo y el parque que lo rodeará para embellecer un barrio que será casi irreconocible. Un capricho que Juan Roig ha querido entregarle a la ciudad, su ciudad.
«El crecimiento del club, con hitos como ganar la Liga, siempre da ese plus para el impulso, pero esto no va solo enfocado al baloncesto»
No es un deseo reciente y precipitado. «Esta idea tiene muchos, muchos años. Hay una base que es el Valencia Basket que, por el desarrollo propio del club, uno de los planteamientos que se hizo fue construir este recinto. Pero, independientemente del club, es cierto que llega un momento en el cual esto se engloba como algo que va más allá de la entidad. Esto forma parte del mecenazgo y el legado de Juan Roig. Queremos explicar muy bien que esto nace por la ciudad, para posicionar a València y a la Comunitat Valenciana y, por suerte, tienes dentro a un club de baloncesto, que es nuestro hermano. Pero que no solo se trata del baloncesto sino que es un proyecto impulsado a un fin, que es posicionar a València».
Desde la promotora llevan meses esforzándose en matizar que el proyecto es mucho más que un cambio de casa del Valencia Basket, pero no se puede ocultar que todo llega gracias a una promesa del mecenas: «Cuando la Fonteta se quede pequeña, construiré un pabellón nuevo». Aunque Sendra vuelve a la carga: «El crecimiento propio del club, con una serie de hitos como ganar la Liga, siempre da ese plus para el impulso, pero esto no va solo enfocado al baloncesto. El equipo es una parte de mecenazgo deportivo, pero esto no lo es, esto es un legado. Con esto se va a construir un barrio nuevo, un colegio nuevo, una gran plaza... Y eso no es basket, eso es proyecto de ciudad».
Pero el nombre de la promotora, Licampa 1617, esconde un bonito secreto: es como un acrónimo de Liga Campeón Pamesa 16-17, que es la temporada en la que el Valencia Basket, antes conocido como Pamesa Valencia —por la empresa cerámica del hermano de Juan, Fernando Roig, expresidente de la entidad—, ganó su, hasta ahora, primer y único título de Liga tras vencer en la serie final al Real Madrid. «Sí, fue el chispazo, un momento que acaba de dar el impulso, pero, repito, este proyecto venía desde antes; es la semilla, pero engloba mucho más».
Más allá de triples y tapones, la cultura también saldrá beneficiada por este nuevo escenario que ofrece, además de la instalación para que pasen por Valéncia las grandes bandas del momento, otra sala, más pequeña, que lubricará el flujo de esos grupos que no son de masas. «Es importante conocer que el Arena no solo tiene la pista principal. Esto me gusta matizarlo. En València se está trabajando muy bien, muy, muy bien por parte de promotores y por parte de salas en generar una ciudad; y, de verdad, las que hay, no digo nombres, pero todos las conocemos, que están trabajando mucho, buscando contenido. Hay una serie de gente metida en el mundo de la cultura en València que ha trabajado durante años y está generando ese tipo de contenidos y espíritu en torno a esa atmósfera que existe en la ciudad. Esto viene a sumar, no a competir con esos locales. El Arena tendrá una sala, abajo, que va a generar un concepto de sala que no existe en València, con conciertos para dos mil personas. Y podrá acoger también eventos corporativos y de otro tipo. Esto tiene que dar mucho contenido y, si lo trabajamos todos muy bien, contenidos internacionales que hoy no pueden venir aquí».
«Una de sus grandes virtudes será la versatilidad, y su distintivo, las terrazas que despuntarán desde el pabellón como una proa»
La primera piedra se colocó tras pasar tres años estudiando otros modelos, otros Arenas. Aunque Sendra advierte de que no es algo tan sencillo como encontrar un recinto que guste, copiarlo y construirlo aquí. «Hay que tener en cuenta que esto es un recinto para València, que no nos vale cualquiera. Esto no es un copia y pega. Tienes que hacerlo de aquí, pensar en nuestra cultura, en detalles que en otros sitios pueden funcionar y aquí no. No hay un referente único, pero sí muchas ideas sueltas que hemos volcado».
El equipo encargado de definir el concepto de instalación que se quería levantar a espaldas de L’Alqueria del Basket, el vivero del Valencia Basket que crece en un fabuloso recinto con trece pistas de baloncesto, y muy cerca de la Fonteta, viajó por Europa y Estados Unidos viendo los detalles de esos Arena ‘pata negra’. En el Viejo Continente miraron con lupa el fastuoso O2 de Londres, considerado el mejor de Europa y con un aforo para 20.000 espectadores, el Mercedes Benz de Berlín o el Palais Omnisports de Paris-Bercy (hoy rebautizado como AccorHotels Arena). Y en Estados Unidos pasaron por Los Ángeles, Detroit, La Vegas...
El plan es tan ambicioso que contempla, incluso, tirar y construir el colegio Les Arts en otra ubicación próxima. O hacer un aparcamiento en altura al lado de la Fonteta. Y otro subterráneo bajo una nueva y llamativa plaza. En total, cerca de mil trescientas plazas de coche. «Esto es generar barrio y cambiar todo el entorno», presume Sendra.
El Casal Arena España tendrá un aforo de 15.600 personas —se habla de inaugurarlo con la Copa del Rey de la ACB de 2023—, que crece hasta las 18.600 localidades para los conciertos. Una capacidad que le equipara con el WiZink Center (Madrid), el Palau Sant Jordi (Barcelona) o el Buesa Arena (Vitoria). «Va a ser un cañón, un top 3 de Europa», elogió en su día José Miguel Calleja, el director general de la ACB.
Una de sus grandes virtudes será la versatilidad, y su distintivo, las terrazas que despuntarán desde el pabellón como una proa y donde habrá un restaurante y dos zonas para el tránsito de la gente. «València tiene una buena climatología, luz y gente a la que nos gusta mucho estar en la calle, al aire libre. Eso no está en los recintos que hemos visto, pero, claro, no tienen las características de nuestra ciudad. Nuestro concepto es interactuar un recinto cerrado con un espacio abierto», aclara el responsable de Licampa 1617, que no se atreve a formular un deseo con un grupo o artista que le encantaría ver ,y rema a favor de corriente. «Me gustaría ver al Valencia Basket ganar la Euroliga», proclama Sendra, quien, entre 2004 y 2007, fue el director general del Pamesa Valencia. Luego pasó por diferentes departamentos de Mercadona y finalmente recaló como timonel de la sociedad encargada del Arena.
La Euroliga es uno de esos caprichos que no se pueden comprar con dinero. Ni siquiera Juan Roig, la segunda fortuna del país. Aunque en su entorno se comenta que, cumplidos los setenta, va a hacer un importante esfuerzo por ver cuanto antes a su equipo ganar el principal trofeo continental y, como segundo plato, un récord del mundo de maratón en València.
La noche que Roig alucinó
Qué lejos quedan ya aquellas noches en vela para ver a la selección. O la oportuna y providencial invitación de Pipo Arnau a los hermanos Juan y Fernando Roig y a sus parejas, Hortensia y Elena, a aquel torneo que se celebró en la Fonteta unos días antes del Mundial de España en 1986. Los empresarios alucinaron en primera fila viendo a la selección o a la Unión Soviética de Valters, Kurtinaitis, Volkov, Sabonis o Tkachenko. Después de esa emboscada, Pipo les convenció para hacer un equipo en València. Los Roig hablaron con Arturo Tuzón, entonces presidente del Valencia CF, y se quedaron con lo que era su sección de baloncesto. Tuzón solo pidió que mantuvieran al que era el responsable, Vicente Solá, y el equipo quedó en manos de los hermanos Roig, Toni Egea, Iñaki Zaragüeta y Pipo Arnau.
El periodista Paco Lloret les puso en contacto con su colega Siro López, entonces dedicado a la información nacional de baloncesto, y este les llevó hasta el Cacaolat Granollers, que vendía su plaza en la segunda categoría del baloncesto español. «Roig puso diez millones de pesetas para comprar la plaza y un aval del Banco de Valencia, y así nació el Valencia Hoja del Lunes», rememora Arnau. Al principio jugaban en Mislata tras colocar ellos mismos unas canastas que colgaban del techo. Luego pasaron al pabellón de la Fuente de San Luis, y ya tachan los meses que faltan para mudarse, quizá a finales de 2022, a su nueva sede, con una cancha de entrenamiento, además de la oficial para los partidos, en el nuevo Arena.
Los primeros cincuenta años, Licampa será la propietaria y la que compartirá con otra sociedad la gestión del Arena, que pasará a manos del Ayuntamiento cuando finalice el primer medio siglo. Entonces, quién sabe, ese Arena ya tenga el nombre de Juan Roig o quizá haya comenzado a utilizarse para que la gente vaya a ver partidos de... eSports o lo que sea que interese a los valencianos dentro de cinco décadas.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 73 de la revista Plaza