Alumnos extranjeros de la UJI y la EASD viven en Castelló el confinamiento por el estado de alarma a miles de kilómetros de sus países de origen, estudiando a distancia y preocupados por sus familias
CASTELLÓ. Beatriz Barreto de Aquino llegó en septiembre desde Sao Paulo a la Plana para completar sus estudios de Turismo con una estancia en la Universitat Jaume I. “Tenía tres opciones: Madrid, Barcelona o Castelló, y aquí tenía dos ventajas: era mucho más barata y tenía playa, además prefería una ciudad pequeña” [Sao Paulo cuenta 12,2 millones de habitantes]. Vivió la experiencia como todo “un premio” al final de su carrera universitaria. Y lo disfrutó “un montón” durante sus primeros meses: el poco tiempo libre que tenía lo dedicaba a hacer deporte en el campus, concentrando su esfuerzo académico en el primer semestre “para estar más libre en el segundo y quizá hacer algún tipo de voluntariado… pero no pudo ser”. El 14 de marzo, todos los planes de esta estudiante brasileña saltaron por los aires mientras el país se sumía en un estado de alarma en el que aún permanece. Sus compañeras de piso volvieron a sus hogares en Italia y Alemania, y ante la perspectiva de un encierro en soledad, aceptó el ofrecimiento de una compatriota para irse a su piso, situado junto al parque Ribalta. Allí, con otro estudiante -este ecuatoriano- ha vivido los últimos 80 días de cuarentena.
Aquel sábado 14, el día inicialmente previsto para el inicio de las fiestas de la Magdalena, 185 alumnos de la UJI provenientes de diferentes países estaban en Castelló en el marco de una estancia de movilidad, bien de curso completo o del segundo semestre, correspondientes a diferentes programas de movilidad internacional como Erasmus+, América Latina, América del Norte y Asia. Durante el confinamiento, la Oficina de Relaciones Internacionales de la Jaume I ha mantenido una comunicación regular con el estudiantado “para asegurarse de que se encontraban bien y que podían seguir la docencia virtual”. La mayoría decidió regresar a sus países y continuar desde casa con la docencia virtual, así como la evaluación. No obstante, hace sólo unos días a la UJI le constaba oficialmente la permanencia de 11 estudiantes extranjeros en nuestra ciudad.
La problemática de los estudiantes extranjeros atrapados por la pandemia lejos de sus países de origen ha sido seguida muy de cerca por la asociación ESN Castellón, de la red Erasmus Student Network. Su presidenta, Soraya Castro, explica que a nivel europeo, esta red ha elaborado un informe titulado 'Intercambios de estudiantes en tiempos de crisis', que profundiza en el impacto de esta crisis en la movilidad de estudiantes en Europa, y aporta pautas para instituciones nacionales y Comisión Europea en ámbitos como medidas de apoyo, impacto financiero, cursos online o diversidad e inclusión. Entre las conclusiones de este informe de investigación, en el que participaron más de 3.900 estudiantes extranjeros desplazados a España, más de un 40% de estudiantes internacionales en España sintieron ‘bastante’ o ‘mucha’ ansiedad a causa de la crisis del coronavirus. Castro explica que entre las iniciativas desplegadas por ESN, se ha puesto en marcha la iniciativa Mecanismo de solidaridad ESN, por el que voluntarios de la asociación se ofrecen a recoger pertenencias de los Erasmus abandonadas en pisos de estudiantes en España y enviarlas a sus propietarios en condiciones ventajosas, gracias a un acuerdo alcanzado con DHL. “Es una forma -explica- de resolver un problema que era importante para muchos de los que se fueron precipitadamente”.
11 alumnos de la UJI
Entre quienes se quedaron está Alexa Laraine Hernández Estrada, quien había llegado el 25 de enero de la Universidad Autónoma del Estado de México para un semestre que serviría para poner el punto y final a sus estudios de Administración y Dirección de Empresas. “Tenía la oportunidad de ir a Valencia o Barcelona pero elegí esta ciudad porque es tranquila y segura... y además porque me encanta la playa”. El viernes 13 de marzo ya se había habituado al ritmo de clases habitual, con un horario mixto que contemplaba algunas clases por la tarde en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Económicas. Al saber que se había decretado el confinamiento, “me sentí muy confundida y triste -confiesa- porque tuve que hacer un procedimiento muy largo en México para venir aquí”. En su piso del centro, cercano a la plaza María Agustina, se había formado una pequeña ONU, con la compañía de otra compañera mexicana y de otros estudiantes de Turquía, Taiwan y Francia. “La francesa volvió a casa porque estaba estudiante un máster”. El resto permanecieron unidos e hicieron frente a una convivencia “muy complicada; aunque intentamos hablar inglés para favorecer la convivencia de todos, luego aparecieron problemas de desorden, limpieza… y vaya, todos entramos en depresión y aparecieron muchos conflictos, que por suerte hemos ido solucionando”.
Laraine Hernández (México), estudiante de Administración y Dirección de Empresas, eligió Castelló por su tranquilidad y seguridad "y por la playa"
Por su parte, Barreto recuerda que en su caso, “al principio intentamos hacer muchas cosas juntos y lo llevamos bien, pero luego nos fuimos cansando y perdiendo la paciencia: era agobiante, y más porque no se veía cuándo iba a acabar todo esto”. El impacto de las drásticas medidas adoptadas para detener el avance de la pandemia impresionó también a Marijana Udovcic, llegada a Castelló desde Bosnia-Herzegovina a finales de enero, como la mexicana Hernández: “¡las primeras dos o tres semanas de confinamiento fueron muy difíciles! Todos quedamos sorprendidos, incluso nuestros profesores, que nos dieron más deberes al principio, pensando que si no salíamos, tendríamos más tiempo para hacer los deberes”. Udovcic estudia Diseño Gráfico en la Escola d’Art i Superior de Disseny (EASD) de Castelló como parte del programa Erasmus+, completando sus estudios en la International Burch University (IBU), centro privado cercano a Sarajevo. En nuestra ciudad, comparte piso con dos chicas provenientes de Azerbaiyán, alumnas de Diseño de Interiores también en la EASD, que como ella han seguido recibiendo clases a través de videollamadas y Google Classroom. “Durante el encierro, incluso ir al mercado era interesante, pero la verdad es que tengo muchas ganas de viajar cuando pase todo esto y termine los exámenes”.
Habituadas a aprender, estas alumnas, como sus compañeros, han extraído también enseñanzas del confinamiento: “siempre puntos positivos y negativos”, argumenta Laraine, para quien el encierro “no fue malo porque pude enfocarme en mis estudios y descubrir talentos que no sabía que tenía: me puse a hacer yoga y me he visto muy bien, y antes no tenía habilidad en la cocina y también he aprendido”. La parte negativa, en su caso, ha sido la preocupación por la economía: “me afectó porque desde el inicio de la crisis sanitaria se apreciaron mucho el dólar y el euro y se devaluó el peso”. Por su parte, Beatriz subraya que ha aprendido a valorar más las pequeñas cosas: “salir a tomar un helado estos días es como vivir una pequeña aventura”, afirma. Marijana hace hincapié en que una vez superada la “abrumadora sensación de las primeras semanas, por vivir algo así sin conocer bien el idioma local”, decidió invertir mejor su tiempo: “me inscribí en algunos cursos en línea, en marketing y diseño web, y empecé a hacer ejercicio físico y yoga. Me alegro mucho de haber despertado de esta pesadilla y de haber hecho algo por mí misma”.
Marijana (Bosnia-Herzegovina), estudiante de Diseño Gráfico: "al principio fue abrumador, por vivir algo así sin conocer el idioma"
Las tres estudiantes ponen el acento en la necesidad de mantener todas las medidas preventivas para salir a la calle “sin miedo”, como destaca Beatriz. Así, Laraine asegura que no duda en dar paseos “siempre con el cubrebocas y el gel antibacterial” ni en lavarse las manos “todo el tiempo, porque por algo estuvimos tanto tiempo en confinamiento y debemos poner nuestro granito de arena”. Por su parte, Marijana pone el acento en “la increíble sensación al salir a correr” en el primer día de la Fase 0: “ahora salgo tanto como puedo y quiero emplear el tiempo de la mejor manera posible, con mascarilla y manteniendo una distancia segura”. Laraine ya ha estado incluso en la playa: “un amigo de Brasil se fue hace unos días y al saber que se podían alquilar unas tablas de surf en la playa, terminamos el confinamiento con algo divertido”.
Pero claro, en estos más de 80 días, ha habido tiempo para todo. También para la inquietud por las personas más queridas, a miles de kilómetros de Castelló. Así, Beatriz se muestra especialmente preocupada “porque en Brasil parece que no hubiera planes, en comparación con España”. Laraine admite no haber hablado mucho con su familia recientemente “por la acumulación de exámenes y proyectos”, pero es consciente de que “en México hay muchos casos [casi 100.000 contagios y más de 10.000 muertes, a fecha de 3 de junio] y la sospecha de que hay muchos otros fallecimientos no registrados”. En este punto, Marijana se muestra más tranquila: “mi familia manejó bien la situación, considerando que viven en un pequeño pueblo, que sólo recientemente registró su primer caso. Hablamos muy a menudo para ponernos al día con lo que está pasando aquí. La situación en
Bosnia-Herzegovina se agravó en algún momento de abril, y actualmente hay lamentablemente más de 150 muertes”, aunque constata que “no se hicieron tantas pruebas como deberían haberse hecho”.
La irrupción del virus quebró abruptamente la estancia de estas estudiantes en Castelló, pero no obstante Beatriz asegura que ello no impide que se vaya a llevar “un muy buen recuerdo” de su paso por la ciudad. Por su parte, Laraine recuerda con cariño sus viajes relámpago a Morella, Peñíscola y Valencia -“¡ah, y el Grao de Castelló!”- y subraya que le gusta Castelló: “no me arrepiento en absoluto de haber venido, aunque tenía planeado viajar en abril, con la Semana Santa”. Por su parte, Marijana asegura que procura ir a la playa cuanto puede: “lo que más me gusta es que Castelló está en la costa, además de que es una ciudad muy bonita y tiene una arquitectura interesante y parques por todas partes”. En su caso, “estudiar aquí fue pura suerte, quería ira a la República Checa como primera opción pero los lugares ya estaban ocupados y me dieron la oportunidad de venir aquí: definitivamente recomendaría Castellón a todos los que quieran hacer amigos rápido, tener una gran comida, fiestas increíbles, ir a la playa y a las montañas, todo eso en una ciudad pequeña. Tiene todo lo que un estudiante necesita, y es todo muy barato”.
Beatriz Barreto (Brasil), estudiante de Turismo: “al principio lo llevamos bien, pero luego nos fuimos cansando y perdiendo la paciencia"
El plan inicial de Laraine era regresar a Ciudad de México a finales de junio. El de Beatriz, volver a Sao Paulo unos días más tarde respectivamente. Marijana, por su parte, espera que el avance de las sucesivas fases le permita viajar por España, y ha decidido quedarse hasta finales de julio “para poder así visitar algunos lugares de España que quería visitar antes del encierro”. La brasileña Barreto explica que su madre le ha aconsejado que se quede un poco más en España “porque allí la cosa va a peor, mientras que aquí está mejorando”. Las tres coinciden en que la experiencia de los últimos meses aconseja prudencia. Es la última de las enseñanzas que les deja la pandemia: habrá que esperar para poder hacer planes con certeza.