ALICANTE. Al inicio de la carretera de Ocaña, a la salida de Alicante hacia Madrid, hay que girar a la derecha en el primer cruce para enfilar la calle Sagitario. Casi al final, donde termina el asfalto, dentro de un edificio de ladrillo que desde fuera no permite adivinar a qué se dedica su interior, encontramos la sede central del grupo farmacéutico AsacPharma, quizá desconocido para el gran público (no así algunas de sus marcas, seguramente), y que sin embargo es una de las farmacéuticas más importantes de la Comunitat Valenciana.
AsacPharma emplea a 425 personas en todo el mundo y factura 40 millones de euros anuales, de los que más de la mitad se ingresan gracias a sus ventas en el extranjero. Con dos plantas de producción en Alicante, una en Murcia, otra en Marruecos (la más importante) y otra en Brasil, AsacPharma exporta sus medicamentos a decenas de países, donde es un referente en tres líneas médicas: la osteomuscular, la dermatológica y la respiratoria.
Esta última línea, de la que se encarga Asac Pharmaceutical Inmunology (API), es la que más distingue al grupo que dirige el alcoyano Eliseo Aller (que nos acompaña en la visita), aunque de su accionariado forman parte tres familias alicantinas y un socio marroquí. Si bien su peso en el volumen de negocio del grupo es menor (unos 5 millones anuales, aunque el objetivo es doblarlo en tres años), API hace lo que nadie más puede en la Comunitat Valenciana: es el único laboratorio autorizado para producir medicamentos biológicos de uso humano.
Fundamentalmente, API produce tratamientos para alergias personalizados, a partir de las pruebas que a cada paciente realizan los médicos alergólogos. Pero también se dedica a la creación de autovacunas, o como ellos las llaman, "vacunas con nombres y apellidos". Una afirmación que es literal, puesto que cada vacuna biológica se crea para un único paciente en función de la infección a tratar, y sale del laboratorio con su nombre y apellidos en una etiqueta junto al código de barras, en dirección a la farmacia donde debe recogerla.
Los tratamientos para alergias, sublinguales, y las autovacunas contra todo tipo de microorganismos son la gran apuesta del grupo. Entre 2017 y 2019, la farmacéutica alicantina invirtió casi 4 millones de euros en las nuevas instalaciones de API, más de 3 en maquinaria y aparataje. Además, adquirió la nave contigua en previsión de tener que crecer en el futuro. Aunque un proceso como este no es sencillo, porque lo tiene que validar la Agencia Española del Medicamento.
"Tiramos la planta entera por dentro y estuvimos seis meses con la obra civil, y otro año y medio para superar todo el proceso de validación, porque nos someten a un examen exhaustivo", explica Aller. La directora técnica de AsacPharma, la crevillentina Flavia Hernández, explica que durante ese periodo el laboratorio envió graneles a su planta de Brasil para que pudiese continuar con la actividad mientras en Alicante estaban parados. "Somos líderes en los tratamientos de las alergias en Brasil y México".
En 2020, su primer ejercicio completo tras la ampliación de la planta, API facturó 5 millones de euros y finalizó el año con 40 empleados altamente cualificados. "La previsión que tenemos es doblar la facturación en los próximos tres años", avanza Aller, "y que el Ebitda alcance un 15% de la cifra de negocio". El 55% de la facturación del grupo (además de los medicamentos biológicos, AsacPharma trabaja en el campo de la osteomusculatura y la dermocosmética, con marcas como Sensedol o Atache) llega del extranjero. Además de sus filiales en Marruecos y Brasil, la farmacéutica exporta a Grecia, Macedonia, Albania o Ucrania, y está abriendo mercado en Italia y Portugal. Asimismo, tiene acuerdos con distribuidores locales en Corea, Australia, Turquía o Bielorrusia.
El target de API no son las cooperativas farmacéuticas, ni siquiera el paciente, sino directamente el médico especialista que receta el tratamiento para la alergia o la autovacuna. "El médico hace las pruebas, nos llega el boletín con los resultados, y fabricamos un tratamiento específico para la alergia concreta del paciente en un plazo de 11 a 14 días", explica Hernández. Todos ellos son sublinguales, "más fáciles de administrar", y el proceso está completamente monitorizado y con temperatura controlada hasta llegar a la farmacia donde se recoge.
Con las autovacunas biológicas se procede igual, aunque el plazo se alarga. "Recogemos la muestra del paciente, se identifican las bacterias que pueda haber presentes en un cultivo y sobre el exudado se prepara un tratamiento específico", relata la directora técnica del laboratorio. "Como tenemos que aislar la colonia, se tarda un poco más en conseguir el producto". Estas autovacunas se administran para combatir la repetición de ciclos en las infecciones, la recidiva, entre las cuales la bacteria más habitual es la E.coli.
Estos dos procesos se llevan a cabo en unas modernas instalaciones donde se controla desde el aire hasta la cantidad de personas que hay en una misma estancia, con puertas aseguradas y protocolos (y protecciones) diferentes para cada zona. Todo el trabajo se realiza por pares que se revisan recíprocamente para evitar errores, al tratarse de tratamientos personalizados, y el producto final suele pasar poco tiempo en el almacén, dado que se produce a demanda. Una vez finalizado y etiquetado, el medicamento sale de API con su nombre y apellidos.