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El despertar de la mujer en el arte: la Academia de Bellas Artes de San Fernando

6/05/2018 - 

ALICANTE. En el artículo del mes de abril les contaba cómo en un ambiente predominantemente masculino, como es el ámbito académico y concretamente, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, se realizó –a finales del siglo XVIII- una exposición homenaje a la pintora Ana María Mengs para que el público pudiese contemplar su obra. ¿Podemos considerarlo como un hecho aislado, o como un punto de inflexión? 

A través de los legajos de la época, que se guardan en el Archivo de la Academia, y a los que he podido acceder en el transcurso de mis investigaciones, se tiene constancia de que en ese mismo contexto rígido y basado en unas normas estrictas, se abre, en enero de 1819, el Estudio de Dibujo y de Adorno para niñas en la calle Fuencarral, dependiente de la propia Academia de San Fernando, que mantiene su sede en la calle Alcalá 13. Con el Estudio de niñas abierto, se permite a la mujer aprender los principios de las bellas artes pero aunque demostraran la misma capacidad que un alumno masculino, tenían vetado el acceso a los estudios mayores, y solo podían terminar su formación en los talleres particulares de los renombrados artistas de la Corte.  

El primer director de esas enseñanzas fue el pintor cántabro Juan Antonio de Ribera, que había estado pensionado en París y Roma junto a José de Madrazo y José Aparicio (Alicante, 1770 – Madrid, 1838) que, en 1819, desempeñaba el cargo de Teniente director de la Academia y Pintor de Cámara de Fernando VII. Su carrera ascendente, llevó a este alicantino a ser nombrado director de la Academia en 1834. 

A pesar de los impedimentos, algunas artistas -mayoritariamente pintoras-, obtuvieron el título de académica de mérito. Esta distinción se estableció en los Estatutos de 1757 y dejó de concederse a partir de 1846. Podían presentarse tanto hombres, como mujeres por cada una de las disciplinas artísticas y tenían que demostrar sus méritos presentando obra a la Junta de la Academia, que decidía si concedía el título, o no. Esta mención tenía carácter honorífico y no les daba acceso a enseñar en la Institución. Anteriormente, en el acto de apertura de San Fernando, en 1752, ya se distinguió como académica supernumeraria a la madrileña Bárbara María Hueva, de 19 años de edad.

En los primeros años

En 1759, encontramos datos de dos académicas de mérito: la francesa Faraona María Magdalena Olivieri, pintora que llegó a Madrid siguiendo a su marido, el arquitecto Jacques Marquet. En su solicitud se lee: "…deseando el Asociarse en la Rl. Academia de Sn. Fernando, presenta dos retratos originales hechos por su mano, y suplica a Vd. se sirva admitirlos y si por su ejecución fuesen dignos de aprecio de la Academia, se le conceda el honor que fuese de su agrado…". El 18 de diciembre fue nombrada por unanimidad, Académica de Mérito. La otra fue Ana Meléndez, hija y hermana de pintores siendo su hermano Luis uno de los mejores bodegonistas de nuestra historia del arte, pero que no obtuvo el reconocimiento merecido y murió en la pobreza.

En estos primeros años obtuvieron también el título de académica de mérito Catalina Cherubini (1761), María Josefa Carron (1761), Faustina y Manuela Mosti (1772), Gertrudis Bertoni (1772), María Luisa Carranque (1773), María Azcona (1781)…  También se admitieron a nobles damas, como la duquesa de Huéscar (1766) y la marquesa de Estepa (1775). 

Ya en el siglo XIX encontramos la figura de María Micaela Nesbitt, alumna destacada y premiada del Estudio de Dibujo de niñas, y también alumna particular del pintor valenciano Vicente López, que solicitó el título de académica de mérito con 19 años, presentando como muestra de su trabajo, una Virgen al pastel. El título le fue concedido el 17 de diciembre de 1820, según consta en las actas de esa Junta Ordinaria. 

Unos años más tarde, sobresale la figura de la excepcional dibujante Rosario Weiss Zorrilla (Madrid, 1814-1843), nombrada académica de mérito por la Pintura de Historia en 1840. Hija de Leocadia Zorrilla, ama de llaves de Francisco de Goya, vivió en la Quinta del Sordo –lugar de creación de las pinturas negras-, con un anciano y genial pintor entre 1820 -1824 y posteriormente en Burdeos hasta su muerte en 1828. En su etapa inicial, y en un aprendizaje privilegiado, Goya le preparaba bocetos que ella tenía que copiar o terminar. En Burdeos estudió en la escuela de Lacour. Volvió a Madrid en 1833 y obtuvo el éxito de manera rápida alternando la copia de los grandes maestros del Museo del Prado, con el dibujo y la litografía. El 18 de enero de 1842, alcanzó su máximo reconocimiento al ser nombrada profesora de dibujo de Isabel II y de su hermana la infanta Luisa Fernanda. Murió de cólera el 31 de julio de 1843.

Hasta el 22 de abril, pudo verse en la Biblioteca Nacional, una exposición de Rosario Weiss con más de cien obras –alguna de ellas inéditas-, realizadas en diferentes técnicas y procedentes de distintas colecciones y, en 2015, la Fundación Lázaro Galdiano organizó otra muestra con sus dibujos. Desde este espacio, quiero felicitar a las instituciones que apuestan por recuperar la figura y la obra de estas creadoras y mostrar públicamente sus inquietudes y aportaciones a la Historia del Arte.

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