Hoy es 18 de septiembre
La semana se ha movido en Alicante, sobre todo, económicamente. En apenas cinco días, Levantina ha cogido aire con una inyección de 60 millones de euros; el 80% de las acciones del rent a car Centauro se han vendido por 130 millones y Famosa tiene nuevo dueño; desconocemos el montante final de la operación, pero todo hace indicar que habrá sido por una cifra inferior a los 100 millones.
Tres grandes operaciones, que no llegan a la que se produjo hace años con la venta de Goldcar, cercana a los 300 millones de euros, pero que ponen de manifiesto varias conclusiones sobre los movimientos de capital en la provincia de Alicante: el primero, sigue siendo ésta una zona atractiva para los negocios; dos; los sectores tradicionales y con tamaño, como era el caso de Famosa y Levantina, han podido salir a flote tras ardua etapa de números rojos y con drásticos cambios y ajustes, pero han salido; tres, aquellos sectores ligados a una digitalización en sus procesos de comercialización tiene (y tendrán) más recorrido según las nuevas generaciones vayan tomando posiciones en el mercado, y cuarto, Alicante atesora buenos directivos, desgraciadamente, muchos formados en sus propias empresas, pero sigue adoleciendo de una gran escuela de negocios con un sello de identidad propio.
Y si no la tiene -habría que preguntarse por qué Fundesem no ha jugado ese papel durante los últimos años; otros proyectos, como Aquora han optado, con éxito, por la especialización-, es una cuestión que deberían preguntarse los propios empresarios (ellos también deberían preguntarse por qué Fundesem no ha tenido el recorrido que debiera, y sí muchas dificultades con la crisis). Ante la falta de esa cultura empresarial, en muchos casos, que se ha ido profesionalizando sólo en las últimas dos décadas, o el papel lo ha desempeñado la Universidad de Alicante -ahí tiene sus másters-, o los directivos, o muchos, han tenido que formarse fuera.
Y por último, otra asignatura pendiente del sector privado: ante la falta de un sistema de financiación propio y con los movimientos realizados en los últimos años, la provincia adolece un sistema o un vehículo de financiación privado, que haya sabido captar oportunidades, transformarlas y ponerlas, de nuevo, en el mercado con más atractivos. En Castellón, por ejemplo, el sector de la cerámica sí que han sabido hacerlo (también gracias a las posibilidades que le ha dado la industria 4.0). Incluso, algunos alicantinos, como la familia Esteve Máñez -ex propietarios de Levantina- han seguido ese camino en esa provincia y ahora tienen negocios boyantes, y atractivos para cualquier inversor que se preste.
Sé que es difícil lo que planteo: en una provincia tan diversa, en la que conviven dos culturas, con una palpable polinuclearización de ciudades y comarcas -ese es el verdadero elemento diferenciador de Alicante- y una diversificación de sectores económicos, aquellos que pudieron hacerlo han ido a inversiones de rentabilidad instantánea, como es el ladrillo o la restauración. Nadie -o muy pocos- ha tenido la osadía de hacer lo que hacen los fondos de inversión: coger una empresa en su peor momento, sanearla, levantarla y ponerla de nuevo en el mercado salvaguardando una marca. Quizás no tengamos la cultura en eso; en el caso del calzado, el patrón a seguir, por ejemplo, siempre ha sido el de culminar un proyecto -casi siempre con un sonoro persianazo- y empezar otro nuevo, a excepción de aquellos -que los hay- que siempre han logrado generar una marca con valor añadido sobre sus productos.
Lo que pasó con Goldcar y lo que ha pasado con Centauro -primero con la entrada de Portobello Capital y ahora con Mutua Madrileña- son dos casos, dentro de un mismo sector, que demuestran sí hay posibilidades para generar negocios atractivos -y escalables- para la entrada de capital externo. Puede pasar también con los hoteles -aunque Benidorm sea un fortín para las cadenas internacionales- y/o cualquier de los tradicionales que hay en la provincia de Alicante: la clave está en su adaptabilidad a los nuevos procesos de comercialización y, por su puesto, su transformación digital.
No hablo de los emprendedores, ni de los nacidos ya ligados a las TIC: creo que esos sí que disponen de puertas a las que llamar para lograr financiación, o de empresas o empresarios, que sí han invertido en proyectos innovadores. La gran asignatura pendiente sigue siendo formar directivos en la recuperación de empresas y disponer de vehículos de financiación para ello (más allá de las entidades financieras). Está claro que si no los tenemos, vendrán: ahí están los ejemplos de Famosa y Levantina.