ALICANTE. El calendario del congreso federal del PSOE es el siguiente: una vez elegido Pedro Sánchez como secretario general, ahora las agrupaciones y provincias deben elegir a los delegados a ese cónclave. El proceso se inicia el miércoles y concluye el sábado. El domingo habrá un congresillo provincial en el que 176 delegados elegidos en las asambleas de cada municipio decidirán qué militantes de cada provincia acude a Madrid con el voto delegado. Los sanchistas de la provincia de Alicante quieren paz, están dispuestos a pactar esas listas, siempre y cuando se respeten los porcentajes de las votaciones: en el caso de Alicante, los de Sánchez deberían tener 5,5 delegados; los de Susana, 3,5 y los de Patxi López, uno. Si se aplica el dato autonómico, la diferencia es más grande: los sanchistas deberían tener seis delegados de cada 10.
Si esa composición se mantiene, se intentará, en la medidas de las posibilidades, evitar votaciones y que las listas sean consensuadas. Pero una vez terminado ese proceso, algunos esperan cambios en la sede del PSPV o en el círculo de Puig, con una máxima: las bases han demostrado que el partido no funciona como ellos -en referencia a Blanquerías- quieren. De lo contrario, se expone a que se articule una alternativa. Las razones que aducen son varias y con ellas se resume la indignación de las bases:
La razón más obvia tiene origen en el comité federal del 1 de octubre, en el que se derroca a Pedro Sánchez, para cambiar la postura del partido, que los diputados se abstengan y se facilite el gobierno del PP. Por mucho que los barones quisieron defender esa tesis, los militantes han demostrado que no compartían esa decisión.
Los afiliados detestan las recomendaciones, sobre todo, teniendo en cuenta las vías de comunicación con las que disponen (medios de comunicación convencionales, digitales, redes sociales, perfiles, etc...) La operación Susana Díaz impulsada por barones territoriales, que contaba con el respaldo y patrocinio de Puig, ha generado el efecto contrario: las bases disponían de toda la información de lo ocurrido y cualquier explicación desde la cúpula ha sido contraproducente. Ha generado el efecto contrario.
Ante esta situación, los sanchistas admiten que no han tenido que esforzarse mucho en conseguir los avales: venían solos. Las bases conocían todo el proceso y tenían identificado las causas del malestar y cuál era la solución. Y ésa no era otra que Pedro Sánchez. Sólo había que canalizar a afiliados en plataformas y tenerlos movilizados para los actos. Y así fue: el ejemplo, Elche. Susana pinchó; Sánchez reventó el pabellón polideportivo.
Otra de las razones con las que los sanchistas han encontrado un flanco fácil: la sobreexposición de los cargos institucionales del PSPV, de los alcaldes y de los cargos públicos de la Generalitat en las primeras filas de los actos de Susana Díaz, de Rodríguez Zapatero o Ximo Puig en la Comunitat Valenciana. Muchos de estos cargos dieron su respaldo a los avales de Díaz bajo la presión del poder institucional: el voto secreto ha servido para exteriorizar la tensión de una alianza con la que muchos no estaban de acuerdo. Como dicen los propios susanistas, "hemos sido de Susana porque así lo ha decidido Ximo, sin consultarnos".
Ha pasado un poco desapercibido, pero han existido designaciones del propio Consell en Alicante que han sido mal vistas por la militancia: Puig ha puesto a la pajinista Encarna Llinares en la dirección territorial de Sanidad de Alicante, algo que ha sentado muy mal a las bases. Es más, algunos afiliados sindicales han intentado recoger firmas para frenar el nombramiento.
En el ecuador de la campaña, el secretario de Organización, Alfred Boix, reunió a todos los hombres de confianza de los municipios en los que el lermismo tenía aparente mayoría. Ya se conocía el número de avales: Sánchez ya había sacado más de 3.000 de diferencia a Susana en la Comunitat. A la pregunta de ¿Alfred, com ho veus? La respuesta era: "Està tot controlat; guanyem sobrats". Pues eso, el exceso de confianza pesó entre el personal de Blanquerías o sus hombres en las diferentes comarcas. Y a ello, se añade lo que, tras avalar a Díaz, adoptaron una posición contraria por castigo a las formas. Muchas alcaldes se han tenido que poner de perfil entre sus militantes, que estaban con Pedro o, incluso, con Patxi López.
Las primarias han demostrado que la cúpula del PSPV no funciona como las bases quieres: lo dicho, los militantes son más permeables al sentir de la calle y de los ciudadanos. Por ello, los sanchistas van a exigir cambios, que el partido sea más ágil, más activo, más pegado a la calle, a diferencia de lo que pasa en la actualidad. Ahora, el partido es una correo de transmisión del Gobierno valenciano, y lo que se busca es que el partido sea la correa de transmisión entre la calle y el Gobierno. En muchos sectores, se va adoptar por la lealtad, al menos, hasta el congreso federal y después a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. O Ximo adopta cambios, o se articulará una alternativa en forma de candidatura. A juicio de los vencedores, las cosas no pueden permanecer igual y si Ximo quiere seguir siendo el líder del PSPV, debe demostrar que algo ha cambiado y aplicar esos cambios.