El Gobierno del Botànic II se la juega con las listas de espera en el sistema sanitario de la Comunitat. No es que exista una fórmula mágica que las consiga reducir, si no más bien es un conjunto de medidas que deben ejecutarse en coordinación de todos los agentes -los públicos y los privados- para que al menos se reduzcan en niveles.
Debemos partir de algunas premisas. Primero, las listas de espera siempre existirán. La cuestión es que sea en tiempos razonables. Después de los veranos de vacaciones, las cifras de espera siempre serán mayores: a muchos pacientes se les ofrece esa posibilidad en junio, julio y agosto y declina esa oferta, de ahí que esos usuarios pasen a la denominada lista de espera no estructural. La estructural es la lista de espera que genera el propio sistema por su saturación.
Esta semana, Sanidad, consciente del caballo de batalla que tiene el Botànic con las listas de espera, ha lanzado un plan para intentar reducirlas. Los planes de la conselleria pasan por reducir el número de pacientes en espera quirúrgica un 25% y la demora media a 70 días al término de la legislatura, con una inversión este año de 35,2 millones.
El departamento de Ana Barceló parte de cifras de difícil justificación política, y con la circunstancia de que los hospitales de concesión privada -Elche, Torrevieja y Dénia. presentan tiempos de espera muy inferiores a los hospitales públicos. A ello se suma que el departamento de Alzira presenta peores datos que con la gestión anterior. Bien es verdad que muchos de estos centros sanitarios no tienen la actividad de los centros de cabecera -como pueda ser La Fe, el General de Alicante o Sant Joan-, pero si se compara con los de su tamaño, sí que es verdad que presentan mejores números.
Con esta situación, el Gobierno del Botànic se enfrenta a un verdadero todo o nada, cuando menos, a su credibilidad en este campo. Debe lograr que las tres medidas propuestas para conseguir la reducción -el autoconcierto, el plan de choque y la contratación de 128 profesionales- sean eficientes en su conjunto. Y a ello, se le unen otras dos incógnitas: deben finalizar las obras que se están eternizando -como la ampliación del Hospital de La Vila- y tomar la decisión de revertir el departamento de Torrevieja, a lo que la consellera de Sanidad, Ana Barceló, ha dicho sí sin tapujos, mientras que el presidente Puig no se lo ha garantizado al alcalde de la ciudad, el popular Eduardo Dolón. En lo de Dénia, el Botànic tiene terreno ganado: ha sido una parte de la sociedad civil la que se lo ha exigido y no cumplirlo, le generaría descontento entre sus filas.
Por tanto, con el plan de reducción de listas lanzado esta semana por la Conselleria de Sanidad el Botànic se juega su credibilidad en este campo. Si quiere sacar pecho de su gestión, sólo podrá hacerlo si logra reducir las listas de manera estructural. Lo dicho, siempre habrá listas de espera y máxime, después de los periodos de vacaciones. Y es posible que puntualmente, algún centro registre saturación por condiciones excepcionales. Pero de momento, las cifras de espera, pese a que se han reducido en el último mes, siguen siendo injustificables.
Sólo con esa gestión, si consigue reducirla, podrá ejecutar, con una justificación técnica, la reversión de los departamentos de Elche y Torrevieja. El de Dénia lo damos por descontado ya, y ha tenido argumentos más allá de lo ideológico para ejecutarla hace tiempo. Lo único que puede hacer ya es hacer la reversión a destiempo.
Pero si después de la aplicación de este plan de optimización, no se mejora la atención sanitario en intervenciones quirúrgicas, habrá que plantearse que algo no funciona bien. Insisto, no se trata sólo de reducir las listas de espera, que también, sino también de alinear a los otros agentes para que entre todos mejore el sistema público y universal.