CASTELL DE CASTELLS. En el corazón de la Marina Alta se encuentra uno de los más importantes yacimientos arqueológicos de pintura rupestre, Pla de Petracos. El Museo Arqueológico de Alicante dedica su exposición anual a estas figuras en un espectacular montaje. Tres de sus responsables, el director técnico Josep Albert Cortés y los comisarios Jorge Soler y Rafael Pérez a falta de Virginia Barciela, explican cómo se trabajó hace dos décadas para tener "el primer abrigo vallado con información para el visitante en nuestro territorio".
Soler se maravilla aún de la sonoridad que tiene el santuario, un frontón rocoso en el que se encuentran ocho abrigos, y que está a una altura de unos setenta metros sobre el estrecho camino que lleva al yacimiento. Tras una zona vallada para proteger su acceso se ven los paneles informativos que explican los motivos de los cinco abrigos que están pintados en el Neolítico.
Soler destaca que se trata de un santuario solar donde el recorrido que hace el astro marca dos significativos puntos en la montaña. Un lugar escogido precisamente por ello para realizar ceremonias ante un público que se dispondría a lo largo de la ladera. Estamos hablando de hace unos 5.500 años, cuando se implantaron estas costumbres por parte de unas personas que introducen la agricultura y domesticación de animales en estas tierras.
Provienen de Oriente próximo, desde donde han llegado mediante la navegación de cabotaje. Los expertos calculan que ha sido un viaje que ha durado muchas generaciones puesto que estiman que este desplazamiento empezaría unos ocho mil años antes de nuestra era. Con sus conocimientos agrícolas llega también los rituales que practican. Soler explica que los diferentes abrigos de Pla de Petracos forman una narración dispuesta para ser vista a mucha distancia y que gira en torno a la veneración del sol y la agricultura.
Las diferentes pinturas que se pueden ver en Castell de Castells se pueden observar también en la exposición Rupestre gracias a los calcos que hizo el Centre d'Estudis Contestans. Soler incide en el enorme tamaño que tienen estas pinturas, que el visitante del Marq puede estudiar tranquilamente con esas reproducciones. En la montaña, contemplar estos vestigios de los rituales de milenios atrás aún sobrecoge por su grandiosidad.
En el primero de los abrigos, se ven a tres figuras reunidas que se representan a la salida de un lugar. Y sobre la cabeza de una de ellas una serie de puntos conforman un triángulo. La siguiente pintura la considera una de las más importantes que aquí se encuentran. En ella se ve una persona levantando las manos con la cabeza radiada, es como un chamán en éxtasis rodeado de círculos. "Está transformada, crecida, por la naturaleza", indica Soler.
Sobre este chamán en éxtasis también hay otra figura que parece estar danzando, con la que se representaría las ceremonias que se realizaban donde se adoraría la fertilidad. La siguiente figura es de las que mejor se conserva, con unas líneas serpentiformes que sacralizan un motivo, "que parece que surge de la tierra y está sometido al viento, lo que interpretamos que podría simbolizar una espiga de trigo".
Además de los motivos agrícolas también hay dedicados a la ganadería, como en el abrigo octavo. En ella una persona estaría junto a la representación de un toro. Para Soler queda clara la evolución representada a lo largo de las pinturas: la llegada de unas personas a un lugar donde de manera cíclica se celebrarían ritos dedicados a la fertilidad.
La puesta en valor de este yacimiento se realizó a través de un largo proceso. Soler recuerda que fue hace veinticinco años cuando empezaron a trabajar conjuntamente los departamentos de prehistoria del museo arqueológico de Alicante y el de arquitectura de la Diputación, donde estaba Rafael Pérez, para plantear su mayor protección. En aquel entonces estaban preocupados tras el ataque a un yacimiento "fundamental" en Benirrama, su intención era poner en valor los existentes y facilitar su conservación mediante la protección de los mismos.
Aquella petición la recuerda Pérez como algo "insólito". En esa época los vallados para proteger a las pinturas que se realizaban eran muy elementales. "La idea iba más allá del simple vallado, se trataba de añadir información y una plataforma de observación", recuerda, "era un reto en el que se ampliaba la actividad de mi departamento". De esa primera visita a la zona destaca Pérez la importancia de situarse en el lugar, "los meandros de un barranco con un paisaje que te cautiva y con especiales características sonoras".
Los bancales que se habían hecho aprovechando la ladera de enfrente para el cultivo le dieron la idea a Pérez para crear otro que sirviera de acceso. "Había que hacer una plataforma y escalonamientos, en los que añadimos barandillas para facilitar el acceso", explica. Para realizar aquellas obras el aquel entonces diputado de arquitectura Josep Albert Cortés estableció un convenio con el Ayuntamiento de Castell de Castells.
A los trabajos en el propio yacimiento situado muy a las afueras del municipio se añadió la creación de un centro de interpretación que, desde la localidad, sirviera de punto de referencia. Fue un proceso que se tomó su tiempo desde que en 1993 se realizara la primera visita hasta que en 1998 se consiguiera su puesta en marcha. "Más allá de las pinturas y de todo el esfuerzo a nivel técnico que se hizo para poner en valor estas pinturas está la implicación directa de todos los equipos de gobierno que han pasado por la Diputación", apunta Cortés.
"Las pinturas, importantísimas dentro de la península Ibérica, necesitaban de un centro de interpretación", señala Soler. Cortés recuerda esos trabajos que culminaban el largo proceso desde que se descubrieron en 1980. Un proceso que partía de las investigaciones de Pere Ferrer y Mauro Hernández, quienes catalogaron y pusieron en valor las pinturas.
Los trabajos realizados a finales de los años 90 no solo incluían lo meramente físico, como el vallado y la ampliación de la zona de acceso principal para que hubiera un estacionamiento mínimo de vehículos, recalca Cortés. Tan importante como eso era la generación "de unas expectativas entre las administraciones intervinientes y la comunidad científica para que fuera visitable y hubiera una difusión como se correspondía a la importancia de las pinturas".
"La emoción que te produce el estar en un sitio como este es indescriptible —concluye Cortés—. La potencia del paisaje del valle te atrapa, te subyuga, tanto como intentar comprender qué sucedía aquí con cada ciclo estacional, en la manifestación de nuestro primer arte".