Hablamos con profesores, pianistas y gestores culturales para dar respuesta al creciente pérdida de público joven en los auditorios
VALENCIA. Parece que tenía que venir un pianista inglés en vaqueros para que empezáramos a aceitar los resortes de nuestra oxidada conciencia musical pre-contemporánea. James Rhodes, el músico al que todos quisimos abrazar antes de escucharlo tocar su instrumento, actuará por primera vez este sábado en Valencia. El concierto ocupará la Sala Iturbi del Palau de la Música con el tipo de público que todos los auditorios anhelan: joven, inquieto culturalmente y dispuesto a pagar. Ya solo por este hecho, el recital –en el que se interpretarán piezas de Chopin y Beethoven, entre otras- puede considerarse un acontecimiento.
La actuación coincide además con la publicación en España de “Toca el piano” (Blackie Books), libro en el que Rhodes deja de lado los amargos traumas de su autobiografía (de la que se han vendido más de 75.000 ejemplares en España) para centrarse en un objetivo muy diferente. El autor londinense se ha propuesto quitarnos a todos el “miedo” al piano explicando cómo cualquier hijo de vecino puede aprender a tocar un preludio de Bach en seis semanas, con tan solo 45 minutos de estudio diario.
La visita de Rhodes nos proporciona la excusa perfecta para formularnos una serie de preguntas: ¿Es realmente novedoso el formato de recital que propone (es decir, la renuncia a la etiqueta y la intención didáctica de las explicaciones que preceden a cada pieza)? ¿Por qué el perfil de público en los patios de butacas envejece irremediablemente, ante la mirada impotente de programadores e intérpretes? ¿Por qué continúa instalada la idea de que un piano o un violín está solo al alcance de genios? Trasladamos estas cuestiones a varios pianistas, profesores de música y gestores culturales.
Nacido en Guipúzcoa y residente en Valencia desde hace décadas, Carlos Apellániz es una eminencia a nivel nacional e internacional como pianista. Le preguntamos acerca del reto de Rhodes ¿Es realmente asequible para una persona sin la mínima noción de solfeo aprender en seis semanas un preludio de Bach? “No es tan difícil, y además así te puedes dar cuenta de lo que pasa en la cabeza de una persona cuando estudia e interpreta música”.
Los conciertos de música clásica pueden llegar a ser francamente explosivos, épicos o desgarradores; sin embargo, una gran parte de la población tiene la percepción de que son aburridos o no está hecho para ellos. ¿Por qué? “Durante los últimos diez años se ha notado una clara bajada de asistencia a los conciertos”, reconoce este músico. Apellániz, tiene, además una teoría personal: “Ya desde Hollywood meten a la gente la idea de que la música clásica es para gente rara. Cuando en una película aparece algún psicópata, siempre están escuchando música clásica. Por ejemplo, en el “Silencio de los corderos”, ¿qué escucha Anthony Hopkins? Las “Variaciones de Goldberg”. Igual que cuando aparece un nazi: siempre está escuchando a Wagner. Es un estereotipo que no sé por qué se da. No sé si será para contraponer el jazz, que es genuinamente americano y siempre se asocia a la libertad, con la música clásica, que es europea”.
Nos dirigimos ahora a dos profesores de piano, Margarita Roda y Javier Barranco. Su escuela, AD Artem, abrió sus puertas hace 35 años en Valencia y es pionera en el desarrollo de un método por colores para aprender a tocar el piano.
“El miedo a tocar un instrumento de este tipo lo han generado las propias instituciones, cuando en realidad nadie debería tenerlo. El piano es algo fabuloso que solo te da bienestar”, opina Margarita. Para ella, parte del problema reside en el hecho de que en los conservatorios no te dejan tocar tu instrumento hasta que no estudias dos años de solfeo. “El primer día que vienen a mis clases, los niños de tres años salen ya tocando una obra sencillita”. “Ya solo como ejercicio cerebral o método de relajación, acercarse a un instrumento es más que recomendable”.
Eso por la parte de la interpretación, ¿pero qué hay de los conciertos de música clásica? ¿por qué no interesan a más gente joven? “Para empezar, son carísimos. Tendría que fijarse un precio simbólico para los estudiantes”, opina. “Por otra parte, es una cuestión de cultura. Esas cosas hay que inculcarlas desde párvulos. Pero ¿qué podemos esperar, si se le da más importancia a religión que a la música en los colegios? Para los adolescentes la música clásica es un rollo, porque no la han vivido nunca”.
Por su parte, Javier Barranco, también profesor de piano, añade que la falta de interés por la música clásica se debe a que “todo el marketing se ha dirigido siempre hacia la música popular”. En su opinión, “la música clásica es alta cultura, pero no solo está dirigida a personas muy cultivadas.”
María Iturriaga, pianista y directora ejecutiva de Berklee Valencia añade otro punto de vista: “En el circuito de música clásica se ha llegado a unos formalismos que a veces crean una barrera entre el intérprete y el público. Solucionarlo está en manos de los programadores y de los propios músicos. Hoy todos tienen a su alcance las mismas armas que la música popular: videos, redes sociales y otras alternativas”. “También es muy importante no retirar la música de la educación obligatoria y que se ponga en manos de un profesorado adecuado y con medios suficientes para que los niños aprendan a disfrutar de ello”, agrega.
Joan Cerveró, director de orquesta, compositor y fundador del Grup Instrumental de València, lleva más de dos décadas introduciendo elementos didácticos en sus conciertos. En ellos, frecuentemente se dirige al público para explicar cada pieza, igual que hará James Rhodes en Valencia este sábado. La diferencia es que la misión de Cerveró, como especialista en música académica contemporánea, es doblemente compleja. “Siempre hemos querido ofrecer al público argumentos que les ayuden a ligar lo que suena con la literatura, el cine o la pintura”. En su opinión, “James Rhodes me parece honesto e interesante, pero no novedoso. Creo que su valoración no es tanto como pianista sino como producto social; como ejemplo de alguien que ha conseguido liberarse con la música”.
Para Cerveró, “la gente no va a los conciertos sencillamente porque se aburre. Hemos separado cultura y educación, cuando la realidad es que para entender la belleza hay que tener información. Hace ya mucho tiempo que la música se está llevando exclusivamente al terreno del espectáculo, como ya decía Debord. No se relaciona con la vida, sino con un hedonismo puntual. Como un subidón para olvidarse de todo y poder volver después al mundo de antes como si nada hubiese pasado”.
Comenzábamos esta ronda de entrevistas con un músico profesional consolidado, y terminamos con una joven pianista valenciana, que además se mueve indistintamente en los círculos de la música clásica y en los del punk rock. Marina Delicado, ex cantante y guitarrista de Carmonas, nos habla desde Bruselas, donde se encuentra completando su formación de piano.
“Cuando te metes en este mundo te das cuenta de que hay una estructura interna que no te deja moverte mucho. Creo que la alta exigencia nos ciega a la hora de ser creativos. Entiendo que todo esto tire para atrás a un público que además desconoce la mayoría del vocabulario y del protocolo de la música clásica. Yo les diría: ¡dejad a los fanáticos que hagan locuras, pero no le tengáis miedo a tocar un instrumento!”
“Personalmente, me siento más cerca de la improvisación libre y de la música contemporánea, y me parece importante que la clásica comience a ocupar espacios diferentes; que se toque en pequeñas salas; que se cambie la iluminación y la localización del público-escenario. Creo que es necesario el trabajo que está haciendo Rhodes, y yo añadiría también a pianistas como Alice Sara Ott o Francesco Tristano”.
“El mundo de la música clásica también es adictivo -concluye-. Creo que es como aprender un idioma. Cuanto más lo conoces, más entenderás, y más querrás escuchar”.