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El país del emprendimiento no es para todos 

A qué tienen miedo los emprendedores

1/05/2017 - 

MADRID. “El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin desesperarse”. La frase de Winston Churchill fue elegida para la primera celebración en España del FailCon, una conferencia que nació en Silicon Valley (EE.UU) para compartir experiencias sobre fracasos empresariales, algo que definió uno de los ponentes como “cagada maravillosa”. El evento se celebró en 2013 en Barcelona, al objeto de aprender de los errores para construir el éxito. 

Pero, ¿de verdad es tan fácil asumir un error en el emprendimiento”. A veces no es sólo una cuestión de hacer mella en la moral del emprendedor. Al coste emocional pueden sumarse otras consecuencias. “Yo ya emprendí una vez y acabé arruinado, yo y toda la familia”, comenta un ingeniero de 36 años que prefiere guardar el anonimato, pendiente ahora de que le confirmen un contrato laboral. “Si me lo ofrecen, lo firmo seguro. Ya veré si puedo seguir con el proyecto nuevo en paralelo o no”. 

También Ana Utrilla reconoce haberse iniciado en esto del emprendimiento por necesidad. Diseñadora de formación, después de varios años en paro se animó a montar un estudio online de interiorismo, Ana Utrilla, con el que ahora se gana la vida. 

Optó por un negocio digital alentada por el fácil acceso a la tecnología y una inversión relativamente baja, pero pronto se percató de que tenía algunas carencias. Los más de 15.000 euros extraídos hasta ahora de sus ahorros los ha invertido en cursos de formación en marketing online, estrategias de posicionamiento, comunicación…”El dinero en los cursos no lo doy por perdido, porque estoy aprendiendo, pero sí me dolería fracasar después de dedicarle entre 12 y 14 horas diarias a esto”, comenta.

Una carrera de fondo

La situación actual parece estar empujando a muchos a emprender, como una opción muy común para personas, todavía jóvenes, que se enfrentan a un futuro incierto o al desempleo. Pero el emprendimiento no es para todo el mundo. Es una carrera de fondo donde los beneficios, si llegan, lo hacen de forma lenta y después de mucho esfuerzo y sortear un sinfín de baches. 

Hace falta un mínimo de recursos y un máximo de fortaleza mental. Además, por mucho que nos empeñemos en importar el lema Fail fast, fail often (fallar rápido, fallar a menudo) de Silicon Valley, lo cierto es que el concepto que se tiene en España del fracaso, dista mucho de la visión que tienen de él en Estados Unidos. Las estadísticas nacionales suelen arrojar que muchos emprenderían si no temiesen al fracaso (un 46% de los consultados para el último estudio GEM en España). Aquí, al fracaso, se le tiene miedo.

Y el problema del miedo es que paraliza. Se asocia a la pérdida de tiempo y de oportunidades más que a la apertura de las mismas. “Hoy más que nunca vivimos en un mundo de incertidumbres (tanto financieras, económicas, medioambientales, sociales, laborales, políticas). En este océano de incertidumbres, toda decisión es una apuesta, como dice el filósofo Edgar Morin. Nadie puede nunca controlar las consecuencias de una decisión. 

Por eso, el miedo es natural. No podemos quitarlo. Pero sí transformarlo en motor de acción. Porque la virtud del miedo es la valentía y detrás del miedo está el deseo”, es la opinión de Caroline Ladousse y Nathalie Huet, fundadoras de Cometa, empresa que ayuda a las personas a reinventar su vida profesional con un programa propio que han diseñado, Jobfulness Booster.

Miedos de todo tipo

Ellas mismas abandonaron su trabajo en una multinacional para montar el negocio que gestionan ahora desde España. Están convencidas de que el miedo al fracaso implica, también, miedo “a la precariedad financiera, a la pérdida de prestigio y a la mirada de los demás que te juzgan”. Otras angustias que detectan en Cometa entre sus clientes emprendedores son el miedo a sacrificar la vida personal y a involucrar a otros colaboradores en su proyecto personal. 

“No es sólo el temor a saber gestionar a empleados cuando no estás acostumbrado a hacerlo, sino también asumir la responsabilidad de que la estabilidad financiera de una persona y de su familia puede depender de ti mientras que, hasta ese momento, todo quedaba en casa. A mí eso, la primera vez que lo hice, me impuso mucho respeto. Ahora sé que la decisión fue acertada”, cuenta Borja Gómez, consultor de comunicación y fundador de Borja Gómez Comunicación, su segundo emprendimiento.

Dice Borja que “de los errores se aprende, pero también se repiten, algunos versionados a nuevas situaciones. Donde se va ganando es en seguridad, en confianza y determinación en la toma de decisiones. Pero el miedo no desaparece, se acrecienta con la empresa. Es un arma de doble filo que, por un lado, te dice que vas por el buen camino pero, por otro, te dice que cada vez tienes más que perder. Yo lo imagino como un castillo de naipes al que vas añadiendo cartas poco a poco y procuro no dejarme llevar por el miedo más allá de quedarme sin flujo para afrontar los pagos”.

Riesgos de dejarse llevar por el miedo

Y aunque hay momentos en la vida de una empresa en la que puede ser aconsejable el conservadurismo, en un mercado cambiante como el actual, lo más arriesgado parece no asumir riesgos. No se descubre nada al decir que anclarse en el inmovilismo y permanecer en la zona de confort ha sido causa de muerte para numerosas empresas, pero no es sencillo detectar los sesgos. “En Cometa defendemos que para que el miedo deje de paralizarnos, hay que mirarlo de frente”.

Consecuencias de esos miedos, según Cometa, pueden ser: tomar decisiones a corto plazo, en contra de una estrategia global, tomar decisiones a ciegas, ya que el miedo reduce nuestra visión de la realidad y, en consecuencia, perder productividad para la empresa; riesgos de alojar en estrés permanente a los empleados y, por último, “riesgo a morir por falta de innovación”.

“Fracasos he tenido 20, 20.000,  20 millones si quieres. Todos los días cometo alguno y también algún acierto”, respondía el presidente y fundador de la cadena Room Mate Hotels, Kike Sarasola, cuando le preguntaban por su mayor fracaso. Ahora dice no fiarse cuando recibe un currículo impoluto, en el que nadie “reconoce haber trabajado en el sector de la construcción o haberse arruinado. Eso me da miedo porque no sé si esa persona va a saber lidiar con una situación adversa”.  Una buena frase de motivación para convertir debilidades en fortalezas. 

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