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¿A unos días de que la ultraderecha irrumpa en el parlamento europeo?

20/05/2019 - 

¿Han descartado que la suma de movimientos populistas europeos alcance una mayoría en Bruselas? Sin Tezanos que lo confirme, la posibilidad de obtener un 33% y generar un gran bloque de euroescépticos está casi al alcance de su mano. El movimiento está en marcha. De hecho, tan solo quedan unos días para comprobar si la campaña de Steve Bannon al parlamento europeo es un éxito. El que fuera mano derecha de Donald Trump, el azote mediático, polemista, pero sobre todo estratega eficiente en el cambio estadounidense de 2016, el que logró el último arreón de votos de los escépticos por un cambio nacionalista en Estados Unidos, ese hombre formado entre el ejército, Harvard y Goldman Sachs ha trabajado intensamente durante los dos últimos años para lograrlo. Bannon ha creado el movimiento, el grupo de ultraderechistas, nacionalistas y populistas europeos entre los que se encuentra el primer ministro italiano, Matteo Salvini, la presidenta de Agrupación Nacional francesa, Marine Le Pen, pero también los miembros del Partido por la Independencia del Reino Unido, el Partido Popular y el Partido Vlaams Belang, ambos de Bélgica, los Demócratas de Suecia, y, cómo no, Vox en España. De este feliz y último enlace dio cuenta estupendamente el programa En Portada de TVE hace tan solo unos días.

La estrategia de Bannon para dominar el mundo pasa porque la extrema derecha irrumpa en el parlamento europeo en unos días. Mientras nos divertimos en corto con las chorradas impunes de algunos y algunas candidatas a las elecciones municipales, la otra papeleta que el domingo depositaremos (o no) en la urna podría precipitar un cambio dramático para Europa. Una nueva Europa sin Unión. El objetivo de Bannon, como evidencia el primoroso documental Steve Banon, el gran manipulador, es desactivar el propio parlamento. Ocuparlo con escaños para desmontar su legitimidad, vaciarlo de actividad legislativa y reconvertir a Europa en un pueblo débil por dividido frente al nuevo eje cultural y económico del mundo: China, Persia/Irán/Turquía y Estados Unidos. Descalcificarlo primero, ocupando sus votos, para luego reconducir su voluntad una vez apresado hacia las ideas que más interesen, suponemos, a sus financiadores.

El susto es relativo porque, al fin y al cabo, en la Unión Europea hay más de medio centenar de partidos populistas escorados a la derecha de la derecha. No solo eso: tienen representantes en 22 parlamentos. En Italia, Polonia, Austria, Hungria y otros cinco países más, estos partidos forman parte del gobierno. Para todos ellos, podría parecer que Bannon tiene objetivos bien claros. También para Europa. Pero si no avanzamos en una búsqueda crítica e individual de los hechos tal y como se encuentran en este momento, es difícil darse cuenta de que no: Bannon quiere ocupar margen de voto en el parlamento europeo, pero el qué no está nada claro, dada la heterogeneidad de sus compañeros de viaje, a quienes, por ejemplo, les separa la también fundamental filia o fobia por la Rusia de Putin. El documental sobre Bannon, que tendrá un pase único en València el próximo jueves en los Cines Lys a las 20:30h, evidencia que su estrategia en realidad pasa por acaparar poder. ¿Y luego?

Estrategia política

En el paso del primer al segundo acto del documental, tras la contundente derrota del candidato republicano al Senado Roy Moore (acusado de acoso sexual de menores), Bannon lanza su discurso sobre cómo funciona el capitalismo de ideas: “las ideas en el mercado político viajan como ideas en el mercado financiero. Si algo pasa n Londres , al día siguiente pasa en Wall Street, al día siguiente en Singapur, Tokio y Hong Kong”. El objetivo del tótem mediático de la facción más derechista de la derecha estadounidense es “contrar las ideas”. “Ideas claras”, llega a decir, que sustenten su discurso económico y social. Unas ideas que, como el documental emula, se encuentran donde Marine Le Pen y otros populistas europeos han encontrado la verdadera beta de oro electoral: en los trabajadores blancos olvidados por la izquierda, aislados de cualquier sentimiento de pertenencia al sistema y, por supuesto, convencidos de poseer una autenticidad cultural y propiedad privada del lugar en que nacieron. Un hecho absoluto, intransferible e incuestionable.

Esa es la minoría deseada. Es el punto de anclaje que, quizá, Vox, pese a sufrir una noche electoral mucho más triste de lo que medios y gurús habían pronosticado, ya posee. La posee en Les Corts valencianes y en el Congreso. Bannon explica a un periodista de The Guardian durante el documental que la lección se la enseñaron en dos centros formativos –a su forma de vr las cosas– comparables: el ejército y Goldman Sachs. Allí “lo que te enseñan es a conseguir una minoría lo suficientemente sólida e inamovible”. Y, a partir de este hallazgo, de esta beta electoral, estrategia en dos pasos: no convencerles de nada, darles la razón y asumir sus votos (y no necesariamente sus ideas); segundo paso: “ganemos y tomemos el control. Entonces es cuando debes convencerlos [de tus propias ideas]. Eso es lo que te da un poder real”.

El fundamental utilitarismo de los medios

Esta semana en València se ha hablado mucho fuera de micro sobre cómo interpretar la que se viene con Vox en Les Corts. Su juramento “por Dios y por España” fue, de lejos, lo más comentado, analizado y tuiteado de la constitución de la nueva cámara. Solo el primer paso a la capitalización y utilitarismo que tan bien interpretó Bannon junto a Trump durante los años 2015 a 2017. Un uso que le llega a los medios de comunicación en una profunda crisis de identidad, quizá irreversible. En el documental que se proyectará en los Lys, Bannon habla muy claro de cuál es el papel de los medios en la conformación de un nuevo mundo:  “vamos a usar los medios como lo hizo Trump. Los medios de comunicación van a ser nuestro mayor aliado”. Un uso desde el chiste, porque suma más que resta. Como dice uno de sus asesores, “están obsesionados con nosotros. Tenemos que usar esa obsesión”. Y remata: “el tema es que, aunque traten de burlarse y mofarse, es tan baja la confianza en los medios de comunicación que la gente va y viene, duda”.

Bannon deja claro que cuanto más se obsesionan los medios, “más aliados son”. Pone en valor el gran consejo que le dio Trump, estrella televisiva desde los 80 y ahora presidente de los Estados Unidos: “no hay medio de comunicación malo”. Y la razón es simple, porque es económica: “nunca seremos Soros [en referencia a que no poseen el capital para poseer el voto de quien ansían]. Necesitamos vivir de los medios de comunicación”. Aviso a navegantes. El mensajero no será el asesino, pero los cómplices no tienen porqué llenarse las manos de sangre. Lidiar con la que se avecina en Bruselas, Madrid y la calle Navellos de València marcará el fin de los medios de comunicación tal y como se conocieron en los dos últimos siglos. Eso o un conversión a algo muy distinto que, quizá, salve una mínima parte de dignidad y servicio público todavía en activo por arrastre, cultura y casi tradición.

El fracaso de la política comunitaria

El documental no abunda tanto, quizá algo más se deja ver en el de En Portada, sobre el fracaso de la política europea. Un fracaso que empieza aquí, en casa. En cada país. ¿Qué responsabilidad tienen los grandes partidos enviando una lista de elefantes blancos legislatura tras legislatura? ¿Qué imagen se proyecta desde la acción directa sobre lo que finalmente sabemos que supondrá la todopoderosa legislación europea? Les invito a comprobar en la calle, en su trabajo o con la familia cuál es el grado de conocimiento de candidatos. Y no me refiero a un desarrollo sobre hitos en el curriculum, sino a la posibilidad de enlazar un par de nombres propios en la lista del propio partido. Una despersonalización que, en voluntad de Bannon, pese a que sus ideas sean móviles según el beneficio concreto y a corto plazo, si tienen un mandato derivado del pensamiento general de todos los partidos que agrupa El movimiento: desactivar la Unión Europea (o, al menos, vaciarla de poder legislativo) y detener las aportaciones económicas para las políticas conjuntas. Todas ellas.

 ¿Tiene sentido una Unión Europea sin políticas conjuntas ni asistencias sociales? En el discurso de Bannon, rodeado de ninguna mujer en su equipo, hay pistas para la desactivación de sus propósitos: asegura que los medios no se ocupan de los hechos. No los cuestionan. Tampoco los ciudadanos, por extensión. Contraponer los hechos, como sucede durante el documental en alguna de sus entrevistas (en las que llega a pasarlo físicamente mal, en la que da visos de sufrir un elefantiásico síndrome del impostor), es el principal talón de Aquiles de ‘el movimiento’. Hablan y hablan, dan la razón a quienes quieren asumir como votantes para luego reconducir su voto –una vez cautivos, desalmados– hacia su discurso. Por eso, la confrontación de los hechos, el debate del punto por punto en campo abierto (y no en los medios donde sencillamente se les da tiempo sin contraste) es el principal objeto de batalla. Es también la principal herramienta de combate tras su ingreso en el parlamento europeo, porque dada la campaña de Bannon y los aliados políticos encontrados en Europa durante los dos últimos años, en este momento ya parece imposible evitar su entrada en la cámara de gestión continental. Una cámara que, casi al unísono, todos sus aliados europeos (ingleses, italianos, franceses, belgas, suecos o húngaros) sueñan con deshacer. De lograrlo mañana, algún día, la mayor acumulación de dolor jamás vivida por la humanidad, la primera mitad del siglo XX, no habrá servido para nada.

Hay quien da por amortizado a Bannon antes de las elecciones del próximo 26 de mayo. El problema es que, aunque el ya exasesor de Trump se vuelva a Estados Unidos con el rabo entre las patas, habrá logrado generar la duda (de la que hablaba su asesor en el documental). A los Salvini, Le Pen y Orban no les hace falta Bannon para cohesionarse, pero sí para concitar el ruido suficiente. Es posible que estemos a unos días de que la ultraderecha irrumpa en el parlamento europeo. Eso es lo que sí les sigue haciendo falta: legitimarse. Los vientos les son favorables, dada la lentísima recuperación económica tras el crack de 2008 y el frágil marco económico familiar y social. 

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