De cuando internet se volvió cuqui y las frases motivadoras dejaron paso al diseño de autoayuda
VALENCIA. Decir Mr. Wonderful es decir buenrollismo gráfico, lámina motivadora, el positivismo hecho ilustración, lo que los mensajes de los azucarillos son a la literatura, como un Paulo Coelho envuelto en algodón de azúcar. Nada que ver con la novela gráfica homónima de Daniel Clowes, y tampoco con ningún señor inglés de apellido guasón.
Angi Cabal y Javi Aracil son los padres de Mr. Wonderful, que pasó de ser su estudio a convertirse, hace apenas 4 años, en el referente del diseño cuqui de internet, todo un acierto empresarial por parte de un pequeño negocio sin aspiraciones comerciales (los diseñadores no sabemos de eso). Desde Barcelona realizaban invitaciones de bodas y vendían elementos decorativos, cuando de repente las sencillas ilustraciones, frases inspiradoras y composiciones naíf de esta pareja de diseñadores gráficos pasaron de estar estampados en chapas y tazas a tapizar internet de mensajes positivos. Pasteleo gráfico propagado por redes sociales a la velocidad de un unicornio alado rosa. Cuidado, que contagian.
En un par de años el fenómeno Mr. Wonderful fue viral, el diseño cuqui saltó a las tiendas con cientos de puntos de venta en media España (y parte del extranjero), distribución en El Corte Inglés, un catálogo casi infinito de merchandising no apto para diabéticos con tazas, libretas, carpetas, estuches, velas perfumadas que huelen a felicidad, paraguas para días atormentados o carcasas de móvil que rechazan whatsapps malrolleros, colecciones textiles para el grupo Inditex (Stradivarius y Oysho), álbumes para Hofmann e incluso se contagiaron de felicidad en un acto simbiótico con Coca-Cola.
Sucesivamente van apareciendo oleadas de positivismo gráfico que alguien termina por rentabilizar (siempre están las grandes marcas al acecho). Todo comenzó con los calendarios de Anne Geddes, los powerpoints en cadena con fotos de recién nacidos y atardeceres, llegaron los gatitos y éstos sobrevivieron a las postales motivadoras, a la moda de los cupcakes y hasta a los anuncios estivales de cervezas. Se trataba de tocar la fibra de un perezoso internauta que cada vez lee menos libros de autoayuda y más tuits animosos, un terreno realmente inhóspito para el diseño donde entre tanto ciego la Comic Sans reinaba apaciblemente.
La tendencia del momento, en cuanto a diseño gráfico se refiere, era el minimalismo basado casi en plantillas. El mundo hipster del Do-It-Yourself llegaba a las artes visuales con grafismos muy geométricos, logos con forma de aspa, siluetas de moustaches (bigote en hipster se dice moustache), tipografías escritas a mano y una paleta de colores desaturados, un conjunto que hacía de todo esto un lenguaje que olía a retro, con una pincelada pueril pero aseado.
A nivel nacional, Mr. Wonderful se encargó de hacer suya esta tendencia, generar su propio estilo y definir así esta especie de nuevo new age contemporáneo naíf patrio. Y funcionó, porque sus ilustraciones tenían una gracia diferente, porque las frases (cortas) eran lo que quería la gente, porque las composiciones centradas funcionan, porque los recursos gráficos simples ya eran tendencia, porque estaban en el momento oportuno y su lugar adecuado, su caldo de cultivo, internet, estaba listo para recibir una buena dosis de positivismo durante una brutal crisis global.
Se había creado la burbuja del buenrollismo gráfico, el diseño cuqui viralizado hasta la náusea para hacernos sentir mejor en manada compartiendo mensajes wonderfuleros. Porque ese estilo ya ha sido bautizado con su nombre, no hay más que dibujar una cinta decorativa (washi tape), utilizar una tipografía manuscrita fina y darle un toque infantil a las ilustraciones para tener una lámina “estilo mister guonderful”. Los autores de las tipografías Arsenale White (la del logo de Mr. Wonderful), Brain Flower o Moon Flower (similares a las de sus mensajes) aún están atónitos con el volúmen de descargas de sus fuentes, y servicios online de creación automática de estos mensajes como Pinstamatic o Recite se han convertido en auténticas bibliotecas gráficas hipster. Por unos años han sido el nuevo paradigma del diseño, aunque, por suerte, ya van perdiendo fuelle.
“Puedes alcanzar la atemporalidad si buscas la esencia de las cosas y no la apariencia. La apariencia es transitoria, la apariencia es moda, la apariencia es tendencia, pero la esencia es atemporal” decía Massimo Vignelli, creador de proyectos tan atemporales como la señalización del metro de Nueva York o la identidad corporativa de United Colors Of Benetton.
Exprimir una tendencia no es nada nuevo, como tampoco lo es intentar rentabilizarla al máximo cediendo a todo tipo de merchandising. Tenemos ejemplos recientes también en el ámbito de la ilustración y el diseño, como la historia de Kukuxumusu o la de Jordi Labanda, quien hace veinte años disfrutaba del boom de sus ilustraciones naíf de personajes sibaritas que saltaron de las viñetas en prensa a todo tipo de productos y a ilustrar proyectos de enormes clientes multinacionales, antes de que llegase el hartazgo y rechazo por empacho del mercado. Aunque sin la penetración que internet tiene ahora le costase menos hacer suyo un estilo y lenguaje que venía de décadas antes con Edmond Kirazian y posteriormente Monsieur Z, de quienes Labanda hizo algo más que inspirarse, marcando desde entonces la tendencia actual de la ilustración del mundo de la moda.
Decía Pablo Picasso que los grandes artistas copian mientras que los genios roban.
Puede copiarse bien o mal, y para colmo quienes han intentado copiar a Mr. Wonderful lo han hecho mal (no hay más que ver sus intentos), lo cual evidencia que tras estas ya manidas composiciones y dibujos hay un talento especial, un estilo personal como el de tantos otros ilustradores que rápidamente pasan del diseño a la recreación propia del arte.
A nivel de diseño Mr. Wonderful no arriesgaron, pero no es criticable en absoluto. Tampoco es criticable habernos dejado en internet semejante vertido pasteloso, ya que somos los usuarios los que decidimos compartir o no estos mensajes. El problema, una vez más, fue de la raza humana, de una combinación de pecados capitales (envidia, pereza y codicia) y de querer imitar para triunfar, de que gente sin talento intentó hacer lo mismo que la pareja wonderful pero sin ninguna destreza ni habilidad.
Lejos de expectativas comerciales, un diseñador ha de buscar solucionar los problemas de comunicación de sus clientes, y generar lenguajes interesantes y adecuados para cada proyecto. El modelo de Mr. Wonderful dejó de ser un estudio de diseño para ser una tienda de ilustraciones, no lo confundamos. Abandonemos el diseño cuqui, busquemos la atemporalidad de Vignelli en nuestros proyectos, la esencia de las cosas.
Como diseñador me intriga saber cuál será la próxima “tendencia cuqui”, si el kawaii saldrá de su ghetto de otakus para invadirnos a todos o si la Comic Sans sobrevivirá al diseño hipster para seguir conviviendo con fotos de gatitos. Estamos hartos de Mr. Wonderful, pero este mal menor tampoco les es reprochable a sus creadores. Su tirón comercial está aguantando más de lo que ellos mismos esperarían, y aunque gráficamente hay poca evolución desde aquéllas primeras chapas con superpoderes con las que inauguraban su tienda, Mr. Wonderful no perjudica al diseño, y merecen que les siga yendo bien, por su mérito y acierto empresarial, porque no han necesitado plagiar para tener éxito, y porque por muchas quejas de hastío que uno encuentre por internet, su triunfo ha sido limpio y pulcro como sus ilustraciones.
Por suerte el diseño cuqui no está entre las tendencias gráficas para 2016 de la asociación de diseñadores profesionales AIGA (la más grande y numerosa del mundo) aunque los colores del año escogidos por la guía Pantone, autoridad del color para las artes gráficas, son dos tonos pastel que evocan una imagen onírica bastante cursi y trendy.
Sonrían. Hoy es un buen día para tener un gran día.