“Estudié Derecho y Empresariales y después de trabajar muchos años en fondos de inversión conocí ACOES como voluntario. Siempre había tenido ganas de utilizar mis conocimientos y mi dinero para ayudar pero no encontraba el proyecto adecuado. Al final lo encontré. Actualmente soy un sacerdote misionero que colabora con los jóvenes beneficiarios de ACOES en Honduras”
Es el testimonio es el de Álvaro Ramos y de su experiencia como voluntario que cambió su vida radicalmente. De vivir en EEUU y trabajar en fondos de inversión a ser sacerdote en Honduras. Entonces no sabía dónde la vida le iba a llevar. Actualmente es uno de los responsables de la organización que ha recibido estos días por parte del Defensor del Pueblo, Premio Derechos Humanos Rey de España. El próximo miércoles 19 de junio estará en Valencia en el Colegio Dominicos de Valencia donde dará una charla sobre ACOES. Este reconocimiento les anima a seguir. En general hay mucha indiferencia con los pobres pero este Premio, según Álvaro Ramos, les da la esperanza de que en el mundo hay interés en resolver la pobreza. Esperan que el Premio de más difusión al sufrimiento de los pobres y que es posible cambiar esa situación si nos tomamos en serio la pobreza, trabajamos con ellos y para ellos.
Álvaro se quedó impresionado con el nivel de pobreza de Honduras y las ganas de los jóvenes hondureños con salir adelante. Esa experiencia le impactó. De alguna manera le despertó y le animó a ponerse en la tarea de unirse al proyecto de Honduras. Dejó todo, se fui vivir a Hondura, a estudiar teología mientras colaboraba y al año pasado se ordenó de sacerdote.
Su labor es acompañar a los jóvenes en su vida, en su formación y en su colaboración para ayudar a otros. Cree que la mejor inversión son las personas, especialmente los pobres. Asegura que es impresionante todo lo que los pobres pueden aportar al mundo si les ayudamos. El futuro está en invertir en los pobres.
Y con este lema nace ACOES hace 26 años con la idea de ayudar a los más pobres a recibir una educación integra. Una educación teórica, práctica y una educación de la solidaridad. El lema de ACOES es aprender a compartir.
Una sociedad que sabe compartir resuelve todos los problemas. Esa es la mejor ayuda que, según ACOES, podemos dar a los pobres. Ensenarles que ellos son el motor de su propio cambio y del cambio para los demás.
Su fundador, el Padre Patricio, empezó con un niño de 9 años al que le animo a ayudar. Así fueron apareciendo más y más niños que fueron tejiendo una red de solidaridad. Ahora mismo hay 700 colaboradores que gestionan 42 proyectos de ayuda que benefician 12.000 estudiantes en 12 regiones del país.
ACOES demuestra que los pobres pueden cambiar su realidad si se les da oportunidades. Valencia con su ayuda de tantos años a Honduras da esas oportunidades. En Valencia está el motor del cambio de Honduras al animar a los pobres a que estudien, se ayuden, no se rindan y darle los recursos que necesitan para poder avanzar en la construcción de un mundo mejor. En Valencia hay un grupo de personas muy solidarias que buscan esos recursos a través de becas, comidas solidarias, proyectos sociales etc. Estos proyectos ayudan a los valencianos a valorar el esfuerzo de sus familias, de sus ciudades y a descubrir que tenemos la suerte de cambiar el mundo sin necesidad de irse a vivir muy lejos.
La presencia valenciana en Honduras a través de ACOES es muy importante porque son protagonistas del cambio en Honduras. Álvaro Ramos asegura que los recursos que consiguen en Valencia llegan íntegros a Honduras, sin ningún coste, para que los mismos pobres cambien su vida a través de la educación y la solidaridad. Todos en ACOES son voluntarios.
Sin esos recursos de Valencia, sería muy difícil que los pobres pudiesen avanzar por muchas ganar que tengan. Cuando las personas con recursos comparten con los pobres se inicia el cambio. No solo es el dinero, el compromiso de la gente de Valencia sube la autoestima de los estudiantes en Honduras. Les hace darse cuenta de que son queridos y valorados. Y eso les da fuerzas para seguir. Allí en Honduras los estudiantes hacen milagros porque en lugares muy abandonados las niñas y niños comen, aprenden, se divierten. Ese milagro empieza en Valencia.
En Valencia está un grupo de unos 8 voluntarias y voluntarios pero siempre varía. Raquel de Álava es una de ellos. Ella recuerda su experiencia. “Desde mi juventud he estado realizando tareas de voluntariado aquí en Valencia con niños, jóvenes y mujeres inmigrantes y la experiencia siempre ha sido muy enriquecedora. Me había picado el gusanillo del voluntariado y quería tener esas vivencias en otros países.
Cuando llegas por primera vez a un país tan desfavorecido el choque con su mirada es brutal, pero la inmersión en el día a día del voluntariado es tan fuerte que asumes la pobreza como algo normal y no eres consciente de lo que has visto y vivido hasta tu regreso. Acoes me enamoró desde el principio”.
ACOES es una ONG donde todos los proyectos son llevados a cabo por voluntarios, a partir de 18 años, chicas y chicos hondureños que quieren estudiar y carecen de recursos, la ONGD les ayuda con los estudios a cambio de que se responsabilicen de los mismos “ayudando a ayudar”. Todo un logro en una sociedad que no ha tenido oportunidades y se les brinda la opción de desarrollarse como personas. Le enganchó tanto el proyecto que estuvo yendo a Honduras su mes de vacaciones durante 5 años casi seguidos. En 2005 un grupo de voluntarios que había estado en el terreno creamos la sede en Valencia, al igual que se había hecho en otras ciudades, como un mero instrumento de canalización de la ayuda, colaboración y sensibilización.
Ser voluntaria tanto aquí como en otros países siempre requiere pararse, ver, escuchar a otros, ponerse en su lugar y sentir con ellos, al final el voluntario acaba recibiendo mucho más de lo que pretendía dar.
La primera vez que Raquel fue a Honduras tenía la pretensión de ayudar y al final fue ella la que se volvió con la mochila llena de sonrisas de los niños, aprendizaje de las mujeres que tienen que sacar adelante a sus hijos, compartir con chavales de comunidades indígenas que tienen que caminar horas para estudiar y todas esas bonitas experiencias que tuvo la suerte de vivir. Ahora cuando algún voluntario se marcha siempre le insisten en que en su corta estancia va a conocer y compartir, sin más y con todo lo que conlleva. U
Una experiencia difícil de olvidar y que puede enganchar de por vida. Aunque cierto es que lo más difícil es continuar como voluntario/a con el paso del tiempo. Quizá sea porque a la vuelta la vida te absorbe y comprometerse con una realidad que se encuentra a tantos kilómetros de distancia es difícil, pero desde luego que cuando sabes lo valiosa que es la ayuda, todo esfuerzo vale la pena.
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