Popular expresión que casi todos entendemos por las campañas de difamación de los medios o colectivos hacia una persona concreta para dañarla y expulsarla de la vida pública, la expresión tiene su origen en una competición ecuestre
El inicio de este mes de julio con altas temperaturas me trae a la mente la clásica visión de una especie de charco o lago a lo lejos en las carreteras cuando se circula en los días de calor, es una ilusión óptica que generan las distintas temperaturas. Y no porque haya tenido ocasión de circular por autopistas vacías, no, justamente he vivido en primera persona que la nueva AP 7 sin peajes tiene más coches que el parking de un centro comercial en Navidad. Pero esa historia es para otro Tintero.
La política sigue su curso como si el coronavirus no hubiera existido, como si los miles de muertos ocultos por las cifras oficiales no existieran y no tuvieran que ser contabilizados, los discursos centrados en la mentira y el ataque despiadado siguen prevaleciendo y en la última semana han vuelto a rozar máximos históricos, como suelen decir cuando escuchamos la información bursátil. Las manifestaciones del denominado orgullo y el inicio de las campañas electorales vasca y gallega, nos dejan escenas lamentables con personas que braman y profieren todo tipo de improperios demostrando el odio que albergan en su maltrecho corazón.
La actitud de algunos ciudadanos que habitan en las comunidades autónomas vasca y gallega dista mucho de lo esperable en una sociedad libre y democrática donde la tolerancia, el respeto y el pluralismo deben regir la vida pública y así lo hemos podido comprobar todos los españoles estos últimos días. El hecho de que los mítines de Vox se hayan tenido que celebrar entre fuertes medidas de seguridad denota que pese a ser un partido emergente y aún con muy poca implantación en esas tierras, el totalitarismo de la nueva izquierda y el nazionalismo es tan fuerte que no quieren ni que exista, aunque fueran una fuerza irrelevante en la política autonómica de esas tierras del norte de España.
El acoso y derribo que a diario realizan muchos medios y algunos títeres de las televisiones de ámbito nacional es realmente preocupante, el simple hecho de querer imponer su manera de ver la vida, que, por cierto, cambia cada poco tiempo, porque los -ismos van sucediéndose y siempre surge una nueva corriente más estúpida, más patética y sobre todo más irracional que la anterior. Es esa nueva izquierda que arrasa por donde pasa. La nueva normalidad es el mundo que ellos deciden, con la clásica característica de los regímenes dictatoriales a los que idolatran, consistente en someter al pueblo a elevados impuestos, a todo tipo de obligaciones e incomodidades y limitaciones, y ellos aumentar sus ingresos, su calidad de vida y su derroche siempre con el dinero ajeno.
El tiempo que viene, según auguran muchos expertos en economía es una época difícil porque la crisis laboral dejará a mucha gente sin trabajo y sin recursos para realizar su proyecto vital. En un momento así hay dos opciones: dejarnos llevar por la subvención y la ayuda pública y adherirnos al partido único con el que sueña el actual gobierno o llenarnos de valor y arrojo y buscar alternativas para no sólo recuperar la economía con sacrificio y esfuerzo, sino recuperar la libertad individual que conlleva, entre otras, la libertad de pensamiento, de opinión y de movimiento, algo que de manera cada vez menos velada nos quieren arrebatar y lo están logrando.
En los últimos días han salido noticias relacionadas con graves asuntos judiciales de importantes políticos valencianos y su entorno, tanto en la Generalitat como el Ayuntamiento, pero curiosamente el debate entre los líderes del nacionalismo valenciano no ha sido bien callar por cobardía o reconocer errores y entonar el mea culpa, no. Una vez más han encontrado su excusa para practicar su acoso y derribo a algo que para ellos es gravísimo: que el nombre del nuevo estadio que se construirá en Valencia gracias al mecenazgo de Juan Roig, lleve el nombre de Casal España Arena. Parece que les cabrea que esta gran infraestructura pretenda convertirse en símbolo de nuestra nación para proyectarse en todo el mundo y una vez más colocar a nuestra ciudad en un lugar de referencia global.