VALÈNCIA. La pandemia del coronavirus ha alterado el ocio y la forma de comprar hasta tal punto que bares y restaurantes han tenido que bajar la persiana y Sanitat ha limitado el aforo y la hora de cierre de los comercios. Esta "nueva normalidad" también ha afectado a los vendedores ambulantes que, semanalmente, montan el mercadillo en los municipios valencianos. Sin embargo, la decisión última de permitir que continúen abiertos corresponde a los ayuntamientos.
Precisamente, en el difícil equilibrio entre poner en marcha todas las medidas posibles para evitar el riesgo de contagios, y la necesidad de los vendedores ambulantes de ganarse la vida, es donde se encuentran los consistorios. La normativa sanitaria permite a estos mercados de venta no sedentaria continuar con su actividad. Eso sí, señala algunas medidas de seguridad que se deben tomar como la reducción del 50% de los puestos habitualmente autorizados y el incremento del espacio disponible para montarlos. Sanitat, además, ofrece otra alternativa: optar por la limitación y el control de aforo al 50% de su capacidad, sin limitar el número de puestos.
Esta segunda opción, la que limita el aforo y no el número de puestos, es la que convence más a la Asociación de Vendedores Ambulantes de la Comunitat Valenciana (Avame). Su presidente, Miguel Ángel Viñes, asegura: "Cuando un municipio opta por reducir a la mitad los puestos nos afecta directamente, porque los vendedores vamos una semana sí y la otra no. Por tanto, en un mes solo trabajamos dos semanas". De hecho, Viñes, que tiene un puesto en Alzira, ha vivido esta situación en su propia piel: "hoy (jueves) estoy en casa, esta semana solo he trabajado dos días. Acabé ayer y hasta el próximo martes no volveré a trabajar". "Pagamos la cuota de autónomo y la tasa de ocupación de vía pública. Si trabajamos solo algunos días y tenemos que pagar todo esto, ¿cómo podemos vivir?", se pregunta.
Entre las propuestas de la conselleria también se encuentra la delimitación de estos mercados "con cintas de obras, valla o cualquier otro medio que permita marcar de forma clara los límites del espacio", y sugiere establecer una entrada y una salida para evitar el cruce entre personas. Unas medidas que quedan a la elección o la capacidad de realizarlas de las administraciones locales, lo que produce que haya distintas situaciones en los municipios valencianos: mientras en algunos está prohibido celebrar los mercadillos, en otros se aplican restricciones más o menos perjudiciales para los vendedores.
"Nosotros pedimos que se pongan telas o vallas para separar unos puestos de los otros, así cada cual puede estar en su parcela y todos podemos ir a trabajar todos los días", defiende el presidente de Avame. Respecto al aforo, apuestan por controlarlo, pese a que aseguran que las personas que van al mercado se ha reducido notablemente. "La gente viene, compra y se va. Hay algunos que pasean, es cierto, pero mayoritariamente no es así. De hecho, calculamos que nuestras ventas han caído alrededor del 70%", explica Viñes. "Y ahora con los bares cerrados la gente ya no aprovecha ara desayunar o almorzar, el contexto no invita a hacer esas cosas", añade.
La imposibilidad de celebrar el mercadillo ha sacado a los vendedores ambulantes a las calles. La semana pasada protestaron en ciudades como València o Sueca, y esta semana se han repetido manifestaciones en Silla o Algemesí. Según Avame, hay alrededor de una treintena de municipios donde no está permitida esta actividad, es el caso de Cullera, Sueca, Algemesí, Aldaia, Silla o Xirivella.
En la capital de la Ribera Baixa, Sueca, pese a que en noviembre se podía celebrar al 50% de su capacidad y con dos accesos controlados, en enero, junto a las restricciones municipales, llegó la suspensión del mercado ambulante. "Es competencia municipal, somos como la biblioteca o el centro cultural. Pero en este caso se trata de nuestro trabajo, si nos cierran, no podemos vender para ganar dinero", advierte Viñes.
Desde el consistorio de Cullera, donde tampoco se puede celebrar, apuntan al notable incremento de casos tras las Navidades como la causa de esta prohibición. Eso sí, la administración local les ha exonerado del pago de la tasa por la ocupación de la vía pública durante los próximos 6 meses y aseguran que están buscando un espacio donde pueda continuar la actividad "lo más pronto posible, con totales garantías y cuando las circunstancias lo permitan".
Del mismo modo, los mercados de Aldaia, Silla o Xirivella se encuentran, ahora mismo, prohibidos por orden municipal como medida para paliar las consecuencias de la covid-19. Así, en los tres municipios se han producido concentraciones recurrentes por parte de los empresarios para exigir sus derechos y la vuelta a las ventas. Una circunstancia que por el momento no está a la vista.
En el caso de Silla, el Ayuntamiento teme que el carácter festivo del mercado pueda lanzar un mensaje contradictorio a la ciudadanía, a la que se le ha pedido explícitamente quedarse en casa. Por su parte, Xirivella y Aldaia han prometido que el mercado volverá "cuando las cifras no sean tan preocupantes", por lo que tampoco se puede esperar una fecha en firme.
Mientras, la negociación entre el ayuntamiento de Algemesí y los vendedores ambulantes ha quedado encallada, y desde la administración local aseguran que "han rechazado todas las alternativas propuestas". "La primera opción del equipo de gobierno siempre fue garantizar el montaje del 100% del mercado", sostienen. Para ello, propusieron ampliar el espacio o trasladarlo a otra ubicación, unas alternativas que no convencieron a los vendedores por estar muy alejadas o distribuidas de manera que "la gente no llega hasta allí".
A principios de enero, la polémica sobre los mercados ambulantes azotó directamente al municipio de Moncada. Y es que, el ayuntamiento decretó el cierre de este tipo de espacios como una de sus medidas excepcionales para contener la expansión del virus. Un hecho que provocó el rechazo de los partidos en la oposición y también de los propios comerciantes, que incluso llegaron a manifestarse contra la decisión. Poco después, el consistorio no tuvo más remedio que revocar la orden y reabrir el mercadillo al 50% de su capacidad. Una medida que los vendedores aceptaron con algunas reticencias, ya que siguen sin comprender por qué una actividad al aire libre tiene que sufrir tantos recortes.
También al 50% se encuentran los mercadillos de las dos grandes ciudades en la comarca de l'Horta: Paterna y Torrent. Dos emplazamientos que resultan especialmente dolorosos para los vendedores, puesto que por número de vecinos y superficie que abarcan es donde más posibilidades tienen de hacer negocio. Sin embargo, por el momento, ninguno de los dos ayuntamientos se plantea la posibilidad de abrir la veda al número total de paradas. "Por precaución", explican ambos.
Tampoco tiene fecha de retorno Sagunto, que hace unas semanas amplió su nuevo paquete de restricciones municipales para aplanar la curva. Entre ellas, se incluía el mantenimiento del mercadillo municipal al 50%. Una medida que mejora la situación de noviembre, cuando se decretó el cierre total durante unos días, pero que no acaba de convencer del todo al sector.
En otras localidades como Almussafes, tras pasar las dos primeras semanas del año sin mercadillo, el 19 de enero se reabrió trasladando las más de 40 paradas que lo forman a la calle Llauradors, un vía amplia para cumplir la distancia de seguridad. Además, han cercado el área y han puesto cuatro puntos de entrada y de salida para controlar el aforo. En ellos, el personal del ayuntamiento comprueba que se use el gel hidroalcohólico y toma la temperatura a los clientes. "Debíamos retomar esta actividad porque los mercaderes tienen el mismo derecho a trabajar que el resto de los comercios, y la apertura de sus paradas, siempre al aire libre, resulta mucho más segura que la de las grandes superficies, que no han dejado en ningún momento de funcionar", explicaba el concejal de Comercio, Àlex Fuentes.
O en Xàtiva, donde también se ha optado por espacios más amplios y cierres perimetrales con vallas. Aparte del gel hidroalcohólico, en la entrada al recinto hay un contador que, cuando alcanza el máximo del aforo permitido, pasa de verde a rojo, y los visitantes deben esperar a que alguien salga para entrar. Por el momento, las ayudas del Plan Resiste, a las cuales pueden adherirse los vendedores ambulantes, se esperan con impaciencia entre el sector.