El jueves pasado decidí escribir sobre los adelantos electorales. En ese momento desconocía que, unas horas después, el presidente del Gobierno de España decidiría convocar elecciones generales para el 28 de abril. Vaya por delante que me parece una decisión acertada. Mantener la legislatura en estas condiciones con la oposición de los nacionalismos independentistas y españoles retro-alimentándose convertía la resistencia en un verdadero calvario sin sentido y sin rumbo de progreso. Así que convocar elecciones me parece la mejor decisión posible para que los ciudadanos decidan democráticamente.
El adelanto electoral es una prerrogativa que poseen los presidentes en algunos sistemas parlamentarios democráticos y los utilizan bien para aumentar una posible mayoría o bien para evitar la pérdida de apoyos. Una decisión que se tomará, sin mayor dilación, si las expectativas actuales son mejores de las que se esperan en el futuro. Cuando se adelantan unas elecciones, las estrategias dejan de tener sentido y es la táctica electoral la que toma todo el protagonismo.
Normalmente, los presidentes de gobiernos en minoría son los más propensos a anticipar comicios; los que menos suelen hacerlo son los presidentes de gobiernos en coalición. Los primeros, presidentes de gobiernos "monocolor", suelen sufrir una oposición que ejerce un bloqueo sistemático a cualquier tipo de acuerdo, y esta situación acaba provocando un profundo desgaste electoral. No obstante, los adelantos electorales no han logrado siempre los resultados esperados ya que son diversos los factores que influyen en el comportamiento del electorado. Desde la situación económica, el nivel de crispación política, la conflictividad social o sindical, así como cualquier otra cuestión que genere inestabilidad emocional, como la que vivimos ahora en nuestro país, afectado por un fuerte debate territorial.
En la política, el recurso más valioso es el tiempo. La experiencia nos demuestra que no tomar una decisión a tiempo puede provocar consecuencias irreparables al partido que la elude.
En España podemos analizar diversos ejemplos, en este sentido, con consecuencias muy distintas. Por ejemplo, en 1982, cuando una castigada UCD de Calvo Sotelo convocó elecciones anticipadas. Lo hizo tan sólo seis meses antes de finalizar la legislatura. El resultado final fue perder cinco millones de votos. Un año después el partido acabó disuelto.
En 2011, José Luis Rodríguez Zapatero decidió adelantar las elecciones, un año antes de finalizar la legislatura. Se pronosticaba un gran descenso electoral para el PSOE tras una fuerte e inesperada recesión económica con exigentes ajustes económicos impuestos por la UE. La convocatoria respondía, entre otras cosas, a un intento de frenar una derrota más severa según todos los pronósticos. El resultado fue una mayoría absoluta conservadora que duraría cuatro años escasos.
Ahora todo ha cambiado. La instantaneidad de los acontecimientos que vivimos, combinada con una gran volatilidad electoral, nos aleja aun más de tener en cuenta cualquier pronóstico. Hoy es mayor que nunca la incertidumbre entre el tiempo de una convocatoria y el momento de la decisión del elector. Influirán tantos impactos, vectores y emociones en ese breve e infinito espacio temporal de decisión que cada convocatoria electoral se transforma, más que en una nueva cita con las urnas, en una auténtica apuesta de la democracia.
En el ámbito autonómico, de igual forma, el cálculo temporal es de gran utilidad para establecer un diagnóstico. Andalucía es un buen ejemplo de ello. Siempre los distintos gobiernos autonómicos andaluces han hecho coincidir su tiempo electoral con el de unas elecciones generales, ya que lograban una convergencia de tendencias entre el PSOE y el PSOE-A, cosechando un mayor efecto de arrastre del voto en ambos espacios electorales. No obstante, la decisión de José Antonio Griñán al retrasar las elecciones regionales andaluzas, hasta cinco meses después de las generales de 2011, posibilitó que, frente a la pronosticada derrota del PSOE en España, el PSOE-A pudiera seguir gobernando en 2012 en esa comunidad autónoma. Sólo cinco meses de gobiernos de la derecha en España fueron suficientes para conseguir la movilización del voto progresista en Andalucía.
En cambio, en 2018, la decisión del adelanto electoral en Andalucía no ha servido para evitar el ascenso del tripartito de la derecha al poder. El PSOE de Andalucía, a pesar de ganar las elecciones, no ha podido evitar perder el gobierno. La irrupción no pronosticada de VOX, una gran desmovilización del voto progresista (tanto en el PSOE como en Podemos) y un debate centrado más en el conflicto territorial español que en los intereses autonómicos de los andaluces, ha provocado que el PSOE andaluz perdiera el gobierno de la Junta tras más de tres décadas de gobiernos progresistas.
No obstante, un presidente, si adelanta las elecciones, ha de explicar bien las razones de su decisión. Los electores no van a ser indiferentes a su determinación, pudiendo tener serias consecuencias para su popularidad en el tiempo que transcurre entre el anuncio de la convocatoria y el día de las elecciones. En España hoy la decisión está más que justificada. Un bloqueo indefendible de los presupuestos, un incremento desproporcionado de la crispación política por parte del joven líder de la derecha, un problema territorial que no atiende las llamadas al diálogo son factores más que suficientes para que el presidente Sánchez haya decidido convocar a los españoles a las urnas.
No obviaré que el adelanto de las elecciones generales para el mes de abril nos deja una primavera más que decisiva para todo el arco institucional español. Con tan sólo 28 días de diferencia los españoles decidiremos quien gobernará nuestro país, nuestra Comunitat y nuestros municipios. Por lo que el resultado de las primeras elecciones marcará ineludiblemente una tendencia del comportamiento electoral condicionando el resto de las citas.
La convocatoria del 28 de abril creo que conseguirá una movilización histórica. Los despropósitos políticos de un joven Pablo Casado intentando frenar la hemorragia de votos por su derecha bajo la amenaza de VOX y una izquierda que ve en peligro los progresos, derechos y libertades conseguidos durante esta breve democracia serán, a buen seguro, los elementos que movilicen al electorado español. Y todo esto ocurrirá en mitad del juicio en el Tribunal Supremo por los acontecimientos de octubre del año 2016.
Aquí, en la Comunitat Valenciana, tendremos que valorar el cambio conseguido tras veinte años de fiesta, despilfarro y corrupción del PP a costa de nuestros futuros y nuestros presentes. Aquí habrá que valorar las decisiones posibles, argumentarlas y explicarlas a los valencianos. Pero indudablemente, siempre que ocurre alguna circunstancia tan especial, como es el caso del adelanto electoral, hay que saber evaluar las oportunidades que ofrece ese elemento singular. Decidir siempre es difícil. Y más cuando depende el futuro de los ciudadanos.
Alfred Boix es portavoz adjunto del PSPV en Les Corts