El periodista y escritor de ciencia y tecnología habló en el Real Casino Antiguo de Castelló, de la mano de adComunica, sobre cómo y por qué nuestros móviles saben cómo nos sentimos antes que nosotros: "Una comodidad nihilista, que nos lleva a hacer algo por comodidad sin pensar en las consecuencias, cuando todo lo que hacemos las tiene"
CASTELLÓ. “Es asombrosa la cantidad de gente que hace hoy cosas que no ha decidido hacer”. El autor de la frase es Adolfo Plasencia, periodista valenciano y escritor especializado en ciencia y tecnología, que pronunció este jueves en el Real Casino Antiguo de Castelló la conferencia Cómo y porqué tu teléfono móvil conectado (smartphone) sabe cómo te sientes antes que tú, organizada por la Asociación para el Desarrollo de la Comunicación, adComunica. La disminución de nuestra capacidad de elección como humanos está vinculada según Plasencia a la omnipresencia de los dispositivos móviles y especialmente, a lo que estos hacen sin que seamos conscientes de ello. El periodista recordó la apelación a la ética por parte del impulsor del movimiento de software libre Richard Stallman: “un dispositivo digital no debería hacer nada que tú no sepas que hace ni nada que tú no sepas que está haciendo”.
Nuestro tiempo y nuestra atención, señaló Plasencia, “se han convertido en una mercancía que las grandes plataformas tecnológicas monetizan, gracias a los datos que nosotros les regalamos con una conexión ubicua y permanente, y los datos son la gasolina del siglo XXI”. El resultado es, a su juicio, “una de las grandes asimetrías de Internet, entre otras cosas por nuestra colaboración, por nuestra ignorancia sobre cómo funciona lo digital, que nos lleva a no ser conscientes de la manipulación de nuestras decisiones, y también por una comodidad nihilista, que nos lleva a hacer algo por comodidad sin pensar en las consecuencias, cuando todo lo que hacemos las tiene”.
En esta línea, Plasencia fue más allá: “la mayoría del consumo digital individual es inducido, no elegido ni decidido, puesto que en buena parte es fruto de la adicción provocada por los digito-traficantes, ya que ellos tienen el control de las máquinas y las máquinas controlan nuestras mentes y nuestras vidas, si no hacemos nada para evitarlo”.
El periodista, que insistió varias veces en “lo maravilloso de la tecnología si se aplicase bien” y negó reiteradamente ser un ludita, pidió a los asistentes que asumieran que “nuestra vida conectada implica una vida más compleja, puesto que si nosotros podemos acceder a mucha información con nuestro móvil, también otros pueden llegar hasta él, y ya hay más móviles conectados que personas”. Alertó sobre el consumo digital sin sustancia, “que no significa que sea más ecológico, puesto que provoca grandes emisiones de CO2 a la atmósfera”. Dicho consumo “genera métricas que son vendidas por las plataformas a los anunciantes: un solo trimestre de beneficios de las plataformas de Google serviría para pagar un año de todo el sistema público español”.
Con todos los datos captados por las plataformas -prosiguió Plasencia- se construye “el capitalismo límbico, basado en una algorítmica cuantitativa, que activa el circuito de recompensa que está en nuestro cerebro”. Gracias a este mecanismo, “se manipulan las emociones mediante la estadística predictiva de las plataformas”. En este punto, el conferenciante se refirió a dos disciplinas surgidas muy recientemente: la actigrafía y la tappigrafía. La primera se refiere a la captura continuada de datos brutos de los movimientos corporales, gracias a instrumentos como el GPS de alta precisión instalados en los móviles. La segunda, “más espectacular”, trata sobre el registro de nuestra actividad al tocar la pantalla a través de sus sensores: “detectan cómo pulsas, con qué intensidad, con qué rapidez”, además de incluir también los parámetros del habla, como la entonación o la velocidad”. Dichos datos personales, tan detallados, “se cruzan con lo que se mostraba en cada momento en la pantalla, detectando lo que genera emociones positivas y negativas”. El resultado: “pueden hacer un diagnóstico de nuestro estado mental, si estamos depresivos o ansiosos, por ejemplo”. Según Plasencia, “nadie diría que vivimos en una sociedad con mucha gente adicta a esta adicción sin sustancias de por medio, cuando van sonriéndole a su pantalla todo el tiempo, por la calle”.
“Nadie diría que vivimos en una sociedad con mucha gente adicta a esta adicción sin sustancias de por medio, cuando van sonriéndole a su pantalla todo el tiempo, por la calle”
La afección de los mecanismos descritos sobre la salud mental de la población ocupó la última parte de la conferencia de Plasencia, quien aportó un dato: los fiscales generales de 41 estados de EEUU han demandado a Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp, Messenger y Threads) por perjudicar la salud mental de sus usuarios más jóvenes, vinculando su uso masivo con el avance de enfermedades como la anorexia y con la ideación suicida. Y un informe del Financial Times ha reflejado la gran preocupación de la sociedad norteamericana por la adicción a las pantallas por parte de los menores de 13 a 17 años, recogiendo la inquietante tendencia alcista de las tendencias suicidas en EEUU, Inglaterra y Gales: “estaban a la baja desde 1990 y en 2008, cuando se popularizó Facebook, empezó a subir la curva”. Un añadido preocupante, a juicio de Plasencia, es que muchas familias “no se esperan en absoluto que su hijo o hija vaya a suicidarse, apenas dan señales externas, y el estupor es lo común”. En este capítulo de la salud mental, Plasencia concluyó subrayando que las plataformas están apostando actualmente por responder a la problemática de la salud mental -“que ellos mismos generan”- a través de aplicaciones que funcionan como terapeutas virtuales impulsadas por Inteligencia Artificial: “va a ser la nueva moda digital”, auguró.
Finalmente, el escritor cerró su conferencia con su propia receta, resumida en seis consejos. El primero, “limitar la ingesta digital, protegiéndonos del exceso de información y diciendo no a las ‘cookies’, que captan nuestros datos y sin las cuales las webs funcionan igual de bien”. El segundo, “decidir qué información entra y cuál no en nuestro sistema cognitivo, y qué engancha nuestra atención”. El tercero, “limitar el tiempo ante las pantallas, leyendo fuera de ellas y silenciando las notificaciones del móvil”. El cuarto, “aumentar drásticamente la diversidad de cómo y dónde nos informamos”. El quinto, no hacerlo solo desde dentro de las redes sociales. Y finalmente, el sexto: “no ceder a la comodidad nihilista”.