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Agustín Esteso: volver a empezar con una suite de jazz

El artista Agustín Esteso presenta la exposición Jazz, fruto de la primera residencia artística de Lanevera. Una serie inspirada en Henri Matisse a base de collage, fotolitos y tinta que no se la salta un amante de la serigrafía

26/01/2021 - 

VALÈNCIA. Si algo saben hacer en Lanevera es reinventarse. O mejor dicho, añadir capas de versatilidad. Formada por Rafa Mölck y Jussi Folch —dos enamorados del cuentahílos y la insoladora que andaban sin buscarse, pero sabiendo que andaban para encontrarse—, en los últimos años ha pasado de ser un sello de ediciones de serigrafía a una galería independiente pasando por un taller abierto, hasta iniciar ahora su nueva singladura, además, como espacio de residencia artística

Y es que, como nadie nace sabiendo, resulta fundamental que, aquellos que saben —y no tienen esa manía de guardarse sus habilidades como un secreto arcano con el que sobresalir entre los iguales— puedan enseñarlo. “Disfrutamos mucho en los talleres que impartimos, por eso pensamos en la posibilidad de abrir este espacio en el que poder compartir conocimientos con diferentes autores y experimentar con la técnica”. Al habla Jussi Folch, responsable de este programa formativo y creativo en plena fase de desarrollo y revisión continua. De hecho, aunque la realidad impera y es difícil aventurar cómo serán las próximas residencias, ya están estudiando diferentes colaboraciones con entidades y espacios similares. “Nuestra intención es que haya un artista residente cada año y realizar también acciones puntuales con otros autores que nos interesan y con los que nos apetece trabajar, pero no descartamos la posibilidad de, además de invitar a autores concretos, poder abrir una convocatoria para que la gente se pueda presentar”. De este modo y cuando la situación lo permita, pretenden poner en valor tanto a autores valencianos como a autores de otras latitudes que puedan desplazarse a este enclave de las artes gráficas en el barrio de Russafa.

Foto: ALBERTO VALERO

El primero de estos artistas invitados ha sido Agustín Esteso (València, 1984), cuya exposición Jazz exhibe todo el material generado durante su estancia y podrá ser visitada hasta el 27 de febrero en los muros de Lanevera (C/ Puerto Rico, 46, València)— eso sí, hasta las 18 horas mientras no cambien las restricciones del momento—. “Había venido anteriormente como alumno a uno de los talleres de serigrafía, así que conocía algo sobre esta técnica e incluso había hecho algunas cosas en casa, pero poder venir durante dos meses y centrarme en ello ha sido una gran oportunidad. Me han dado total libertad, un apoyo incondicional, una docencia impagable y han puesto todos los medios a mi disposición” —apunta Esteso, para quien esta experiencia formativa y creativa ha supuesto un antes y un después.

Formado en Diseño gráfico y Creatividad publicitaria, el artista valenciano se ha dedicado durante años a la ilustración gráfica, trabajando fundamentalmente por encargo para sus clientes aunque sin renunciar nunca a sus propios proyectos, especialmente en los últimos tiempos, dadas las circunstancias. “El confinamiento me hizo parar, pensar, dedicarme a mí para pintar y hacer realidad muchas ideas que tenía en el tintero”. Un momento de reflexión y de cambio de rumbo en el que la invitación de Lanevera vino como miel sobre hojuelas, empujándole a “dar un paso en firme en su trayectoria artística, poniendo en orden sus ideas y materializándolas en forma de serigrafía”, para centrarse en su producción artística en la que el disfrute es mayor cuando “la libertad del cómo, el cuándo y el por qué son totales”. 

Foto: ALBERTO VALERO

La exposición Jazz se lo debe casi todo al influjo de Henri Matisse (Cateau Cambrésis, 1869 - Niza, 1954) como una declaración de intenciones, ya desde el título. “Aunque hay mucha gente que cree que Matisse comenzó a realizar sus collages de papeles recortados cuando ya era muy mayor y se le hacía difícil pintar, lo cierto es que empezó a dibujar con el color y las tijeras antes de eso, hasta su inmersión definitiva en esta técnica entre 1943 y 1947, con su libro de artista Jazz”. De ahí, siguiendo la estela del francés, todo el juego de formas orgánicas que componen las serigrafías de Esteso han sido compuestas “a base de cortar, pegar, ensamblar, pintar, rasgar…” pedazos de papel que, posteriormente eran colocados sobre los acetatos con los que fabricaría los fotolitos —como si dijéramos, el modelo para realizar la tirada de diferentes ejemplares—. “La música de jazz, los papeles recortados de Matisse, o esta exposición, tienen mucho de improvisación, de azar, de error, de juego. Lo he pasado pipa experimentando a fondo, con el proceso manual y, sobre todo, apagando el ordenador durante un tiempo”. Porque, aunque a veces se nos olvide, el divertimento de recorrer el camino es igual o más importante que llegar a una meta. 

Y es que, pese al aparente orden —los títulos de todas las obras siguen la numeración en la que han sido creadas—, ese espíritu lúdico esta presente en toda la muestra: “aprovechando cada imperfección del proceso a mi favor y sumando matices a mi obra con cada detalle”. De hecho, muchas de las serigrafías han sido manipuladas para que cada ejemplar no resulte exactamente igual que el anterior e, incluso, ha experimentado aplicando diferentes materiales y herramientas —espray, brochas o isopos…— que le han permitido jugar con las texturas y dotar a la serie de una mayor calidez y expresividad. Y todo ello siempre de una manera fiel a ese minimalismo formal, a esa sencillez no exenta de complejidad y contundencia que ha caracterizado siempre el trabajo de este autor polifacético: desde sus primeras autoediciones, pasando por sus carteles y objetos escultóricos —ya fueran pequeñas cerámicas o increíbles esculturas de hierro forjado— hasta sus últimos trabajos, como el mural para la cancha de baloncesto de Serrería

Foto: ALBERTO VALERO

Para Esteso, la estancia en Lanevera “ha supuesto una vuelta a empezar, que no es poco. Un auténtico maratón creativo, un máster intensivo en serigrafía” en el que ha producido una decena de obras con sus correspondientes ediciones, sus pruebas y sus errores, dando como resultado más de 1.000 estampas en apenas dos meses de residencia. En cuanto a la importancia de este tipo de iniciativas, de estos espacios en los que se fomente la creación y en los que se permita a los autores una tranquilidad económica como para poder dedicarse plenamente a un proyecto sin tener que hacer malabares con otros trabajos alimenticios, Esteso lo tiene claro: “lamentablemente, desde lo público no se fomenta lo suficiente la creación artística. El arte no sólo cuelga en las paredes de los grandes museos; nace mucho antes y hay que cuidarlo. El arte está en la calle, en los talleres de los jóvenes artistas, en las galerías… pero toda esa escena no puede depender sólo de la iniciativa privada. Las residencias son un formato interesantísimo para la creación artística y aquí en València son casi inexistentes”.

Finalmente, en un acto más de generosidad y ganas de compartir, el montaje de la exposición presenta, al mismo nivel que las obras, los acetatos, las pantallas de serigrafía, las cajas de luz, los cuadernos de bocetos y otros elementos que evidencian, no sólo la voluntad didáctica de Lanevera en esta nueva andadura sino también la importancia de que el viaje es el proceso.

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