Hoy es 9 de octubre
Si los ingleses están pensando en vender un Miguel Ángel para ajustar cuentas y evitar despidos, cualquier día vendemos Primitivos del Gótico valenciano para pagar observatorios, agencias y asesores
Llegará el momento en el que nuestras administraciones públicas de todo tipo tendrán que acudir a la venta de nuestro patrimonio mueble para tapar el agujero en el que nos están metiendo cada día un poco más. Está de moda. Visto lo visto, muchos ya no dudamos de nada.
Ya saben. Hace años Detroit estuvo a punto de vender la colección de su Museo de Bellas Artes para hacer frente a las deudas que la ciudad arrastraba por una gestión nefasta. Pusieron a la venta por 14.000 millones de euros cerca de 58.000 obras de las grandes firmas de la historia del arte. Había que salvar la economía de una ciudad arruinada y asediada por los acreedores, bien por mala gestión, bien por crisis económica. Pero los debía. Al final, se salvo el asunto gracias a la industria del automóvil, motor de su economía, la Justicia, filántropos y otras gestiones mayores.
La baronesa Thyssen era autorizada hace unos meses para sacar del país algunas obras maestras de su colección particular con el fin de tapar agujeros familiares, esto es, poder mantener el ritmo y los gastos que lleva la familia y darle aire a todo ese patrimonio inmueble que se va conservando pero nunca deja de tributar. Y cada vez más. Sin ir más lejos, el defenestrado Círculo de Bellas Artes de Valencia, conocido por una última gestión manirrota, tuvo que poner en manos de la Generalitat su colección artística para satisfacer deudas y préstamos de la propia autonomía escondidos en aires de grandeza de unos presidentes de la institución que se creyeron Nerones del Turia.
Ahora es la Royal Academy de Londres, o sea, la Academia de las Artes de la zona, la que ha propuesto vender una obra de Miguel Ángel por cien millones de euros para satisfacer deudas, evitar más de un centenar de despidos y salvar su historia. ¿Lo conseguirá? Igual, momentáneamente, pero este presente y futuro no pinta bien para salvar más de un centenar de puestos de trabajo por muchos Miguel Ángel que venda, hoy o mañana, así como otras obras de sus fondos.
Así están los museos y las instituciones públicas. Por fuera, claro. Porque por dentro sólo hay que imaginarlo, por mucho que nuestro Ximo Puig anunciase grandes planes de recuperación e inversión en el último debate de Política General cuando todos sabemos que eso no deja de ser papel mojado estando como estamos “pelaos”.
De momento, lo que al menos sabemos es que, este año, no hay ni uno para conservar patrimonio inmueble: castillos, murallas, torres de vigilancia, palacios, monasterios, complejos culturales, iglesias, centros históricos y lo que cada uno quiera añadir, porque no existen planes y menos cacaos. Aún así, nuestra Generalitat nos dice que con 25 millones- lo que cuesta al año el Palau de les Arts- va a salvar la cultura con gestos de buena voluntad y compromiso…Oh, la Cultura!, Oh, la subvención! Siempre da fotos y titulares, pero no deja de ser pan para hoy y miserias para mañana ante la ausencia de realidades e ideas. Simples gestos políticos con los que conservar adeptos.
¡Pues vendamos patrimonio! Mejor que alguien pague por un cuadro o una escultura para su disfrute personal, que algunos de nuestros políticos insignes los tengan colgados a granel en sus despachos y encima nos cueste su mantenimiento.
Pero eso sí. Con unas condiciones. Ya que nuestras administraciones públicas de todo tipo crecen diariamente y semanalmente en la contratación de más personal fiel y asesores, directores de observatorios y agencias públicas sin que nadie se baje ni uno, pues que lo digan y den la cara. Ya que nadie se atreve a reformar la administración pública con agallas y todo lo dejan al impuesto del contribuyente, vendamos patrimonio para así poder financiar espectáculos televisivos de Pedro Sánchez y su séquito a las puertas de la Comunidad de Madrid o los Ejercicios Espirituales de nuestros distinguido Consell. Puro espectáculo.
Tenemos los armarios llenos de obras de arte. Sólo es necesario vaciarlos. Todo es posible para seguir viviendo del cuento. ¡Ánimo!