VALÈNCIA. Alberto Montero publicó en 2018 La catedral sumergida, un desvío de un acercamiento al pop que tomó claramente en su anterior referencia, Arco Mediterráneo. La Catedral Sumergida era un trabajo con una puesta en directo exigente y con una escucha a la altura de esta. Tras este paréntesis, El desencuentro, que es su nuevo disco, retoma en firme ese camino. Se refuerzan líneas melódicas más ligeras y las letras buscan ser signo de su tiempo, tratando cuestiones sobre la tecno-dependencia o la precariedad.
- Tras La Catedral Sumergida, ¿cómo te planteas abordar El desencanto?
- La realidad es que este disco era la idea que llevaba después de Arco Mediterráneo, pero de repente, empecé a componer canciones como Poseidón y decidí lanzarme a la piscina y ver qué tal. El desencanto es un disco pop de canciones que llevan en la recámara hasta cuatro o cinco años. Tras La catedral sumergida, con unos directos en los que tenía que dirigir e implicarme mucho y acababa muy tenso, me apetecía relajarme algo más.
- Un cambio importante son las letras, y los grandes temas que tratas.
- En cierta manera, esto también era volver letras más sugerentes que antes estaba dispersas. Cada vez más estamos sometidos a una presión y a un bombardeo desinformativo por parte de las redes sociales. Y al final, el estado de ánimo que me producía el ser consciente de eso es lo que se ve reflejado en las canciones de este nuevo disco. En mayor o en menor medida, desde el 15-M hemos estado muy politizados, y estos últimos años, eso se ha traducido en una polarización mayor. Es muy complicado que todo eso, que vives personalmente, no se impregne en las canciones que hacer.
- ¿Qué un artista haga canciones políticas es inevitable, o al menos, deseable?
- La canción política puede significar muchas cosas. La introspección misma, si es honesta, es una herramienta política, porque la honestidad y la sinceridad está muy en boga. Pienso por ejemplo en Gonzalo Fuster, que utiliza sus discos como cuadernos de memorias. Si quieres reflejar tu vida, inevitablemente, se refleja el mundo en el que vives. Y con tu música también participas en el mundo en el que vives, por supuesto. Lo importante es que sea el propio presente el que nos empuje.
- ¿Cómo sientes que le queda este nuevo giro pop?
- Muy bien, ha sido una manera de encorsetar la música. Siempre he tenido cierto prejuicio porque mi música no sonara tan comercial, y en este momento, decidí hacer lo que apetecía hacer. No hace falta renunciar ni a unos buenos estribillos ni melodías trabajados. Igual como La catedral sumergida era un reto, este disco también lo ha sido para mí.
- El desencanto empieza con las canciones más pegadizas, y conforme pasa el disco, abordas otros géneros y disrupciones. ¿Hay una decisión artística en el orden de las canciones? Lo pregunto porque, tras la muerte de la era LP, y con las nuevas rutinas de streaming…
- Lo suelo hacer a la antigua usanza, que es conforme creo que adquiere un sentido que es muy abstracto. Siempre hay una canción que sabes que tiene que ir en el inicio o al final del disco. En el caso de este disco, sí que es cierto que las canciones más rock las quise poner de manera consecutiva todas seguidas.
Luego, cuando sacas el disco, te das cuentas de las estadísticas, que dicen claramente que mucha gente que empieza el disco luego le cuesta escuchárselo entero; y eso es una pena, porque El monstruo, que es uno de los temas a los que más cariño le tengo de todo el disco, no el público no lo atiende tanto.
- Te vuelves a sumar al pop cuando el público no puede saltar y bailar las canciones que propones.
- Siempre estuvo en el aire postergar el disco, pensar que no era el momento. Pero si todos los músicos dejamos nuestra música hasta después de la pandemia, no habría nada que escuchar ahora mismo. Estoy contento de lanzar este trabajo ahora, y ya se verá cómo lo ponemos sobre el escenario.
- Permíteme hacer la pregunta provinciana. Eres un artista del Puerto de Sagunto cuya carrera despegó en Barcelona. ¿Cómo ves el panorama del sector discográfico valenciano?
- Bueno, yo la verdad es que no me fui a Barcelona con la intención de que despegara nada, pero fue así. En cierta medida, fue clave para mí y, estando con BCore, poder ir a la tienda, y con toda la red de música en directo que hay en las comarcas catalanas, hacía que los discos tuvieran mucha vida. También es una cuestión de Madrid y Barcelona, que son dos centros importantes para conocer a gente, para que los medios te hagan más casos… Hay grandes excepciones, como Betunizer, por ejemplo, pero siempre son sellos catalanes y madrileños que consiguen desplazar la atención de los grupos valencianos allí.