Nunca imagine que le llegara a tener apego a un corregidor de mi ciudad que no le tuviera ninguna afecto a los motores, pero Joan Ribó ha conseguido el hechizo en tan solo cuatro meses.
Vaya por delante que a pesar de no coincidir con algunas de sus ideas, es un tipo que siempre ha mostrado afecto con el pueblo fuera quien fuera, incluso con una cordialidad poco dada entre los políticos. Cuando llegó a la Alcaldía de Valencia con su bicicleta entre las piernas, abrió los balcones de par en par, rebajo el nivel del angustioso protocolo y desprecio al ciudadano que se había instaurado en tantos y tantos años de gobierno monocolor, tan solo me quedaba la expectación de ver cómo lidiaba (perdón por el término) los asuntos del motor. Y digo del motor, por todo aquello que de alguna manera tiene que ver con la movilidad motorizada y relacionada con el tráfico en la ciudad. Pues bien, mi enorme gratitud porque ha conseguido en muy poco tiempo ralentizar el centro de la ciudad de una manera clara y relajada. ¿A dónde íbamos con tantas prisas y tanta velocidad?
Ha conseguido dos objetivos increíbles. Concienciar a toda la tropa de policías municipales de que esto había cambiado radicalmente y que se dejaran la prepotencia y chulería en casa, tarea nada fácil, y algo casi tan complicado como lo anterior, hacer levantar el pie del acelerador a los conductores de la EMT. Es alucinante ver como se comportan hoy la mayoría de los agentes de la autoridad cuando se dirigen a los ciudadanos, cómo han rebajado su nivel de multas o cómo explican al conductor lo que no debe hacer. Los conductores de la EMT que campaban a sus anchas por la ciudad, han desacelerado (al menos por el centro) y van con bastante más cuidado en las paradas. ¡Chapeau!
Pero permítame que le indique, por esa fascinación que ha despertado en mí, que le quedan algunas asignaturas pendientes relacionadas con la necesidad de no oprimir excesivamente a los que tienen que utilizar por necesidad su vehículo a motor. Tales como aparcamientos a un coste razonable; los descomunales importes de las multas, que como usted bien sabe, no hay hijo de vecino que pueda pagarlas sin destrozarle el presupuesto del mes, y el impuesto municipal de circulación, que es uno de los más altos de España.
Y por último, no puedo despedirme sin hablarle de la contaminación. Ahí tiene un hueso duro de roer. Pida el listado de la antigüedad de su parque de autobuses de la EMT y comprobará que muchos tienen cerca de 20 años. ¿Se imagina lo que contaminan hoy? Algo parecido le va a ocurrir con los taxis... Y si quiere rematar la operación, usted que es un gran aficionado como muchos miles de valencianos a acudir al cauce del río para hacer ejercicio, verá que existe un trenecito para los turistas desde hace muchos años, tantos como el motor que lleva montado y que contamina a base de bien.
Mi enhorabuena por haber conseguido en tan poco tiempo cambiar unas costumbres tan arraigadas y que tanto daño han hecho a los valencianos.