VALÈNCIA. Transformar la ciudad con un estilo de vida más sostenible es el objetivo que persigue desde el Ayuntamiento Alejandro Ramón, concretamente como concejal de Huerta, Agricultura y Alimentación Sostenible; Emergencia Climática y Transición Energética, y Servicios Funerarios y Cementerios. Una concejalía que abarca múltiples aéreas relacionadas entre sí pues, por ejemplo, trabajar en sistemas alimentarios sostenibles no solo ayuda a reducir los gases de efecto invernadero del sector sino también a cuidar la salud de la ciudadanía. Ademas, esa lucha por reducir los efectos del Cambio Climático implica también al resto de concejalías para llevar a cabo acciones que transformen la ciudad y hagan que la ciudadanía tome conciencia de incorporar hábitos que beneficien el medioambiente.
Una de esas acciones es la apuesta por las energías limpias, aspecto que actualmente impulsa su concejalía a través de proyectos como el Réquiem in Power (RIP) y las comunidades energéticas, pero también se impulsan foros para reducir el desperdicio alimentario y fomentar el consumo de productos de proximidad. De todo eso y con motivo del Día Mundial del Ahorro de Energía que se celebra este 21 de octubre, Valencia Plaza entrevista a Alejandro Ramón, concejal de Huerta, Agricultura y Alimentación Sostenible; Emergencia Climática y Transición Energética, y Servicios Funerarios y Cementerios.
— València se ha marcado la ruta de ser una ciudad climáticamente neutra en 2030, ¿es un reto ambicioso?
— En mi opinión, que València sea una ciudad climáticamente neutra en 2030 es el mayor reto de la ciudad en su historia. Hacer una transición energética en una gran ciudad como València es un reto importantísimo que requiere de la coordinación tanto con tus compañeros de la Administración como de distintos sectores de la sociedad. Y el ejemplo es claro: Si como Administración queremos descarbonizar la ciudad pero no tenemos a nuestro lado al sector privado, las asociaciones vecinales, la Educación o los medios de comunicación no se va a poder llevar a cabo. Conseguir la descarbonización en las próximas décadas es un reto muy ambicioso de València y del resto de ciudades europeas.
— ¿Cuáles son los principales puntos negros para lograr el objetivo?
— Para lograr esa descarbonización hay que cambiar muchos modelos: el modelo de movilidad, de alimentación, urbanístico e incluso la rehabilitación de viviendas… Cambios que ayudan a ese proceso de descarbonización pues siempre será más fácil cuando hay edificios bien aislados, con sistemas de generación de calor y de frío (aerotermia) o carriles bici para fomentar el uso de la bicicleta.… Al final es un tema de concienciación y un avance que hay que hacer todos juntos como sociedad.
— ¿En qué punto se encuentra València en ese proceso?
— València está avanzando. De hecho, hace poco vino el Ayuntamiento de París a conocer qué políticas estamos llevando a cabo para descarbonizar la ciudad, porque ya somos un referente a nivel europeo. Y esto es gracias a la red de carriles bici que tenemos, pero también por nuestro modelo alimentario —València tiene una huerta urbana que provee a los ciudadanos de alimentos de calidad y de kilómetro cero—, que hace que València sea única y que contribuye a que tenga un modelo de producción de alimentos más sostenible que en muchas otras ciudades. Y después está la gran apuesta por la fotovoltaica de la ciudad.
con el proyecto Réquiem in Power (RIP) València contará con la planta fotovoltaica urbana más grande del Estado español
— Precisamente, desde el Ayuntamiento estáis haciendo una apuesta muy fuerte por las energías renovables.
— Exacto, con tantísimas horas de sol al año, València debe apostar por la fotovoltaica, que es la energía más fácil de implantar para los particulares. A día de hoy estamos apostando por el autoconsumo, con bonificaciones del IBI (Bonificación del Impuesto por Bienes Inmuebles) y del ICIO (Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y Obras) y hemos modificado la ordenanza para que la tramitación sea más fácil. Sin olvidar las comunidades energéticas, de las que la de Castellar-Oliveral está en un proceso más avanzado, o proyectos como Réquiem in Power (RIP), con el que València contará con la planta fotovoltaica urbana más grande del Estado español.
— Lo acaba de comentar, el Réquiem in Power (RIP) es uno de los grandes proyectos, ¿en qué consiste?
— Es un proyecto que me hace especial ilusión porque responde a esa búsqueda de espacios en la ciudad para crear comunidades energéticas, como pueden ser la estructura de sombra de un parking o el techo de los nichos del cementerio. València ha sido pionera en buscar espacios de oportunidad donde poder instalar energías renovables o placas fotovoltaicas. Así, el RIP se trata de la instalación de 7.000 placas solares en los cinco cementerios de esta ciudad (Benimàmet, El Cabanyal, Campanar y la sección 19 del Cementerio General, la sección que está más cerca de la Ronda Sur). Y más allá de la curiosidad de su ubicación, lo más bonito del proyecto es que vamos a hacer una instalación fotovoltaica en la sección 19 de 1,5 megavatios, cantidad que es muy difícil de generar en una ciudad por su arquitectura.
— ¿En qué punto se encuentra el proyecto?
— Se han presentado dieciséis empresas y ahora tenemos que hacer sus criterios de evaluación para adjudicar cada cementerio a una de estas empresas. Esperamos que en cuestión de semanas empecemos a poner placas sobre los nichos. Una medida con la que ubicamos una planta fotovoltaica de grandes dimensiones en medio de la ciudad, lo que lleva a una gran eficiencia, puesto que cuanto más próximo está el punto de producción al punto de consumo, menos pérdidas se producen en el momento de la distribución.
— Con relación a esa falta de espacio que comenta, entre las propuestas que plantea está también potenciar la energía undimotriz…
— La energía undimotriz es la que se extrae de las olas del mar —a diferencia de la mareomotriz, que aprovecha las mareas— y básicamente funciona con una especie de flotador, que aprovecha el movimiento oscilante de la ola cuando sube y baja, y activa un mecanismo que genera energía. Dicho esto, tenemos un proyecto —financiado al 50% por la Comisión Europea— para instalar energía motriz en uno de los espigones del puerto de València. El proyecto se acaba de licitar y esperemos que las boyas y su instalación comience a final de año. Y es que, es una energía que puede ser muy interesante, especialmente en ciudades costeras como València y, por tanto, investigar y seguir apostando por el desarrollo de la energía undimotriz es algo que nos interesa pues, seguramente, dentro de unos años, será igual de rentable que la solar.
VALÈNCIA TIENE MUCHAS PAPELETAS PARA SER CAPITAL VERDE EUROPEA EN 2024
— El Plan de Agriculturas Urbanas es otro proyecto que estáis llevando a cabo. ¿En qué consiste?
— Es un fenómeno que a mí me hace mucha ilusión y me parece súper bonito. Y es que, durante muchos años, el urbanismo y la burbuja inmobiliaria han hecho que València crezca urbanísticamente y, en consecuencia, expulsando la huerta hacia fuera. Sin embargo, ahora el proceso se está haciendo a la inversa: la huerta está volviendo a entrar dentro de la ciudad a través de los huertos urbanos. Precisamente, potenciar los huertos urbanos es una política que queremos fomentar y que, además, responde a una petición cada vez mayor de los vecinos. Para ello, hemos lanzado el Plan de Agriculturas Urbanas, que sirve como guía para ver de qué manera se puede fomentar este tipo de agriculturas dentro de la ciudad, desde acompañamientos para ayudar a personas que no sepan cómo plantar ese huerto hasta generar un espacio donde una asociación de vecinos o un grupo de personas puedan dirigirse en caso de querer un huerto en su barrio. Al final, los huertos urbanos también parte de la infraestructura verde de la propia ciudad pues forman parte de parques y jardines.
— También eres vicepresidente del Centro Mundial de València para la Alimentación Urbana y Sostenible (CEMAS). ¿Qué promoveréis desde esta fundación?
— El CEMAS está apoyado por la FAO para ser un punto de encuentro de lo que se está haciendo a nivel mundial por generar la agricultura sostenible, agriculturas transversales, resilientes, justas, inclusivas y, de alguna manera, València es como ese altavoz porque en 2017 fuimos sede Mundial de Alimentación Sostenible y en 2018 creamos el primer Consejo Alimentario de toda España. Si se le suma la huerta, València tiene todos los elementos y es un referente para producir y, de alguna manera, tener sistemas alimentarios sostenibles. Además de ser ese foro necesario sirve como altavoz de la ciudad de València para decir lo que se está haciendo, que en muchas ocasiones tenemos la suerte de haber sido pioneros en algunas cosas y de tener modelos que son replicables.
— En este aspecto, ¿de qué puede sacar pecho València?
— Las propuestas por las que más nos preguntan son la compra pública alimentaria. Se trata de la introducción en los pliegos de contratación, por ejemplo, en un comedor social o escolar, que la compra se haga con criterios sostenibles; es decir, que una parte de esos productos sea de productores locales y de producción ecológica —el 50% de la comida debe ser de kilómetro cero—. Otra iniciativa está enfocada a fomentar las políticas de canales cortos de comercialización. Es decir, acortar la cadena de distribución para ayudar al agricultor, que es quien menos dinero recoge de todo este proceso, y al consumidor, que cuando va al supermercado ha visto incrementado el precio, por ejemplo de la naranja, en un 900%. Es un sistema que está empobreciendo al productor por lo que hemos creado mercados de venta directa, donde el propio agricultor lleva las naranjas y las vende directamente al precio que él considera para tener un precio justo por sus productos.
— Y que el agricultor reciba un mínimo…
— Presentamos una moción en el pleno donde decíamos que si en el campo se pagan quince céntimos al agricultor y después al consumidor se le va 1,50 euros, tenemos un agricultor que está cobrando muy poco y un consumidor que, quizás, está pagando en exceso por un producto que podría conseguir a un mejor precio. Por lo tanto, estamos ante un sistema que está exprimiendo a los agricultores y que está castigando al comprador y si se le añade la inflación, estamos en un escenario donde las rentas bajas están sufriendo mucho. Por lo tanto, lo que dijimos es hay que poner un precio máximo a los productos básicos. Y es que, si una tienda de Benimaclet ha creado una cesta con 29 productos a 30 euros, las grandes superficies pueden intentarlo. Por otra parte, decíamos de establecer un sistema de control para que el agricultor se le pague un precio mínimo porque a veces no pueden ni cubrir los costes.
— A estas alturas seguimos hablando del desperdicio alimentario pues 1.300 millones de toneladas de comida se pierden cada año. ¿Qué puede hacer la Administración?
— Concienciar porque está demostrado que es el consumidor quien acaba tirando a la basura más toneladas de comida y, por tanto, es fundamental concienciar al ciudadano consumidor para que haga un uso responsable de la comida. Y es que, ya no es solo el desperdicio alimentario es también el gasto de agua, el CO2 y la huella de carbono que se ha producido en la elaboración de ese alimento.
— En su opinión, ¿cree que València será elegida Capital Verde Europea 2024?
— Creo que tenemos muchas posibilidades. Desde el principio era una de las favoritas y por eso estamos en la final, además, la Comisión Europea quería que este año fuera una ciudad del Mediterráneo, de ahí que Cagliari esté también en la final. València ha avanzado mucho en renaturalización, en la movilidad sostenible, en las energías renovables y en hacer una ciudad más amable. Por lo tanto, si alguna vez València ha tenido oportunidades y ha tenido papeletas para que en 2024 València sea Capital Verde Europea.
Señala que firmas de 'retail' han lanzado sus servicios ‘pre-owned’ al constatar más demanda mientras que el sector del lujo y de la alta joyería y relojería también cuenta con grandes referentes.