VALENCIA. Circunscribir “lo histórico” únicamente al patrimonio existente intramuros, da una visión muy parcial e injusta de la ciudad, porque deja inexplicada buena parte del relato y de la relación de la urbe con su entorno, que como en pocas ciudades, en la nuestra es una cuestión fundamental. Este es el clásico artículo que uno cree manejable pero que la mínima profundización lo convierte en inabarcable. Cada uno de estos pequeños núcleos, inicialmente en su mayoría asentados sobre una antigua alquería musulmana, podría ser protagonista de un capítulo y más (de hecho, dejaré El Cabanyal para otro momento puesto que se trata de un mundo en sí mismo). Así que me conformaré con dibujar algunos hechos poco conocidos que animen a despertar curiosidades, apreciar lo que tenemos y por ende quererlo más.
La riqueza de la huerta circundante a la ciudad musulmana hizo que se erigieran alquerías y desde la reconquista, a partir de estas, pequeños núcleos urbanos, aislados hasta que conforme se va iniciando el siglo XX, van siendo absorbidos por la gran ciudad y asimilados administrativamente en su término municipal. A pesar de que la sensación que se percibe cuando se visitan es de lejanía respecto al centro del eje, que podría marcarlo, por ejemplo el Miguelete, es sólo una ilusión puesto que la proximidad con este es mucho mayor de lo que cabría esperarse. En bicicleta no más de diez minutos. En sus calles todavía puede escucharse el “me voy a Valencia”, y que siga, y en las bochornosas noches estivales las sillas ocupan la acera iniciándose improvisadas tertulias a la luna de Valencia.
Patraix y sus nombres propios
En un artículo anterior he mencionado el huerto del canónigo Pontons en Patraix. No existe mucha información al respecto, pero se sabe que se trataba de una espléndida casa solariega de recreo en plena huerta, existente en los siglos XVII y XVIII. Pontons era un canónigo de la Seu beneficiario de una buena herencia. Ferviente italianista, reclamó al escultor de Carrara, Ponzanelli, para que llenara sus jardines de esculturas. Abandonado el huerto, algunas de estas fueron reubicadas en jardines de la ciudad. De este huerto de Patraix proviene el famoso «Tritón» de la Glorieta y el Neptuno del Parterre y las llamadas “Falsas Estaciones” de Viveros porque en realidad son cuatro Venus y no alegorías de los cuatro períodos del año. La asociación de vecinos del histórico barrio, en su momento, llegaron a reivindicar el retorno de unas esculturas que las sienten propias.
Un par de nombres propios más: sii de carrerilla nombráramos insignes pintores de la España de finales del XVIII, entre ellos seguro que se encontraría Vicente López (1772-1850), nombrado Primer Pintor de Cámara del rey, y es bastante probable que también se hallase José Camarón Bonanat (1731-1803). Pues bien, Patraix puede presumir de que, en la iglesia del antiguo convento de Jesús, junto al homónimo mercado, se pueda admirar el trabajo decorativo que el primero realizó en la bóveda de la capilla de la comunión con escenas de la vida del beato y místico valenciano Nicolás Factor, cuyos restos fueron visitados por el propio Felipe II, encargándose el pintor de Segorbe de decorar las pechinas.
“Escapada” a Campanar
Hagamos un experimento. Se le vendan los ojos a un individuo forastero (de confianza, claro), y se le conduce a la plaza del barrio de Campanar, otrora pueblo. Retirada la venda, el individuo nos indicará a qué distancia de la ciudad de Valencia cree que se encuentra. Si nunca ha visitado el lugar, las probabilidades de que refiera cualquier pequeño de comarca alejado del caos de la urbe son grandes. Esa es la sensación que se tiene en este entorno. Sólo escribir sobre este encantador rincón entran ganas de subirse a la bici y hacer una visita.
Aquí el nombre propio es del de Dionis Vidal (1670-1719). Un artista rescatado de cierto olvido, que viene sonando con fuerza en los últimos años, debido a que es autor de los impresionantes frescos de la iglesia de San Nicolás. Pues bien, la iglesia de Campanar tiene decorada su cúpula con pinturas de finales del siglo XVII que Ceán Bermudez las atribuye al artista nacido en Valencia, así que, tras San Nicolás, visita a Campanar.
Benimaclet y una enigmática lápida
El tamaño mediano de la ciudad de Valencia hace que en cinco minutos desde el Puente del Real, comienzo de la valencia intramuros podamos desplazarnos en línea recta por la calle Botánico Cabanilles hasta llegar a otro de los núcleos urbanos históricos de la ciudad. Benimaclet, como otros tantos, tiene su origen en una alquería musulmana; desde el siglo XVI a finales del XIX es un municipio independiente, a partir de ahí pasa a ser pedanía de Valencia, hasta los años 70 en que se convierte en un barrio más.
Como aquí de lo que se trata es traer algún elemento poco conocido, les diré que en esta ocasión el asunto va de una lápida sepulcral con caracteres cúficos que perteneció a un musulmán converso. Junto a la sacristía de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, situada en la evocadora placita del barrio, podemos hallar uno de los objetos más antiguos de la ciudad, si exceptuamos los de época romana, puesto que la lápida estaría datada en el año 1000, un siglo anterior a la muralla árabe de Valencia. Su hallazgo se produjo en unos campos cercanos en el siglo XVI. Su traducción indicaría que se trataba de un moro creyente. Una reproducción de la misma se conserva en el Museo Nacional de Cerámica lo que indica la importancia del hallazgo.
Ruzafa, quién te ha visto y quién te ve
Si hay un núcleo cuya transformación salta a la vista es Ruzafa, que fue municipio independiente, hasta 1877 que se anexiona a Valencia. El llamado Paseo de Ruzafa era “de dins” a partir de intramuros, y “de fora” desde las murallas hacia fuera. Y es que, todavía, cuando uno se adentra en el barrio por esta amplia calle tiene la sensación de estar “en otro lugar”: en una de esas travesías serpenteantes que atraviesan las localidades cercanas a Valencia. El edificio de la caja de ahorros podría ser el de una población mediana y rica de la provincia, o la barroca e importante iglesia de San Valero y San Vicente Mártir, llamada popularmente “la catedral de Ruzafa”, con su característica torre octogonal, la iglesia de la población. La historia de este núcleo da para mucho, aunque los restos de ese rico pasado histórico de origen musulmán son escasos.
En tierra de nadie y de todos
Entre acequias, alquerías y caminos, el llamado extrarradio de la ciudad, integrado en la trama urbana, contiene ejemplos de todas las épocas y con entidad propia. Desde el imponente Monasterio de San Miguel de los Reyes con sus dos claustros, que vuelve a contradecir la tesis que escuché en boca de un insigne profesor de que Valencia es una ciudad con pocos claustros (yo afirmaría que lo que tiene son muchos), que fue edificado en el lugar que ocupara inicialmente una alquería musulmana, y sobre esta, una abadía cisterciense. Hoy es la Biblioteca Valenciana Nicolau Primitiu y es calificado metafóricamente como El Escorial Valenciano (una comparación algo cursi, si se me permite).
A medio camino de la antigua ciudad y el cabañal se encuentra el Palacio de Ayora y su jardín en lo que sería un magnífico ejemplo de casa señorial de recreo plenamente decimonónica y que explica de alguna forma el apacible vergel que eran los alrededores de la ciudad moteados de barracas, casas solariegas y alquerías.
En el Barrio de Orriols nos topamos con una iglesia tardogótica de considerables dimensiones. Aquí las cosas no son lo que parecen. Se trata de la Iglesia del Sagrado Corazón. Lo cierto es que está fue en su día la iglesia del convento de Santa Catalina de Siena. Adquirido el edificio para su derribo y la implantación de lo que es hoy El Corte Inglés de la calle Pintor Sorolla, fue trasladado piedra a piedra al actual emplazamiento. Una operación urbanística hoy en día impensable, afortunadamente.. Hablando de traslados piedra a piedra, en la calle Doctor Moliner junto a las facultades de Blasco Ibáñez, sorprende la portada de la Iglesia de San Pascual Baylón. De estilo plenamente renacentista, es del siglo XVI y fue trasladada al ser derribado tras la guerra civil la iglesia de San Miguel y San Dionisio que se hallaba en la hoy Plaza Vicente Iborra.
Podríamos seguir con la iglesia del Carmen en la calle Alboraya o la de La Punta, junto a Nazaret, siendo la primera una construcción de finales del XIX y la segunda de los albores del XX, que presentan una configuración muy parecida evocadora de las construcciones barrocas con planta de cruz latina con un sobresaliente crucero, contrafuertes y destacada cúpula cubierta de teja azul. En el oeste de la ciudad tenemos la Alquería Juliá, como magnífico ejemplo de casa noble solariega, hoy en proceso de restauración, o les diría que si quieren admirar una de las manifestaciones pictóricas más antiguas de la ciudad no tienen que ir al Museo de Bellas Artes o a la Catedral, sino a la iglesia de Monteolivete, junto a la Ciudad de las Ciencias, que venera un icono sienes del siglo XIV de la Virgen con Niño traído por monjes de la orden de Monteoliveto en Siena, que da nombre al templo. Y podríamos seguir y seguir…