América Sánchez se expone a través de sus Bidujos, una muestra que podrá visitarse en el Gabinete de Dibujos hasta el 8 de septiembre
VALÈNCIA. Sin firmar, sin datar y sin muchas líneas rectas. Con diversas técnicas y sobre todas las temáticas. En la muestra Bidujos hay arte para todos los gustos, todo ello de la mano del fotógrafo y diseñador América Sánchez, renombre artístico por el cual se conoce a Juan Carlos Pérez Sánchez, quien en homenaje a su madre se hace llamar como el continente. El artista, ahora residente en Barcelona, cede en buen recaudo a los directores de la Gabinete de Dibujos: Consuelo Vento y Luis Urdampilleta una parte representativa de su muestra artística, que habitará esta galería hasta principios de septiembre. Teniendo en cuenta la gran labor de América resulta casi imposible ponerle orden a su creación incontenible, pero a través de “temáticas conceptuales” se construye esta exposición para acercarse y conocer un poco a Sánchez.
Entre “biología”, cuerpo humano, intervenciones sobre fotografía y fauna el Gabinete se llena del arte de América. Para que esto sea posible cabe destacar la labor de sus directores, quienes viajaron a Barcelona para acercarse al autor. Una vez en su hogar pudieron adentrarse en un paseo laberíntico entre las sus carpetas, o al menos entre aquellas visibles: "Cuando llegamos nos permitió solo ver algunas de sus cientos de carpetas", relata Vento, y a una vez hecha la resolución de cuáles viajaban a València añadió el artista: "Me parece que os estáis llevando muchas cosas". De esta cesión se rescata y expone su obra más reconocible, y aquella que aborda de manera más íntima su ser, y sentencia Urdampilleta: “Los artistas son muy recelosos de su obra”, se voltean dos artistas visitantes con miradas amenazantes y prosigue: “Pero nosotros respetamos eso de principio a fin”.
La vida de América es enigmática, extensa y muy privada, tanto es así que lo que aparece de esta en los catálogos que se disponen a lo largo de la sala ha sido revisada por él mismo. Solo muestra de puertas para fuera su arte, y hasta en esta materia experta aún le cuesta: “Se podrían hacer 500 exposiciones de su obra, pero presta sus carpetas a cuentagotas”, aclara Vento. A través de las paredes resulta imposible conocer todos los datos sobre los “bidujos”, sólo algunos de ellos están datados y no se ven limitados por cartelas: “Están agrupados según una interpretación visual de temática, nada más, no ponemos nunca cartelas”, explica Vento. Sin embargo sí que se cuenta un relato, se ve reflejado en los muros una historia. Un dibujo de unos buñuelos realizado en un club de dibujo valenciano, su querida Buenos Aires, un homenaje al cuerpo femenino… Pero principalmente una vida dibujando, de principio a fin. Tal y como lo describe Mario Gemin en el texto de sala “Bidujar es la práctica central de su vida, más que una disciplina es una constante línea de tiempo”. Línea que a día de hoy pone un punto y aparte, tal y como relataba a los directores de la galería hace apenas unos meses: “Ahora nada, ahora me toca observar”.
A América le toca observar y a los visitantes se les suma a esta tarea la de admirarle. El día de la inauguración se pasean por la sala varios conocidos del artista, entre ellos una antigua amiga, Ana Company quien le recuerda como una persona extremadamente tierna y amorosa: “Claro, era argentino…”. Y cuenta sobre este una de sus intimidades: “Venía mucho a València porque tenía una novia aquí, y luego ya se enamoró de la ciudad también”. Obviando los 350 kilómetros que separan Barcelona y València Company se decide a llamarlo por teléfono, para que conecte con la galería. Una vez cesa el timbre del contestador se escucha su voz, y con sus primeras palabras lo primero que hace es lamentar mucho no poder estar disfrutando en València y del momento: “Voy a cumplir este fin de semana 83, me noto con mareos y me resultaba imposible acudir, pero mi corazón está allí”. Cuando comienza la conversación él mismo se centra directamente en su obra, le interesa saber cómo está dispuesta finalmente y saber si se disfruta la muestra.
En conversación con el artista se contempla que no le gusta mucho hablar de su vida privada, prefiere referirse constantemente a su trabajo, a sus “hijos”: “Ceder mi obra para mi es tortuoso, es como si perdiera a mi propio hijo”, relata angustiado. Sin embargo está a muy buen cuidado en las manos de Luis y Consuelo, los que hacen de cuidadores excelentes: “Mi trabajo es público pero íntimo, pero estoy feliz de que se disfrute de nuevo en València, la ciudad me trae muy buenos recuerdos”. No tarda mucho en colgar, no sin que antes su amiga Company le muestre unas fotografías de cómo está dispuesta la sala. Pase lo que pase más allá de los vigilantes humanos hay un muro entero repleto de santos, que cobijan la sala. Más de 100 caras divinas que se aseguran de que todo esté en orden, hijas que protegen hasta en la distancia a su padre y "creador".