Estamos en pleno veranillo de San Miguel, disfrutando de las clásicas temperaturas veraniegas de noviembre, diciembre, enero, febrero y marzo, cuando nos llega la feliz noticia de la aprobación, por parte del Gobierno central, de la proyectada ampliación norte del puerto de Valencia. Con ella, el volumen de contenedores que podrá manejar el puerto quizás llegue a duplicarse (nadie se plantea si efectivamente va a haber tanto tráfico de contenedores en un contexto en el que los números ya muestran síntomas de agotamiento, porque ello supondría hacerle el juego a los agoreros del cambio climático). El beneficio para la ciudad y sus habitantes será de muchos fantasmillones de euros, aunque hay quien va más allá y asegura que la cosa puede alcanzar el architrillón de dólares. Dinero llama a dinero.
Pero esto no es lo mejor del asunto. La ampliación, nos dicen, será "medioambientalmente sostenible" y "neutra en términos de emisiones" (así reza la valiente enmienda introducida por el PSOE para demostrar que ellos no tienen nada que ver con la derechona, a pesar de que voten exactamente lo mismo que ella) ¡Dinero fácil para todos los valencianos y, además, sin afectar al medio ambiente! Nada que ver con algunos problemillas que ha generado el puerto de Valencia con las playas del sur de la ciudad (muchas de las cuales desaparecerán en pocas décadas, por mucha arena que traigan en camiones para tratar de ralentizar, que no revertir, el proceso), o con la contaminación de València (de cuyas emisiones es responsable, en un 50% del total, el puerto, que al parecer no ha logrado la ansiada neutralidad hasta ahora, que sí garantizará mágicamente la ampliación Norte).
No, esta ampliación, por el contrario, es una ampliación buena, de las que el medio ambiente ansía que se lleven a cabo. A más contenedores, menos contaminación, más sostenible. Nuestros amados gerifaltes, así, se unen a la moderna tendencia de decir que algo que objetivamente tiene unas características y consecuencias, por ejemplo incrementar considerablemente el tráfico de mercancías, con la contaminación que conlleva, por algún motivo ya no va a ser así, se va a ver libre de los problemas inherentes a su actividad.
Es un poco como esta maravillosa cumbre del clima que acabamos de vivir, organizada y presidida por jeques del petróleo que dicen que no hay nada malo en quemar petróleo y que, si me apuran, pocas cosas más ecológicas y sostenibles hay que el petróleo (bueno, tal vez el carbón...): frente a un cambio climático que no sólo ha resultado ser muy real, sino incluso más rápido y grave de lo que los malvados agoreros del clima pronosticaron, la solución es ponerse manos a la obra: pero no para hacer nada que contenga los efectos del cambio climático, sino para hacer exactamente lo mismo que se hacía antes y que provocó el cambio climático, pero diciendo ahora que es bueno, sostenible y ecológico, para tranquilizar las conciencias. Dígase la ampliación del puerto, privilegiar el transporte por el coche, aspirar a montar más y más conexiones aéreas, crear nieve artificial a mansalva y en plena sequía para dar vidilla a las estaciones de esquí o matar a los delfines: todo se hace en beneficio del medio ambiente.
La decisión de ampliar el puerto de Valencia es muy del gusto de los que añoran esos míticos tiempos de la Transición y el consenso, y por ello han estado en el ajo, desde el principio, tanto el PSOE como el PP. ¿Qué puede haber más fiel al espíritu de la Transición que una obra faraónica en pro del desarrollismo a toda costa? Sólo en Sumar-Compromís han mostrado alguna oposición a esta decisión, pero no han tenido ni la fuerza ni la convicción para llevarla hasta sus últimas consecuencias. Ahora resultan risibles las declaraciones de Papi Robles, portavoz de Compromís en el ayuntamiento de València, cuando hace unos días aseguró que la ampliación del puerto no se llevaría a cabo por la frontal oposición de Compromís y de Sumar y, más concretamente, que "ningún ministro del PSOE firmará la ampliación del puerto de València". Le ha faltado tiempo a Óscar Puente, ministro del PSOE del ramo, para venir a València y anunciar la aprobación en el Consejo de Ministros. Y ahí Compromís ha pasado a decir que los ministros de Sumar no lo apoyarán, que es como no decir nada, pues su falta de apoyo no tendrá efectos prácticos en ningún sentido.
Esta es una historia triste, impropia de los tiempos que estamos viviendo (o, según se mire: paradigmática de por qué razones estamos viviendo los tiempos que estamos viviendo). La historia de una obra desmesurada, innecesaria, contraproducente, artificiosamente empujada desde los poderes públicos y privados porque conviene al mítico "crecimiento", aunque éste se vaya a llevar por delante cosas de mucha más importancia y valor, lo que además tendremos la desgracia de ver en vivo y en directo. Pero, como será en un contexto en el que las otras medidas que estamos adoptando en pro del medio ambiente también harán su parte para convertir nuestra tierra en el nuevo Dubái (pero sin petróleo, salvo el que quemen los cargueros del puerto), igual hasta se notan menos los perniciosos efectos medioambientales de la ampliación del puerto de Valencia, ocupados como estaremos por evaluar la dimensión del previsible fracaso económico que será esta nueva pirámide que nos venden los faraones por nuestro bien mientras nos pegan latigazos medioambientales a ver si nos concienciamos de una vez.