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Ana Illueca: «Estamos en el momento adecuado para dotar a la cerámica de un valor añadido»

| 16/11/2017 | 5 min, 25 seg

VALÈNCIA.- La ceramista Ana Illueca estrena espacio convencida de las posibilidades de la cerámica. Illueca apuesta por hacer llegar al gran público una artesanía que los valencianos habían olvidado y que resurge amparada en su relación con las artes y el diseño.

— ¿Mudarse a un taller nuevo es un gesto de optimismo para un futuro cercano?

­— Tengo fe plena. Tener tu propio taller implica un compromiso de larga duración. Implica una apuesta. El gesto de levantar la persiana es muy simbólico, ilusiona. Teniendo en cuenta la trayectoria tan breve que atesoro, implica un riesgo.

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­— Pero no es un salto al vacío sin red.

­— Tenía claro que hasta este momento debía permanecer al lado de personas con más experiencia en cerámica. He sido autodidacta hasta que he llegado a l’Escola d’Art i Superior de Ceràmica de Manises. He aprendido de maestros como Juan Ortiz, Juan Carlos Iñesta, Rafaela Pareja, Xavier Monsalvatje, Arturo Mora o Pepe Royo. Estos ceramistas y artesanos trabajan en la Comunitat Valenciana y es muy fácil aprender a su lado. En este sentido, esa red de la que hablas, en cuanto a formación se refiere, la tengo. Hasta que me he visto capaz de andar solita, ha pasado un tiempo prudencial. Tengo el miedo de saber si estoy preparada, pero justo ese sentimiento es lo que me hace avanzar.

­— ¿Qué implica el cambio de espacio en cuanto a trabajo?

— Una estabilidad de producción, un aumento de la programación de talleres y workshops y, en definitiva, ampliar las líneas de negocio. No solo es hacer más producto del que ya realizo, sino expandir, aunque siempre en relación estrecha con la cerámica.

­— ¿Eso quiere decir que el mercado y el público objetivo están maduros para recibir su propuesta?

­— Creo que para mi actividad hay un público de Valencia y uno exterior, tanto a nivel nacional como internacional. El público valenciano cada vez aprecia más la cerámica. En el norte de Europa se da otra clase de valoración, no tienes que explicar la cerámica o por qué una taza tiene un determinado precio. En Valencia noto que hay una gran receptividad para aprender cerámica. Los workshops, los talleres... todas estas actividades también implican hacer divulgación. Con esa receptividad estoy muy segura de que será sencillo que comprendan el valor de una pieza artesanal. Por otro lado, para el mercado nacional e internacional, disponer de taller propio no creo que implique tanta repercusión.

­— Parece que hay un resurgir del interés por la cerámica.

­— Creo que es debido a que la sociedad está experimentando una vuelta a determinados materiales. El uso del plástico ya es un problema y vamos a tener que volver a los utensilios de barro, por ejemplo. Pienso que no será una moda pasajera porque en el caso de la Comunitat Valenciana, la cerámica es parte de nuestra cultura. Manises, Paterna, Alcora, Agost... hay muchos centros cerámicos. Si la hacemos nuestra, no tiene por qué desaparecer. Añadiré otro factor: la buena cerámica es difícil de hacer. No es ponerte a hacer punto, hay un aprendizaje y es un oficio. Este grado de dificultad pone trabas a la hora de que se produzca un boom pasajero y vacuo.

­— La industria ha pasado por momentos muy complicados.

­— Las empresas valencianas han sufrido la competencia de producciones en masa con las que era imposible competir. Y no es fácil en ese momento cambiar el chip para saber cuál es el siguiente paso correcto. En este sentido, Manises tiene una suerte grandísima porque no solo tenemos los artesanos sino que también disponemos de proveedores. No todo el mundo puede ir a quince minutos de su taller y comprar barro. Es un lujo. A esa red, que en estos momentos está latente, junto a las ganas y el conocimiento, tan solo le falta una mirada más decidida al arte y al diseño. Estamos en el momento justo para dar valor a esta artesanía. Antes se valoraba el precio y ahora la originalidad, la diferenciación o la creatividad.

— ¿Qué te ha aportado tu paso por l’Escola de Cerámica de Manises?

­— Aunque hay procesos de mi labor que podría resolver en industrias externas, echaba en falta una formación más técnica. Tengo los conocimientos necesarios para realizar cerámica, pero esta formación específica me ayudará a diferenciar todavía más mi trabajo en un futuro. Por otra parte, creo que l’Escola se ha puesto las pilas en lo que respecta a la difusión de la cerámica y se ha erigido en representante de la cerámica en Valencia. Ha capitalizado la voz de este ecosistema y ha acercado la cerámica a la gente de la calle.

­— En la última edición de Valencia Disseny Week trabajaste en público junto a Xavier Monsalvatje.

­— Monsalvatje, Mestre, Ortiz o Pareja tienen una visión artística de la cerámica, lo que les diferencia de los artesanos. Mucha gente piensa que Xavier es ilustrador, pero es ceramista porque tiene un gran conocimiento técnico. Para estos profesionales, cualquier propuesta que suponga difusión para la cerámica, la apoyarán de manera decidida, como en el caso de Valencia Disseny Week. Es curioso que estos profesionales sean más reconocidos fuera de España que aquí.

­— ¿Y por qué sucede esto?

­— Porque en China o en Corea, por ejemplo, donde imparten clase, hay una cultura de aprecio por la cerámica, comprenden su valor. Aprecian la cerámica y a los ceramistas. No entiendo por qué en Valencia le hemos dado la espalda a una artesanía que nos identificaba, que podía ser algo diferenciador frente a otras regiones. La cerámica siempre ha sido el patito feo de las artes. Además, en el caso de Manises, la producción estaba especializada en cerámica utilitaria tradicional de cocina. Ha costado quitarse ese sambenito.

*Este artículo se publicó originalmente en el número 37 (XI/17) de la revista Plaza  

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