“Mi pequeño secreto oscuro es que en realidad no creo que mucha gente en el mundo del arte tenga mucho sentimiento por el arte.” Charles Saatchi
VALENCIA. Hace años un anticuario maño, en una feria que se celebraba en Madrid, me dijo, lamentándose “ha sido un error decir a los clientes que todas las piezas que compran son una inversión y que es van a revalorizaren un futuro. Es mejor decir que tienen un retorno económico, mayor o menor, que eso siempre es cierto”. Se me quedó grabado eso porque tenía toda la razón. Todavía acude gente a las galerías con ánimo de vender una de sus obras pensando que el arte que cuelga de sus paredes, obviamente, se ha revalorizado, “como no podía ser de otro modo”. No sé de dónde salió esa especie de certidumbre, pero sus consecuencias han sido bastante perniciosas. Hasta obras de arte que hoy en día son consideradas obras maestras tuvieron momentos en que su apreciación no fue todo lo admirativa que cabría pensar. ¿O creemos, simplemente por lógica, que Velázquez o Monet han sido artistas cuya cotización tiene, en todo momento, la forma de una curva ascendente?. Por supuesto que el arte puede ser una buena inversión pero no todo el arte, ni siquiera la mayoría del arte que se produce es a la larga una inversión. No obstante qué queda de la inversión en belleza, en disfrutar de aquello que les seduce y que no se cansan de observar. Ello también forma parte del precio pagado.
Si todos los mercados (piensen en el del petróleo, los metales preciosos, la bolsa, el del aceite de oliva o el inmobiliario) tienen períodos de alzas y desplomes ¿porqué precisamente el del arte debía ser una excepción? Todavía tengo que leer ese mantra en webs de galerías de arte, que con el propósito de captar clientes emiten mensajes manifiestamente falsos. Por ejemplo existe una web de una galería cuyo nombre me reservaré, con un texto que reza: “la compra de obras de artistas españoles es una de las inversiones más rentables...el riesgo de que pierda valor una obra de arte en el tiempo es nulo, y el potencial de revalorización puede ser incuantificable”. No se si recuerdan que en los años 80 se puso de moda la venta de obra gráfica-serigrafías- de artistas españoles conocidos, en carpetas notarialmente certificadas (como si la firma del notario per se, pusiera en funcionamiento la máquina de revalorizar). Los comerciales de las publicaciones se presentaban en despachos de abogados y consultas de médicos con una idea básica grabada a fuego: aquellas obras iban a multiplicar su valor por la intervención de una especie de ley divina. El tiempo ha producido el efecto más bien contrario por diversas razones: el precio de venta era inicialmente alto, la tirada de ejemplares solía ser larga, el mercado se inundó de serigrafías de artistas con un mercado en ocasiones local. No siempre las inversiones salen como a uno le aseguran. Conviene asesorarse, como en cualquier otra materia, por expertos.
Ponerle precio al arte parece algo poco estético, mezclar el dinero con el espíritu parece que repugna toda sensibilidad, pero lo cierto es que el arte tiene un precio esencialmente por dos razones: la labor del artista debe ser recompensada porque de no ser así, salvo raros casos, el artista dejará de crear puesto que deberá dedicarse a otros menesteres para sobrevivir. La segunda tiene más que ver con las leyes del mercado: cuando una oferta limitada interesa a una pluralidad, el valor de aquello deseado tenderá a subir hasta la cifra más alta que un postor esté dispuesto a pagar.
Cuando salga este artículo, ARCO, la feria de arte contemporáneo más importante de España estará a punto de clausurarse. Los telediarios ya habrán dado su minuto de gloria a un buen puñado de obras controvertidas, sobretodo por el precio de estas, como si su propuesta artística fuera más menos cuestionable en función el precio que cuelga en la etiqueta. El año pasado un vaso, medio lleno o medio vacío según lo vean, de agua del artista Wilfredo Prieto fue una de las obras estrella de la feria. Se centró mucho la atención en la obra en sí y en su precio: 18000 euros. Y aquí es dónde radica parte de la polémica en el arte de hoy en día: la valoración, más que de la pieza en sí, de la idea que se intenta transmitir. Buena parte del arte actual y concretamente lo que se denomina como arte conceptual carece de ejecución artística y prácticamente toda la obra es la plasmación más o menos brillante, más o menos ridícula de una idea. Se paga por tanto por una idea.
El mercado del arte se ha atomizado. Ya no puede hablarse de un mercado del arte sino de múltiples. En ocasiones según países: los países emergentes han vivido un momento de crecimiento especulativo que igual que creció, ahora se ve en serios apuros cuando regresa la incertidumbre económica. No es casual que algunas de las propuestas más polémicas vengan de estos países: México, Brasil, Colombia…. Junto a ello existe un mercado de una serie de artistas cuyo funcionamiento es prácticamente autónomo puesto que su valoración-estratosférica- va en función del sostenimiento que llevan a cabo un grupo de especuladores para que su obra se mantenga al alza interviniendo personalmente o a través de terceros en las subastas ¿o alguien se cree que el valor de Andy Warhol tiene el valor que tiene por méritos propios cuando un solo inversor-José Mugrabi- posee más de ochocientos de estos, buena parte en cámaras de seguridad?. Parece, no obstante, que las aguas de la loca especulación bajan un tanto más tranquilas al menos en el valor del arte actual, de artistas sin a penas carrera. Ahí parece que la burbuja se ha ido desinflando pues los stock de obra producida en los últimos veinte años son enormes. Habrá que ver hasta que punto las cotizaciones de los maestros del siglo XX (Vanguardias y maestros de después de guerra) pueden mantenerse o incluso incrementarse ya que aquí los valores parecen más seguros pues se trata de piezas icónicas y no hay tanto a la venta.
Una anomalía evidente es el mercado del arte antiguo. Es sencillo: mientras el capital inversor se encuentre centrado en el arte contemporáneo, el arte antiguo-salvo obras maestras-permanece en un prolongado letargo. Ahora es sin duda un excelente momento para adquirir buen arte antiguo porque su precio es más que asequible, puesto que es un mercado de piezas limitadas y con una escasez cada vez mayor puesto que las buenas obras acaban en museos o colecciones importantes. Mi opinión es que a medio plazo puede verse un incremento en el valor del arte antiguo por escasez y porque los precios están demasiado bajos. Pero es sólo una opinión.