VALÈNCIA. ¿Cómo recuerdas los veranos de tu niñez?
Pues los dos meses y pico que íbamos a Segorbe todos porque mi familia es toda de allí, de hecho, mis padres se conocieron allí. Eran aquellos veranos de días interminables, las clásicas merienda-cena, los partidos de fútbol en la Glorieta y ahí formé un grupo de amigos que aún mantengo. Además de la diversión propia de esa etapa, gracias a mi madre y mi abuela me inculcaron algo que todavía mantengo: la devoción por la Virgen de la Cueva Santa, que está en el término municipal de Altura y a la que rendimos devoción en toda la comarca.
¿Cómo eran los días de verano en un pueblo del interior de Castellón?
Solíamos ir por la mañana a la piscina municipal de Segorbe y también nos bañábamos en el río. Recuerdo que era un pueblo muy rural donde veías a los carros que venían del campo arrastrados por los caballos. Siempre acabábamos en casa de mi abuela o de alguna amiga suya, también por las noches salía la gente a charlar a la fresca en las calles con sus sillas. Mis abuelos tenían campos de almendros y olivos y muchas veces íbamos a ayudar en las tareas agrícolas, de ahí que desarrollas una vida rural completamente alejada a nuestro día a día en Valencia.
La vida rural, parece que no está de moda en los veranos actuales.
Para mí fue una vivencia muy intensa e interesante, la dureza, pero también la belleza del campo es una gran escuela de vida que te enseña mucho. Cuando tenía dieciséis años recogía almendra para ganarme un dinero extra para las fiestas del pueblo, y eso además me ayudaba a valorar el trabajo de nuestros abuelos y el gran esfuerzo que realizan.
En la etapa de adolescente ¿cómo son tus veranos?
Yo estudiaba en el Colegio Maristas y pertenecía al Grupo Scout, esto me marcó mucho porque hacíamos muchas acampadas en la montaña, recuerdo los cielos estrellados en aquellas noches, también valores humanos como el compañerismo, el sacrificio, el esfuerzo y sobre todo el amor a la naturaleza lo aprendí ahí y nunca lo abandoné. También me ayudó a conocer la España rural, la de blanco y negro de verdad, con pastores en la montaña, señoras de negro y pueblos sin agua corriente ni asfalto, pero donde encontrabas una humanidad y un cariño brutal.
En los campamentos suelen suceder muchas anécdotas y también se hacen grandes amistades.
Recuerdo en el Monasterio de Nuria que me picó una serpiente, la metimos en un bote cuando logramos cazarla y fuimos al pueblo más cercano y un paisano nos dijo: “eso es una víbora del Pirineo, es muy peligrosa y debes ir a un médico”. Acabé en el Hospital San Pablo de Barcelona, donde llamaron al jefe del departamento de ofidios del Zoo de Barcelona para que la identificara y de repente dijo: “lo que no se es como una culebra tan tonta te ha podido picar”. El susto no me lo quita nadie, pasé miedo, pero la verdad es que no notaba síntomas que me hicieran sentir mal. Respecto a las amistades, empecé a ser scout con 12 años y muchos de esos amigos los sigo manteniendo, porque las amistades que se forjan sobre la base de la alegría y el esfuerzo perduran en el tiempo.
Con ese espíritu aventurero, si hacíais viajes de verano los disfrutaríais mucho, imagino.
Éramos cuatro hermanos y durante varios años nos fuimos de viaje familiar un par de semanas a Ibiza y ahí yo aprendí a amar el mar, aprendí a bucear, a hacer pesca submarina, etc. Ya de adulto hice cursos de navegación y también submarinismo, y la experiencia es realmente increíble. Creo que no hay mayor sensación de paz que la ingravidez que tienes en el fondo del mar donde solo escuchas tu respiración.
Y me imagino que también iríais a Segorbe
Por supuesto, siempre haga lo que haga acabo mis veranos en Segorbe, con sus maravillosas fiestas patronales y la famosa entrada de Toros y Caballos. Es un momento del año donde toda la ciudad de Segorbe vive en la calle las 24 horas del día, quienes sentimos y llevamos a Segorbe en el corazón, aunque no vivamos ahí, cada año nos reencontramos en esos primeros días de septiembre.
Tu vocación militar surge pronto, ¿cómo cambian ahí tus veranos?
A los 19 años me voy a la Academia General Militar en Zaragoza y mis veranos se acortan, cambian. Empiezo a hacer viajes con compañeros de la Academia por diferentes zonas de España, ahí nos juntábamos gente de todos los rincones de España. Por ejemplo, en esa etapa aprendí a querer a Andalucía, íbamos a las Ferias y descubrí como su alegría y gracejo es algo tan particular de las gentes del sur. Uno de esos veranos necesitaba aprender inglés, en 1986, y me fui a Los Ángeles, un viaje que me marcó mucho porque el contraste de aquella ciudad con Valencia era como de la Tierra a la Luna. La modernidad de California, en aquel momento era realmente llamativa para un joven español.
¿Y cuándo terminas la Academia, empiezas tu carrera y cómo evolucionan los veranos?
Empiezo a viajar y no he parado, salvo por el covid. Me gusta recorrer lugares muy dispares, siempre con la intención de conocer a nuevas gentes, culturas y razas, porque cuando interactúas con ellos te llevas lecciones de vida que no puedes alcanzar en tu propio país. He recorrido Perú, China, India, Japón, Mali, Emiratos Árabes, Burkina Faso, Mali y la mayoría de esos lugares los he visitado de mochilero porque mi interés es integrarme en la mayor medida en la cultura local. De hecho, siempre he pensado que el mejor país para disfrutar de un turismo de playa es España, pero cuando salgo busco otras cosas.
No parecen viajes familiares, pero imagino que también habrás hecho.
Muchos de esos destinos los he visitado con mis hijos, con 16 años vinieron a la India y visitamos los ritos funerarios hindúes en Benarés que son bastante impactantes, te he de confesar que las agencias de viajes me recomendaron no hacerlo, pero yo quería que mis hijos adolescentes conocieran y comprendieran que existen culturas muy distintas y que la variedad de las manifestaciones del ser humano es muy variada y los llevé y les expliqué en qué consistía esa cultura.
¿Tienes un modelo de verano perfecto?
Mi combinación perfecta es poder realizar rutas de montaña, por ejemplo, en Jaca, bucear en el mar en zonas como Jávea en la Marina Alta, realizar algún viaje al extranjero y por supuesto siempre recalar en mi querida Segorbe, con los míos, en sus fiestas y disfrutando de su gente. ¡Ah! Y jamás puede faltar la visita a la Virgen de la Cueva Santa junto a mis hijos.