VALÈNCIA. Frente a nosotros, tras cruzar el portón acristalado que nos adentra a la sala de exposición, Las tres gracias. Sin embargo, poco o nada tienen que ver con la primera imagen que seguramente les haya venido a la cabeza al oír el título de la obra. La pintura de Rubens, que muestra a las tres diosas abrazándose formando un círculo, es tan solo un eco de la pieza que presenta Fundación Bancaja. Son Las tres gracias, sí, aunque en este caso se presenta cada una en un lienzo, tres figuras presentadas por separado que se alejan de las carnes rosadas pintadas por el alemán para sumergirse en los negros, blancos y grises. Son Las tres gracias de Antonio Saura. La pieza, recientemente adquirida por la fundación, se presenta por primera vez en España como parte de la exposición Antonio Saura. Esencial, que presenta en València un extenso recorrido por la trayectoria del artista.
Fue en 1997, poco antes de fallecer, cuando Saura pintó el mencionado tríptico siendo, pues, una de sus últimas obras. La pieza, 25 años después, da la bienvenida a una exposición que, aunque comienza por el final, va desvelando poco a poco las distintas capas de su obra a lo largo de seis décadas de producción. Antonio Saura, de principio a fin. Cuestión de efemérides, esta exposición marca también el calendario de eventos de celebración del décimo aniversario de la “nueva” Fundación Bancaja, una década de “arte y compromiso”, subrayó su presidente, Rafael Alcón, cuyo aniversario estará marcado por la exposición Saura y la próxima inauguración de Sorolla a través de la luz. Esta propuesta, además, les conecta con el Museo Nacional de Arte Reina Sofía, cuyos ricos fondos componen la mayor parte de una muestra que reúne cerca de 90 pinturas, dibujos y obra gráfica que ofrecen una fotografía del pintor que va de 1948 a 1997.
Fue el valenciano Tomás Llorens, exdirector del propio Reina Sofía o del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), uno de los impulsores del proyecto, una muestra que finalmente ha acabado capitaneando Lola Durán Úcar y Fernando Castro Flórez tras su fallecimiento en 2021. “Estoy seguro de que a Tomás, como amigo personal, le habría encantado ver materializada aquella idea que en su momento ambos compartimos”, subrayó Alcón, quien presentó la muestra este jueves junto a los comisarios y Rosario Peiró, jefa de Colecciones del Reina Sofía.
Una vez pasado el spoiler de Las tres gracias, comienza un recorrido que posa la mirada en unos primeros años de producción marcados profundamente por los cinco años que pasó postrado en la cama a causa de la tuberculosis, años en los que se cultivó y acabó produciendo obras cercanas a un surrealismo que, en realidad, conoció algo más adelante. Fue en esos primeros años que produjo sus Constelaciones y Paisajes que, con apenas 20 años, acabarían centrando su primera exposición en la sala Libros de Zaragoza, en 1950. Esta soledad en unos años clave para su formación le acercan a pintura, poesía o música, una época en la que comienza a tomar forma una mirada que, a falta de los estímulos propios de la edad, se sumerge en lo onírico, lo fantástico, creando una serie de obras que define como “el vacío absoluto donde flotan los detritus de la noche oscura”.
Esta mirada lo empuja a viajar a un París que idealizó y que, sin embargo, acabó por resultarle en un viaje un tanto agridulce. Allí conoció a André Bretón y un grupo surrealista que no cumple sus expectativas, una escena que le remite más bien al pasado. Y Saura tenía hambre de futuro. Es en esas primeras experiencias internacionales cuando, además, se tiene que topar con un fantasma que le perseguiría durante toda su vida, su presentación en la escena internacional como “pintor español”, un apellido vinculado a la tragedia del que él siempre quiso desprenderse. Aunque con dificultad.
La reflexión en torno a su obra, pues, se construye con el relato de otros y, también, con la manera en la que él mismo se cuenta, pues no puede entenderse su obra sin sus numerosos escritos. De esta década de los 50 explica: “En momentos difíciles de búsqueda experimental, antes y después de mi ruptura con el grupo surrealista, realicé una serie de pinturas muy diversas que se polarizaron en tres aspectos determinados: la fluidez, la textura, el grattage”. Poco a poco, Saura se aleja de la representación del paisaje subconsciente y evoluciona hasta el automatismo.
Es imposible hablar de Saura sin mencionar, claro está, el grupo El Paso, que funda en Madrid en 1957, y que supone todo un “revulsivo” en una escena artística española marcada por la dictadura. “Cuando uno revisa los manifiestos del grupo El Paso, uno da cuenta de que lo que estaban buscando en ese momento no era tanto una unidad estilística sino un espacio de libertad”, relata el comisario Fernando Castro. "No ha habido una generación en el arte español que tuviese tanta presencial internacional".
Las Crucifixiones con las que toma el pulso a Velázquez, los desnudos femeninos, los retratos imaginarios o las Multitudes marcan el ritmo de una exposición que se quiere situar como una de las grandes retrospectivas del autor, un proyecto que repasa su iconografía con el foco puesto en una pintura que siempre fue lo más importante para Saura. “Todo gira alrededor de la pintura. Es el centro fundamental de toda mi actividad […] No he hecho concesiones, he pintado aquello que quería pintar”, confesaba el propio pintor en una entrevista concedida a RTVE en 1984. Parte de ese todo, lo "esencial", ahora recala en València.