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el muro / OPINIÓN

Aquí corremos todos

Foto: EDUARDO MANZANA
12/12/2021 - 

Admito ser admirador de los deportes participativos y populares. Hay muchas formas de participar. Bien practicándolos o en su defecto observándolos. Así que este año volví a “participar” en la maratón de Valencia, un evento que me conquistó en su día sentimental y socialmente. Es un espectáculo, pero también una forma de crear una sintonía social que obliga a ser solidario y participativo antes, durante y después.

Confieso que su rentabilidad social, publicitaria y económica me tiene sorprendido. Una vez me pilló la carrera en Nueva York mucho antes de que se desatara la pasión en España. Al principio no entendía nada, pero comprobé cómo la ciudad cambiaba y crecía hasta la locura de forma exponencial en hoteles y restaurantes durante aquella primera semana de noviembre. Era la década de los noventa. Una locura colectiva que cambió la ciudad en horas.

Durante muchos lustros después nuestros “gobernantes” se volvieron locos y están ahora a punto de hacerlo buscando alternativas con las que poder situar a la ciudad de Valencia en una posición mediática de altura y con cierto rédito personal/político. Como antes, siempre recaen en los mismos principios. Desde apostar por hitos arquitectónicos, hasta la compra de franquicias millonarias o esos premios que se dan aunque no nos toque nada. Sus resultados son los que han sido y serán.

Un palacio de la ópera, por ejemplo, sitúa a una ciudad en el mundo, pero si no tienes un proyecto a largo plazo y bien definido o no lo entiendes como negocio turístico, cualquier traspiés diluye intentos. Después se convierte en una rémora económica y el prestigio salta por los aires.

Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP 2021. Foto: EDUARDO MANZANA

No es el caso de la Maratón, carrera popular donde las haya en la que todos se sienten uno, la ambición por ganar queda para atletas, pero en la que todos pueden ser participes del mismo sueño.

Por eso decía lo de voyeur de una prueba cuyos resultados económicos, sociales y promocionales son infinitos. La primera parte de la carrera la seguí por televisión. La segunda, desde la calle. Pero con la primera tuve bastante desde la perspectiva mediática porque además de una carrera con efectos de retorno deportivo tenía otros mayores: el simple hecho de saber que 200 televisiones del mundo estaban retransmitiendo el evento y que una buena realización, como fue el hecho de Valencia -desconozco quien hizo partícipe de la señal, pero sí de sus resultados objetivos- ofrece una garantía mundial y una promoción turística casi imposible de evaluar económicamente. Porque esa misma retransmisión descubría desde arriba y desde abajo la ciudad, esto es, sus calles, avenidas, luz, colores, gentes, monumentos, proyectos arquitectónicos... Esa forma de valorar lo visto no tiene precio de retorno. Algo así como la vuelta ciclista que sin esperarlo nos descubre rincones, pueblos, monumentos, valles, montañas y hasta iluminaciones naturales, que es lo que vale cuando un argumento se comparte. Todo eso nos abre el deseo de descubrirlo por nosotros mismos.

Mis felicitaciones a quienes hacen posible eventos de estas características que funcionan mejor que cualquier campaña promocional. Así que habría que cuidar mucho más la ciudad, aunque sólo fuera coincidiendo con el evento para que el recuerdo y las garantías de retorno fueran inolvidables. Es lo que resuelven las principales maratones del mundo aunque aquí, además, se batan récords y l@s atletas estén encantados de intentarlo.

Maratón Valencia Trinidad Alfonso EDP 2021. Foto: EDUARDO MANZANA

Ese éxito es garantía de que una sociedad vive todo aquello a lo que se le hace partícipe. Y que además ofrece realidades y orgullo popular. Mucho más allá de proyectos tele dirtigidos políticamente que suelen acabar abandonados después de un gasto desmesurado.

Es algo así como defender a los equipos de fútbol pensando en la base y la propia rentabilidad social/real que ofrecen cuando no son considerados un puro negocio. Un equipo de fútbol representa a una ciudad, o a una sociedad porque habla de sentimientos. El error es creer en ellos como instrumentos comerciales. Otra cosa es el meninfotisme o el descrédito. Al fin y al cabo, el empresario compra y espera resultados cuando los lazos de sangre o el sentimentalismo no existen. Así nos va, por ejemplo, con el Valencia CF. Nos arrepentimos tarde cuando en su día jugamos a “regalar” con alegría a base de falsas promesas. El negocio es lo que es. Ya perdimos bancos y todo lo demás. Pero cuando te roban el sentimentalismo...Ese ha sido el error de esta sociedad: creer en una realidad ficticia  o haberla dejado en manos de dualidades económicas. Un equipo de fútbol o de baloncesto de altura y nivel es un escaparate en el mundo, una puerta o una ventana que identifica y agrupa socialmente o incluso puede llegar a dividir.  

El maratón de Valencia nos lo ha demostrado. Gracias a él volvemos a ser ventana o escaparate. Doscientas televisiones de todo el mundo nos lo han recordado. Por una semana o por un día nos hemos vuelto famosos, pero también solidarios y ricos en imagen de gran ciudad frente a un mundo que nos observaba.

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